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#LaPeorMamá El hospital
Foto de Archivo

No sé si sepan pero este blog lo empecé después de que nació #miniplausi, la segunda. Así que esta anécdota estaba guardada en mi cabeza. Y hoy se las contaré.

Cuando #minispeedy tenía como año y medio, a mi marido lo mandaron por trabajo a Querétaro a vivir. Y pues esta servidora feliz como lombriz renunció a su chamba y fue siguiendo al marido. Total nos instalamos allá y todo super bien.

Debido a que la distancia entre Querétaro y el entonces Distrito Federal es realmente pequeña, íbamos bastante seguido y yo aprovechaba para llevar al chamaco a sus revisiones periódicas con el pediatra. ¿Como por qué buscar un pediatra si el tuyo es lo máximo? Sin mencionar que es tu tía. Así nos la llevamos unos cuantos meses.

Un día, justo antes del puente se septiembre, mi marido salió de viaje de trabajo y me quedé yo con el chiquillo. Todo bien, ya estaba yo embarazada de #miniplausi, tendría unos 4 meses más o menos.

#minispeedy siempre ha tenido problemas de estreñimiento. Hijo mío, si un día lees esto por favor no te enojes conmigo, tanto. El punto es que cuando se suelta del estómago es algo muy poco común pues su tendencia es todo lo contrario.

Total empezó con diarrea por la mañana pero yo pensé: “Algo le cayó pesado”. Al rato, otra vez. “Ay ya van dos. ¿Será que le llame a la pediatra?”

Como a medio día llegaron mis papás. Me acuerdo perfecto que iban solo de paso porque iban a ir a pasar el puente a Zacatecas.

  • #minispeedy ha andado con diarrea.
  • ¿Y qué le diste? – preguntó la sabia abuela.
  • Pues todavía nada.
  • Háblale a la pediatra.

Le hablé y le comenté como estaba la cosa.

  • ¿Tiene fiebre?
  • No
  • Bueno pues entonces dieta blanda y mucho líquido. – Le mandó también medicamento para la diarrea.

Al rato otra vez. Yo espero no sean muy asquerosos pero era un olor que de verdad desmayaba al que pasara siquiera cerca del pañal. Lo tengo tan presente, nunca había olido algo así.

Al rato empezó con fiebre y si hay algo peligroso en este niño es que casi no le da fiebre pero cuando le da, sube de 37.5 a 40 ºC en dos patadas.

Pues a bañar. Y más diarrea. Y medicina.

Total que llegó un momento en que empecé a asustarme mucho. Llevaba, recuerdo perfecto el número, 9 popós en el día, prácticamente líquidas y apestosísimas. Así que siguiendo mi instinto agarré a mi chamaco y a mis papás y corrimos a urgencias.

Es horrible tener que llevar a tus hijos a urgencias. ¡Horrible!

Entrando al hospital nos pasaron rápidamente. La verdad bien buena onda porque hay hospitales donde no pasas hasta no dejar depósito y ahí primero me pasaron con mi hijo para revisarlo y después fue el tramiterío.

Entré yo con él, lo revisaron y me dijeron que ya estaba deshidratándose y al parecer era una infección en el estómago.

  • Lo vamos a canalizar señora. Necesitamos que nos ayude a detenerlo para poder ponerle el suero.

¡¿MANDE?!

Pues sí, en ese momento no sé de donde saqué fuerzas para detenerlo y soltarme a llorar mientras le ponían semejante aguja en su manita. El pobre niño gritaba como loco pero la verdad lo hicieron bastante rápido.

Al poco rato llegó el pediatra de guardia y me dijo que lo iba a dejar en observación esa noche.

  • Prefiero tenerlo aquí por cualquier cosa. Parece ser una infección bastante fuerte.

Para ese momento mi fortaleza se había ido un poco al carajo y a pesar de que mis papás estaban ahí conmigo dándome todo el apoyo le hablé a mi marido, y le dije:

  • ¡Por favor regrésate!

No me acuerdo de qué era su viaje, pero recuerdo que era algo importante que había estado planeando con mucho tiempo y que yo no quería ni avisarle que el chamaco estaba enfermo pero el tener que internarlo la verdad me desarmó por completo.

Ahora recuerdo que estaba en Guadalajara y se había ido en coche, así que esperó que amaneciera y salió corriendo, bueno manejando, de regreso.

Tengo súper presente el momento en que subieron a #minispeedy a cuarto y me quedé sola con él a pasar lo que quedaba de la noche. Viendo a ese chiquitín tan pequeño, en una cama tan inmensa, con una carita tan triste y tan asustada, con el avión en su mano (porque le vendaron y entablillaron la mano para que no se arrancara el suero y le dijeron que era un avión) preguntando porque estaba ahí y no se podía ir a su casa.

Al otro día que llegó su papi era el más feliz del mundo y ya se paseaba por la habitación con su mini bata de hospital y su carrito de suero. Hasta eso que solo quedó en un susto muy gacho.

Pero como todo en la vida, esta terrible experiencia me hizo conocer al pediatra que trataría a mis hijos los siguientes años y que resultó haberle salvado la vida al hijo de una amiga muy querida que nació de apenas 28 SDG. Además de reafirmar la idea de hacerle siempre caso a tu instinto. En esa ocasión creo que esperé demasiado para hacerle caso. Desde entonces antes que a nadie a mi instinto de mamá que rara vez falla.

Gracias por leer.