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Después de coquetear a mediados de abril con los máximos históricos establecidos en mayo del 2015, los principales índices accionarios de Estados Unidos han tenido un ajuste a la baja de aproximadamente 3 por ciento.

A pesar de que los niveles de aversión al riesgo se mantienen muy por debajo de los experimentados a principios de año, algunos observadores consideran que podríamos estar en la antesala de una nueva ola de volatilidad que podría llevar a generar pérdidas importantes en los principales índices accionarios.

A principios de año, identificamos cuatro riesgos principales que jugaron un papel fundamental en la fuerte caída en los índices bursátiles: i) la dramática y continua caída en los precios del petróleo y otros commodities; ii) la incertidumbre sobre la magnitud de la desaceleración de la economía china; iii) el impacto de una política monetaria menos acomodaticia en Estados Unidos y iv) el impacto de todos estos factores sobre las economías emergentes.

De entonces a la fecha, los hechos han ayudado a atenuar algunos de estos riesgos. En primer lugar, los precios del petróleo parecen haber tocado fondo y se han recuperado para estabilizarse en un rango más razonable. En segundo lugar, hay indicios de que la economía china se está desacelerando, pero de manera ordenada. En tercer lugar, la Reserva Federal (Fed) ha decidido tomar una postura más paciente en cuanto a la normalización de tasas en Estados Unidos. Finalmente, la combinación de estos factores ha creado un entorno más favorable para los mercados emergentes.

Con el beneficio de la retrospección, pareciera que esos riesgos se sobredimensionaron a principio de año, pero la realidad es que en ese momento constituían amenazas tangibles. El riesgo de sobredimensionamiento siempre existe y durante los últimos meses se han venido gestando nuevos factores de riesgo que aún no se convierten en amenazas de alta probabilidad pero que sin duda traerán ruido, probablemente mucho ruido, durante los próximos meses.

Dentro de estos nuevos riesgos podemos identificar los siguientes: i) la economía global sigue sin despuntar y hay focos importantes de desaceleración; ii) el consumo en Estados Unidos —principal motor de la economía— se está desacelerando y los datos del segundo trimestre serán claves para cuantificar qué tan grave es la desaceleración; iii) la recuperación en los precios de los commodities podría presionar la inflación en Estados Unidos; iv) las elecciones en EU y la presencia de Donald Trump; v) la posible salida del Reino Unido de la comunidad europea 
(Brexit) y vi) la incertidumbre sobre si la Fed subirá las tasas de manera más agresiva de lo que está descontando el mercado.

Sin duda, el riesgo más importante, aunque también el menos probable, es una victoria de Trump en las elecciones de Estados Unidos, ya que su victoria, como comentamos en otra edición de Sin Fronteras, podría desatar una ola de proteccionismo y represalias comerciales a nivel internacional que sumirían al mundo en recesión.

No obstante, cualquier resbalo por parte de Hillary Clinton o la más mínima impresión de un ataque terrorista en Estados Unidos provocarán mucho ruido en el mercado. Por otro lado, el tema del Brexit no es menor. El Reino Unido debe permanecer en la comunidad europea, no hay razón alguna, más que populismo político, para que se vote por su salida. Los otros riesgos no son tan frontales, pero no se pueden subestimar.

La economía estadounidense está en desaceleración, pero difícilmente entrará en recesión. Si se prolonga la desaceleración, la Fed no subirá las tasas y esto debe apuntalar un poco los mercados. Los nuevos riesgos no están separados de los que identificamos a principios de año y sería peligroso descartar un nuevo resurgimiento de los factores que azotaron a los mercados en enero y febrero.