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La línea divisoria entre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y el expresidente Enrique Peña Nieto se perdió en la transición.

Tras la noqueada electoral que sufrió el partido en el poder vimos cómo el gobierno saliente se metió debajo de su cama y renunció a seguir gobernando. Y como los espacios se ocupan y las ansias de mandar de López Obrador eran tantas, su sexenio empezó con al menos dos o tres meses de anticipación.

Por lo tanto, algunos de los resultados económicos del último trimestre pueden adjudicarse al gobierno actual, aunque estadísticamente se le tengan que acreditar al sexenio anterior.

Por ejemplo, López Obrador tomó la decisión en octubre pasado de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto de Texcoco. Esto tuvo consecuencias financieras importantes. Una depreciación cambiaria y la salida de recursos del país, como producto de la pérdida de confianza. Todo esto restó al desempeño económico de ese momento.

Todo cambio de gobierno trae necesariamente un periodo de aprendizaje. Regularmente el gasto público cae en lo que los que llegan le entienden al procedimiento.

Pero los datos económicos que ahora conocemos del cuarto trimestre del año pasado nos hablan de un freno importante en la dinámica económica del país, antes de aplicar los mecanismos de ejercicio presupuestal del nuevo gobierno. Porque eso sí, el Paquete Económico que operó hasta el 31 de diciembre fue el último que le aprobaron a Peña Nieto.

Durante el lapso octubre-diciembre del año pasado, el Producto Interno Bruto (PIB) tuvo un incremento de apenas 0.2% en comparación con el trimestre inmediato anterior. Y en términos anuales, en la comparación con el mismo lapso del 2017, el PIB del 2018 tuvo un incremento de apenas 1.7 por ciento.

El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), que es como un PIB adelantado con buena parte de la información de la economía incluida, deja ver en su lectura de diciembre que el gobierno de López Obrador inició con un freno importante.

Este IGAE será de gran utilidad en marzo cuando se conozca su desempeño durante enero pasado. Es previsible que este indicador deje ver una parada casi en seco de la economía mexicana al arranque de este año.

Pero por lo pronto, el dato de diciembre resultó con una baja en la actividad económica de -0.4% en su comparación con noviembre anterior. Y llevó el desempeño económico a 0.2% de crecimiento en la comparación anual de este indicador.

El sector petrolero presentó el año pasado una caída muy drástica de al menos 6.7% anual, producto del mal manejo de la empresa durante el sexenio pasado. De hecho, durante el 2017 el sector petrolero se derrumbó -10.4 por ciento.

Pero la pésima gestión que han tenido de Pemex durante este sexenio puede hacer que esta actividad secundaria sea el origen de una crisis financiera y económica importante si no se aborda su condición con seriedad.

Todavía pasan desapercibidos para la mayoría estos malos datos económicos, que son la advertencia de que podrían convertirse en cifras realmente malas.

Si cuando tengan notoriedad en la opinión pública el gobierno actual opta por responsabilizar a los que se fueron, además de que les recodarán sus palabras de que no les estaban heredando una crisis, no estarán encontrando soluciones.

Si a la experiencia de cómo gobernar le suman menos radicalismo en el discurso y verdadera certidumbre para invertir, podrán tener en la Iniciativa Privada un motor de crecimiento.

Ojalá no opten por el gasto público deficitario como motor artificial e ineficiente de crecimiento.

Por lo pronto la desaceleración económica en México prende un foco de color amarillo.