En el caso de las mujeres, recibían dolorosas críticas sobre su cuerpo y comentarios abiertamente sexistas
Veinte bailarines se unieron al movimiento #MeToo para denunciar públicamente al prestiogoso coreógrafo belga Jan Fabre por humillación y acoso sexual.
De acuerdo con sus relatos, desde 1998 hasta la época actual, fueron víctimas de un ambiente de trabajo tóxico en el que “la humillación era el pan de cada día”.
Asimismo, Fabre realizaba sesiones fotográficas “semisecretas” en las que se ofrecía dinero o drogas a los artistas para “sentirse más libres”, y si rechazaban su acercamiento sexual, eran sometidos a una evidente humillación, manipulación y menos trabajo.
En el caso de las mujeres, recibían dolorosas críticas sobre su cuerpo y comentarios abiertamente sexistas.
Jan Fabre replicó la carta escrita por antiguos colaboradores, asegurando que nunca obligó a nadie a hacer cosas que consideraran por encima de sus límites.
El coreógrafo, famoso en Europa, se volvió todo un icono en los años 80 por sus puestas en escena vanguardistas de obras originales y clásicas.
Con información de AFP