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La automatización no es, todavía, aquella del robot que se sienta en la sala de espera de un reclutador, junto con otros candidatos humanos a puesto laboral, pero sí está provocando un significativo aumento del desempleo en todo el mundo.

La máquina expendedora de refrescos y papitas, el pago del estacionamiento o un cajero automático. Ésas son tecnologías con las que ya hemos convivido durante muchas décadas.

Más recientemente compramos un viaje por Internet, desde el teléfono móvil compramos los boletos del cine o tomamos un curso de idiomas en línea.

Ésa es nuestra experiencia como consumidores. Pero en la industria las líneas de producción delegan cada vez más funciones a las máquinas y desplazan el trabajo humano. El campo agrícola que es más rentable es el que emplea tecnología de principio a fin.

Donald Trump quizá no lo sabe, porque lo suyo no es enterarse antes de despotricar, pero lo que realmente está provocando la pérdida de empleos de buena calidad en la economía estadounidense no es que se vayan a otros países como México. Lo que más ha influido es la automatización.

Un estudio de la firma McKinsey revela que dentro de poco más de una década una tercera parte de los trabajadores estadounidenses habrán perdido su empleo frente a un robot. Y en todo el mundo, unos 600 millones de personas habrán perdido su chamba por el desplazamiento de una máquina.

Y eso del desempleo tecnológico no es una preocupación sólo de los japoneses y su alta tecnología. En México ocurre todos los días.

Un caso reciente y sonado fue el de BBVA Bancomer. Desde España llegó la noticia del recorte de 1,500 empleados desplazados por la tecnología. Más allá de la precisión de la cifra de despedidos, y de que no es la única institución bancaria con desempleo tecnológico en México, lo cierto es que los servicios financieros están entre los más susceptibles a la automatización.

Vamos, hasta la burocrática y retrasada banca de desarrollo gubernamental intenta sus pininos en los servicios financieros digitales.

Es cierto que habrán de pasar algunas décadas antes de que llegue una nana robot o que un jardinero autómata le dé forma a los ficus. ¿Se acuerda cuando íbamos al videoclub y una persona nos despachaba una película?

Hoy una computadora la baja de un servidor y la vemos en segundos en la pantalla.

Hay trabajos que requieren de creatividad y resolución de problemas que actualmente la inteligencia artificial es incapaz de emular frente a las capacidades humanas, pero es un hecho que los trabajos mecánicos y predecibles son hoy fácilmente sustituibles.

No se trata de entrar en una confrontación con las máquinas al estilo de Yo, Robot, de Isaac Asimov o Life 3.0, de Max Tegmark. Podemos destruir nuestro teléfono celular para platicar de frente con alguien en lugar de pegarnos a las redes sociales, pero eso no soluciona el inevitable avance de la tecnología.

La respuesta está en la adaptación laboral, en el aumento de las competencias tecnológicas para adaptarse a la inevitable automatización.