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Las agencias calificadoras deberían ser como “los reporteros” de los mercados financieros. Ser testigos de los acontecimientos y no protagonistas de los hechos que después califican.

Pertenece ya más al sentido común que al análisis financiero adelantar que una eventual salida de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sería dañina para la economía mexicana.

Pero añadirle a ese perro flaco las pulgas de una amenaza de degradar la calificación crediticia por lo que podría pasar poco ayuda a la confianza.

El director de Moody’s México, Alberto Jones, anticipa que si México se queda sin el acceso a Estados Unidos por la vía del TLCAN, Moody’s podría rebajar la nota crediticia de la deuda mexicana del actual “A3” a “Baa1”.

¿Análisis, sentido común o advertencia?

Así una agencia crediticia se convierte en juez y parte. Influye con sus comentarios de manera negativa en el nerviosismo de los mercados que ahora saben que en el momento que en el gobierno de Washington, o la delegación mexicana, o quien sea, anuncie el final del TLCAN como lo conocemos, tenemos garantizada una degradación crediticia en automático.

La conclusión de esta firma es que las exportaciones caerían y la economía mexicana tendría una contracción. Así, a priori, sin el mínimo beneficio de la duda al llamado plan B, Moody’s ya adelantó el trágico destino del México pos-NAFTA.

Así como un portero no puede apostar a que le van a meter gol a su equipo, así una firma calificadora no debería adelantar una decisión de degradación sin conocer con total certeza las consecuencias de un evento.

No sabemos realmente cuál será la reacción que tendría el Estado mexicano ante esta posibilidad real. Puede proponerse ya probarse una ley que dé certeza a las inversiones, pueden legisladores y empresarios estadounidenses frenar la salida de su país del TLCAN con una orden judicial. En fin, sobran los escenarios antes de pronosticar la debacle.

Es un hecho que ese día veremos un caos en los mercados financieros, porque a pesar de que el peso en su relación frente al dólar ya adelantó un mal resultado, es un hecho que se puede prever una depreciación. Ya veremos a la Comisión de Cambios abriendo la llave de las reservas y al propio Banco de México tomando decisiones monetarias. En fin.

Pero no hay garantía de un derrumbe en las exportaciones ni de una contracción económica, porque ni siquiera tenemos claros los tiempos, y la dinámica comercial es diferente a los ritmos de una decisión política, que además tiene que enfrentar muchos filtros antes de concretarse.

Pero si Moody’s me avisa que va a degradar a México si se cumple la amenaza de Donald Trump, no sabemos si lo hará en el minuto siguiente al tuit del presidente de Estados Unidos o uno o dos días después.

Ya hay suficiente tensión como para tener a los jueces del cumplimiento del pago de las deudas augurando plagas apocalípticas para la economía mexicana.

Con el inevitable cruce de la renegociación del TLCAN con los tiempos políticos pueden hasta sonar extraños los señalamientos que a priori adelantan castigos a la economía sin dar tiempo de conocer las reacciones y las consecuencias reales.

Por lo pronto a su balance de riesgos agregue el adelanto de esta degradación crediticia pronosticada para México.