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Pregunto nuevamente: ¿puede la antigua y robusta democracia americana volverse una autocracia bajo Trump? ¿Puede hacerlo sin violar la ley, llevando solo a sus últimas consecuencias los vacíos constitucionales en materia de división de poderes y de pesos y contrapesos de la democracia que celebró Tocqueville?

Esto es lo que según muchos observadores ha empezado a suceder bajo el mandato de Trump. Los primeros días de su presidencia han sido un tour de force contra las restricciones que la ley y la costumbre imponen al presidente estadunidense.

En condiciones normales, los presidentes de Estados Unidos tienen poderes extraordinarios. No están sujetos a las reglas de conflicto de interés entre su puesto y su riqueza; tienen una capacidad de perdonar no acotada legalmente; pueden nombrar y remover a los funcionarios de mayor rango del gobierno, entre ellos a los fiscales federales de los estados; y son comandantes natos del mayor poder militar que hay sobre la tierra, con el poder, único e incompartible, de activar un arsenal de bombas atómicas que puede destruir el mundo.

Los contrapesos a estos poderes enormes son los límites a la reelección indefinida, la independencia de los poderes judicial y legislativo, y el vigor único y desbordante de la opinión pública.

Trump tiene mayoría en el Congreso, puede moldear una Suprema Corte amigable a su proyecto nombrando ministros propicios y ha emprendido una batalla abierta con la independencia de los jueces si fallan contra sus órdenes ejecutivas. Pienso en la prohibición migratoria para viajeros provenientes de ciertos países de mayoría musulmana, cuya suspensión le costó a James Robart la descalificación presidencial.

La fractura de opinión pública y el desprestigio de los medios traídos a la política americana por Trump apenas pueden exagerarse.

Ha convertido el periodismo crítico en “periodismo falso” (fake news), el reino de los hechos en el anverso de los “hechos alternativos” y la verdad en “postverdad”.

Los celebrados pesos y contrapesos de la democracia estadunidense están bajo asedio, en la mayor prueba o el mayor desafío político de las últimas décadas y parecen incapaces de, efectivamente, equilibrar y balancear.

La democracia estadunidense parece débil y en riesgo bajo la ofensiva autocrática de Trump.

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