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Son de bisutería.  Florestán

Desde que se comenzó a publicar que la fortuna familiar de Ricardo Anaya superaba los 300 millones de pesos, el entonces presidente del PAN preparó una defensa que traía en su computadora para demostrar, decía, la falsedad de la información.

El power point se lo enseñaba a todos. Dedicaba horas del día a reuniones con medios, dueños y periodistas en las que mostraba, paso a paso, lámina a lámina, movimiento a movimiento, el origen de ese señalado enriquecimiento que era, básicamente, decía, a partir de la fortuna de su familia política.

Y la verdad es que sus datos parecían irrefutables: copias, contratos, recibos, escrituras, antecedentes, gráficas, documentos, corridas financieras, fechas, lugares, nombres, no había un punto que pareciera dejar en la oscuridad de la duda.

De ese modo el caso, jurídico, periodístico y hasta político, parecía una prueba superada por su explicación contundente más el tiempo, empeño y determinación en demostrar la falsedad de la acusación.

Todo le cuadraba.

Por eso me extraña que cuando se develó la trama del terreno que compró en 10 millones de pesos para construir una bodega que adquirió el mismo vendedor en 52 millones de pesos a través de dos prestanombres y el pago lo recibió a través de una complicada red de ingeniería financiera que cruzó por al menos dos paraísos fiscales, no tuvo la misma enjundia ni documentación para desmontarla.

Su respuesta reiterada ha sido que es una ofensiva del PRI para dañarlo políticamente, lo que es posible y lo haría cualquier partido político que tuviera una acusación de esa magnitud contra un oponente.

Pero no ha podido salir de ahí, como salió del tema familiar.

No ha ofrecido otra respuesta más que la de la intervención del gobierno a través de sus instituciones y ahora el anuncio de investigar al presidente Peña Nieto para meterlo a la cárcel de ganar el 1 de julio, central ahora en su campaña.

Pero el asunto pendiente de Anaya sigue siendo la acusación en su contra que, reitero, no ha negado en forma contundente.

Y es ahí donde está y seguirá atorado.

RETALES

1. VOLADA. Se pasaron con la versión de que José Antonio Meade estaba buscando un encuentro con Elba Esther Gordillo para sumarla a su campaña, cuando, además, hoy está en la de Andrés Manuel;

2. PENDIENTE. Raúl Esquivel, el popular Jefe Vulcano, dejó la dirección general del Heroico Cuerpo de Bomberos de Ciudad de México después de 49 años de tragahumo. Ante esta carrera destacada y este personaje admirado, es elemental que Miguel Ángel Mancera le haga un gran homenaje ante su trayectoria ejemplar e impecable, y así se lo reconozca la sociedad y la misma Asamblea Legislativa, que tantas medallas da; y

3. SACÓN. Jaime Rodríguez no quiso participar en una mesa de debate, Si Me Dicen No Vengo en ForoTV, con Margarita Zavala y Armando Ríos Piter. Después de seis días mandó un mensaje de que tenía problemas de agenda. No quiso debatir. Le sacó.

Nos vemos mañana, pero en privado

 

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