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Nos encanta ponerle número a todo. Es una forma de tratar de poner orden a un mar de información a veces confusa.

Creemos en las encuestas porque a pesar de que se equivoquen nos dan una oportunidad de abstraer en porcentajes un tema complejo, por ejemplo, la elección presidencial.

Pero a veces la simplificación en un número puede ser poco clara para entender temas tan complejos, como por ejemplo la Renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Los mismos que nos juraban hace un mes que las posibilidades de concluir satisfactoriamente la renegociación con Canadá y Estados Unidos del pacto comercial norteamericano eran de 80% hoy nos dicen que son apenas de 40% antes de las elecciones del 1 de julio.

Lo hemos comentado innumerables ocasiones: hacer pronósticos a partir de la actitud de Donald Trump es algo inútil y el éxito o fracaso del replanteamiento del TLCAN pasa indudablemente por lo que quiera el presidente de Estados Unidos.

Muchos temas en el mundo se han vuelto binarios, obedecen a un sí o a un no del presidente estadounidense dependiendo de incomprensibles estados de ánimo. La reunión con el líder norcoreano, el acuerdo nuclear con Irán, la renegociación del TLCAN, entre muchos otros son, nos guste o no, asuntos que dependen de un solo hombre.

Entonces, que salga el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, a ponerle números a las posibilidades de una feliz conclusión de la renegociación acaba por desacreditar la palabra de los funcionarios mexicanos.

Y de paso le da validez a las versiones que hablan de un desencuentro cada vez más profundo entre el canciller Luis Videgaray, hombre cercanísimo al presidente Enrique Peña Nieto, y el propio Guajardo.

Porque hay que ver que apenas unas horas antes de que el secretario de Economía degradara la posibilidad de un resultado satisfactorio de la renegociación a 40% antes del 1 de julio y después de las elecciones “otro 40% más”, el secretario Videgaray había amarrado y concretado una llamada entre el presidente Peña y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, para dar el mensaje contrario: el TLCAN tiene muchas posibilidades de salir adelante. O sea que el presidente traía en mente todavía 80 por ciento.

En algún momento platicamos de las diferencias en el enfoque sobre hacia dónde debería llevarse el acuerdo comercial entre estos dos funcionarios. El canciller Videgaray defendía en aquel momento el lograr un acuerdo posible, aunque tuviera carencias, contra la visión del jefe negociador Guajardo que hablaba de tener el acuerdo deseable, aunque se vinieran los tiempos encima.

Hoy no tenemos tratado y no tenemos la negociación ideal, porque tenemos enfrente a Donald Trump, quien no sabe negociar sin aplastar.

Mostrar fracturas y pesimismo en el equipo mexicano es justo lo que buscan los soldados del presidente de Estados Unidos: un pleito interno en un gobierno que ya se va, donde ellos puedan obtener ventajas.

Nadie como los mexicanos para negociar tratados comerciales, son expertos y son ésos los que están en la mesa. Pero tampoco hay que perder de vista que enfrente hay mercenarios de los negocios que buscan romper el ánimo, porque en el caos que eso genera ellos pretenden ganar.

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