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El árbol del Tule
Árbol del Tule en Oaxaca.

Honrarás la naturaleza de la que haces parte”.  Eduardo Galeano 

Me siento a tus pies sobre las lozas de cemento, una barda separa tu extraordinario tronco que tiene el diámetro mas grande del mundo, del calor de mi cuerpo. Tu existencia infunde en mí, un profundo asombro y el más hondo sentimiento de humildad.

Dicen los pobladores zapotecos que fuiste sembrado hace unos mil cuatrocientos años, otros aseguran que tienes más de dos mil y  fue Ehecatl sacerdote de Pechocha, dios del viento, quien te puso sobre la tierra. Tu nombre evoca a la iluminación, de tal envergadura es el significado de “Tule.”

Observo las figuras de animales sobre tu extenso tronco de ahuehuete, un pequeño por unas monedas con un espejito, enseña a los turistas un nudo semejando la cabeza de un venado, el caparazón de una tortuga y los ojos de un búho. Tus ramas se suman a los más de tres millones de billones de árboles cubriendo el planeta; un 46% menos de los que había antes del comienzo de la civilización humana.

Cómo comenzar a pedirte perdón. Este acto de contrición trae mi corazón en las manos.

¿Sabes? Llevo sobre el globo terráqueo un poco mas de cinco décadas y soy responsable de haber producido un total de 23.5 toneladas de basura a lo largo de mi vida. Soy parte de esta generación que produce bienes de consumo contaminado, desechando plásticos, polietileno, latas, tetra pak etc., mirando pasivamente como tardan mas de mil años en degradarse.

Una generación qué sigue explotando minas, dejando desérticos, bosques milenarios.

He colaborado en gran medida al calentamiento global debido al consumo de energéticos fósiles y al alimento de proteínas animales consumiéndolas a diario.  He sido testigo  de la desaparición de mas de una decena de animales que poblaban el planeta cuando yo nací. Y estoy segura de haber tirado en algún momento una pila a la basura contaminado seguramente de mil a tres mil litros de agua y por ello me siento profundamente avergonzada y pido perdón. Acaso me asemejo a una nube de langostas qué depreda sin control.

Los sabios de muchas culturas hablan sobre una idea, esta emana de la fuerza de comunión que tienen los tuyos con lo divino, una fusión vertiéndola entre cielo y tierra. Observarte grandioso y representando con gran magnificencia a los tuyos, me evoca esta sensación de pequeñez  y es por eso que te he escogido para este dialogo teñido de confesión.

Eres un gran ente, me observas como un ser etéreo a tu lado, quizá mientras te hablo me percibas sincera y me adviertas genuinamente arrepentida.

La relación entre nosotros y la naturaleza es en verdad metabólica. La bisagra, el punto de unión de esta relación de conveniencia que tiene el hombre con ella, nos pone en desventaja, pues nosotros no podemos vivir sin ella pero ella sin nosotros sí.

¿En verdad somos una especie “superior”? Entonces que penoso ejercemos la responsabilidad que nos obliga nuestra condición dominante. Quizá someter, subyugar, vanagloriándonos del poder de construir y destruir, nos a empobrecido, jactándonos de este sentido antropocéntrico de sentirnos superiores y ahí esta la raíz de todo esto.

Acaso superior no es mas que una  palabra, un constructo para establecer relaciones de poder y dominio. Una forma de justificar la supremacía por encima del sentido mas profundo de respeto y las normas básicas de convivencia.

Confieso mi ignorancia, esta me llevo a ser corresponsable de lo que puede ser catastrófico para la humanidad si no se revierte en los siguientes dieciocho años. Ya entendí; nuestra huella ecológica supera la capacidad del planeta para regenerar el consumo y confieso, aprendí siendo niña, que la naturaleza era un instrumento para nuestro uso y explotación. Convencida me lo trague sin cuestionar y me dedique a vivir día a día como si en verdad fuera cierto. Las lágrimas brotan, porque mi incultura es responsable de tanto y desde ahí me hago responsable.

En esta relación de “quo pro quid” quedamos en deuda, la tierra nos provee de todas nuestras necesidades, a la par que nosotros deberíamos cuidar de ella y de los seres vivos. Y son los indígenas quienes responden con el conocimiento para hacerlo; una población que consta de aproximadamente 370 millones de personas, distribuidas en 70 países, que ocupan casi una cuarta parte del territorio mundial. Ahí se aloja el 80% de la biodiversidad del planeta, lo cual recalca el carácter decisivo de los pueblos indígenas en las labores conservacionistas que fungen como guardianes de la vida. Su sabiduría es parte de lo que hoy reclama nuestro proceder como raza. Comienzo con reconocer su papel fundamental para cualquier estrategia global de conservación.

