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La semana pasada, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio a conocer los números preliminares del Producto Interno Bruto (PIB) para el primer trimestre del 2016. La cifra de crecimiento con respecto al primer trimestre del 2015 fue de 2.7% —por arriba del consenso de mercado que se ubicaba en 2.4 por ciento.

Sin embargo, dicha cifra se vio ligeramente afectada de manera negativa por factores estacionales, ya que el primer trimestre del 2016 contó con menos días laborales que el mismo trimestre del año anterior.

De acuerdo con el Inegi, las cifras desestacionalizadas arrojan un crecimiento anual de 2.9% con respecto al mismo trimestre del año pasado, lo cual representa el crecimiento más acelerado bajo este criterio desde el segundo trimestre del 2012.

Asimismo, el incremento medido de manera desestacionalizada contra el trimestre inmediato anterior —es decir, el cuarto trimestre del 2015— registró un aumento de 0.8%, lo cual se compara favorablemente contra 0.5, 0.8, 0.6 y 0.5% de los últimos cuatro trimestres. De igual manera, al anualizar 0.8%, al estilo de la publicación de las cifras del PIB en Estados Unidos, se obtiene un crecimiento aproximado de 3.1%, que aún es consistente con el rango estimado de crecimiento para el año completo de 2.6-3.6% establecido por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en los criterios generales de política económica para el 2016, publicados en septiembre del 2015.

El crecimiento del PIB estuvo impulsado por el sector servicios que registró un aumento de 3.7% con respecto al primer trimestre del año pasado. En segundo lugar, la producción del sector agropecuario registró un crecimiento anual de 3%, mientras que el sector industrial fue el más débil, con un crecimiento de 0.7 por ciento.

La debilidad en la actividad industrial se explica por dos factores: 1) un menor dinamismo de las exportaciones no petroleras como consecuencia de una desaceleración en el sector manufacturero de Estados Unidos; y 2) el doble impacto negativo de la caída de los precios del petróleo y la disminución en la plataforma productiva de Pemex. Pero hay señales positivas en otros segmentos de este rubro, como la construcción, que creció a un ritmo anual de 3.7% de acuerdo con las cifras de enero y febrero (los datos para el trimestre completo aún no se publican).

A nivel agregado, la debilidad del sector industrial ha sido más que compensada por una continua recuperación del consumo, que se ha convertido en el principal motor de crecimiento del PIB.

El consumo se ha visto favorecido por cuatro factores principales: i) un aumento en el empleo formal; ii) un crecimiento en los salarios reales; iii) una expansión del crédito al sector privado, y iv) un incremento importante en las remesas que reciben las familias mexicanas del exterior.

Estos envíos juegan un papel clave en el consumo privado porque las familias que las reciben destinan la mayor parte de estos recursos al consumo. Las remesas se han beneficiado a su vez de dos factores: el primero es la fuerte recuperación en los niveles de empleo en EU —principalmente de sectores como la construcción y el comercio en restaurantes, en donde se concentran muchos trabajadores que envían remesas a México; el segundo es la depreciación del peso, las remesas medidas en moneda nacional presentaron un aumento de 43% en el primer bimestre del año con respecto al mismo periodo del año anterior.

Si el consumo doméstico se mantiene firme, como lo ha hecho durante los últimos 15 meses, y las exportaciones no petroleras se recuperan de la mano de la actividad manufacturera en Estados Unidos, todo indica que la economía mexicana podría mantener un ritmo de crecimiento para el segundo trimestre similar o superior al del primero, por supuesto, suponiendo que no habrá choques externos.