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Me pregunta/reclama un lector por qué dedico este espacio a reproducir los textos de Yoani Sánchez sobre los derechos que faltan, y las leyes draconianas que siguen vigentes en Cuba.

Porque su lista de reclamos merece ser repetida. Porque cuando esos reclamos se escuchen de verdad en todas partes, acaso serán escuchados. Porque son en su conjunto una descripción puntual, por momentos delirante, del tamaño de la opresión política que sigue pesando sobre la isla.

Porque la lista de reclamos de Yoani está muy bien escrita. Porque si yo estuviera en la situación de escribir algo así desde Cuba, quisiera tener muchos escuchas fuera de ella. Porque la primera condición para que las cosas cambien es que se puedan decir. La siguiente, quizá, es que se oigan. Porque es más interesante en estos días lo que Yoani está diciendo de Cuba que lo que a mí se me ocurre decir de México. Porque me conmueven las implicaciones opresivas, política y mentalmente, de los derechos abolidos en que repara Yoani Sánchez. Por ejemplo:

El derecho a que “el Gobierno no utilice a nuestros hijos como ‘carne de cañón’, para hacer geopolítica en otras partes del mundo, como en #Angola y #Etiopía y ahora #Venezuela”.

El derecho a que “nadie en esta Isla sea llamado o acusado de #gusano, #anticubano, #enemigo o #traidor por el solo hecho de no compartir las ideas del Partido Comunista”.

El derecho a que “no se sigan escondiendo las verdaderas cifras de prostitución infantil (enmascaradas tras una mayoría de edad ubicada oficialmente en los 16 años), y a que se publiquen los números de robos, asesinatos o agresiones que ocurren en el país”.

El derecho a “vivir en un país sin dualidad monetaria, sin esta larga y penosa esquizofrenia, que divide la vida nacional entre los pesos cubanos (con los que se pagan los salarios) y los pesos convertibles (los que se necesitan para sobrevivir)”.

El derecho a que “ahora mismo ningún #cubano tenga miedo de escribir libremente sus opiniones, para que estos tuits que he mandado no me cuesten más represión de la que ya he vivido, para que un día mis nietos puedan decir abiertamente lo que piensan”.

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