Los troncos y las ramas de los más de 60 mil especies de árboles del planeta se contraen y expanden para “bombear” agua desde las raíces hasta las hojas, de manera similar a la forma en que nuestro corazón bombea sangre a través de nuestros cuerpos; acaso escuchas el mío que late lento y avergonzado mientras yo imagino al tuyo latir con un ritmo pausado.

Los abedules duermen por las noches, mientras el mundo iluminado interrumpe su sueño olvidando que los ciclos de luz y oscuridad son determinantes para el desarrollo de las funciones vitales de la naturaleza; en verdad no respetamos nada.

Hablan de tu aliento, que tus hojas verdes evocan la capacidad de inhalar los gases de la atmósfera y exhalar los gases producidos durante tu metabolismo. Y yo respiro las partículas provenientes del humo de los camiones y las fábricas, de la piel que se desprende de cuerpo, o de las heces fecales, óxidos y metales producidos a diario en la ciudad donde vivo, enfermando mis pulmones, como si fuera un castigo.

Es posible que tú y los tuyos nos sientan, nos perciban y lean la energía que emitimos; es una capacidad analógica no idéntica a la nuestra. Entonces tal vez adviertas  mi acto de contrición para intentar rescatarme.

Percibes olores en un sentido elemental y se trata de un proceso netamente olfativo. Me parece vernos tan parecidos. Quizá al integrar esto, pueda ir tejiendo la posibilidad de estar más atenta, de honrar su existencia y cuidar del ambiente, volviéndome mas consciente.

De pronto en este profundo soliloquio, el chiquillo del espejo se sienta junto a mi y me pregunta que hago, le contesto: “Le estoy pidiendo perdón al Tule, porque me escucha en forma de vibraciones y  puede estar al tanto de los sonidos en su entorno”. Me mira con sus ojos niños buscando la magia que hay en mi respuesta y comienza un canto hermoso y parece arrullarte.

Los tuyos se comunican en el lenguaje del oxigeno y del nitrógeno. Los árboles madre pueden distinguir a sus descendientes enviándoles la información necesaria a través de redes complejas por debajo de la tierra, dejando la información que necesitan para poder subsistir inclusive a árboles de otras especies.

Si la memoria codifica información, la almacena y la recupera, entonces los árboles recuerdan y memorizan.

Ustedes equilibran la resonancia electro-magnética del planeta y eso nos permite estar sobre él. Surge en mi alma un agradecimiento por todo aquello que nos dan.

Decidí venir a sentarme cerca de ti y hablarte porque podría ser que me oyes, hoy me avergüenzo de mi proceder y necesito comenzar a trabajar haciendo cambios de conductas para permitirme comenzar  a restaurar el daño generado. He decido dejarles un planeta habitable a mis nietos, comenzando con hacer conciencia.

Entonces me parece que siento que me abrazas y que en verdad hay en mi la posibilidad de no solo darme cuenta, si no que brota también un deseo empujado por mi voluntad por hacer cosas concretas. Esa es mi penitencia.

La Tierra es una ilusión con propósito, creada en el pensamiento divino, es nuestra responsabilidad amorosa la custodia de los árboles y de toda nuestro planeta si queremos equilibrar una ecuación, que de seguir así, terminará por ser negativa para la humanidad.

Con un mayor sentido de comprensión viene un despertar de la conciencia y en ella el entendimiento de que somos parte y no aparte del resto de la naturaleza. Es nuestra escisión lo que nos nubla la existencia y es momento de unirnos a los esfuerzos que ya se están haciendo.

“La tierra esta en estado de emergencia.” Le digo al pequeño y con una bolsa que traigo en las manos, recogemos la basura que han dejado otros y con una profunda reverencia nos alejamos mientras me enseña la hermosa melodía:

≈ Xquenda ≈

Ama  layu biala’dxi’ naa ne bisiaanda’ ni bine’

lii, Canaaba’ lii (en lengua zapoteca)

≈ Alma ≈

Madre tierra perdóname y olvida lo que te hice = perdóname, por favor, te pido humildemente.

DZR

El árbol del Tule se encuentra en Santa María del Tule en Oaxaca México.

Los datos de este artículo fueron obtenidos de diversos estudios de:

Daniel Chamovitz, director del Centro Manna para la Biociencia de las Plantas de la Universidad de Tel Aviv

Suzanne Simard profesora de la Ecología del bosque de la Universidad de Colombia.

Dra. Mónica Galeano Universidad de Australia (UWA).

The Secret Life of Trees , Peter Wohlleben, András Zlinszky de la universidad de Aarhus en Dinamarca.

Survival International.

Fiona Watson.