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Si ése fue el informe de los 100 días, vaya apartando todo el día para el informe del primer año de gobierno.

Del largo discurso y del notable amor a la tribuna pública habrá que destacar el refrendo que hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador al respeto a las finanzas públicas sanas y al no endeudamiento adicional para cumplir con todos sus planes de gasto.

El que mantenga ese planteamiento es razón suficiente para tener la certeza de que habrá al menos estabilidad todo el sexenio.

El temor es que si este gobierno parte de un mal diagnóstico, los resultados no serán los esperados.

El presidente insiste que su política económica es el combate a la corrupción, lo cual está muy bien para sostener los niveles de aprobación de los que goza, pero debe realmente estar seguro que la guerra contra los corruptos le va a proporcionar los recursos que necesitan sus planes de gasto.

Porque si en la campaña el presidente calculaba un ahorro anual de 500,000 millones de pesos en corrupción, a los 100 días de gobierno ya elevó a 700,000 millones de pesos los que logrará adicionar al gasto público producto del combate a la corrupción en diferentes frentes.

El final de los privilegios de la “burocracia dorada” implica, sin duda, ahorros para el presupuesto, pero están lejos de alcanzar las cifras necesarias para el gasto. Y por la venta de activos de los funcionarios neoporfiristas, lo más que obtuvo fue poco más de 1 millón de pesos por el más extravagante de los vehículos. En fin, no parece suficiente.

El presidente confesó que el número de ciudadanos inscritos en sus programas sociales rebasó sus estimaciones y prometió quedarse sin camisa, pero sí apoyar a todos.

Habla de confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros, pero dice que sus adversarios pronostican una recesión. A pesar de que hasta hoy no hay un solo analista que lleve a tanto el pesimismo de sus estimaciones.

Ni una sola palabra de los nuevos y necesarios apoyos financieros a Petróleos Mexicanos para evitar una degradación crediticia hasta el nivel de papel basura de la petrolera. Pero eso sí, refrenda su idea de no permitir la técnica del fracking para explotar hidrocarburos, lo cual es una barbaridad en términos de atracción de inversiones.

Es la confianza ese elemento que falta entre la muy positiva promesa de respetar los equilibrios macroeconómicos y lograr tasas de crecimiento de 4 por ciento.

No puede pensar el presidente que goza del visto bueno de los capitales porque así se lo dijo su amigo de muchos años y hoy presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar, cuando las firmas calificadoras ponen en perspectiva Negativa la calificación de la deuda mexicana.

No puede hablar de adversarios que quieren que México caiga en una recesión, como lo dicen sus analistas de mala fe y después invite a los inversionistas privados a participar junto con el gobierno en sociedades de inversión.

El presidente prometió informes trimestrales de su gestión, quizá al estilo de lo que vimos en Palacio Nacional. Seguro que para el corte de junio ya tendremos datos económicos del desempeño de su gobierno.

Y ojalá también para entonces veamos a una administración más asentada en el ejercicio del poder.

Pero, sobre todo, hay que rogar para que, durante su siguiente balance en materia económica, inicie su discurso con el mismo compromiso de respeto absoluto a la estabilidad macroeconómica como principio irrenunciable de gobierno.