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La semana pasada, China estableció su meta de crecimiento económico para este año en un rango de 6.5 a 7%, cifra que representa la expectativa oficial más baja desde el 2004. El anuncio no constituye una sorpresa mayor, ya que el consenso de los principales economistas se ubica incluso por debajo del objetivo del gobierno.

El modelo de crecimiento chino se encuentra en una etapa de transición/agotamiento que representa un desafío muy importante para China y la economía global.

Vale la pena recordar que la economía china experimentó una de las transformaciones más fascinantes de la historia, pasando de ser una economía rural hace 50 años a ser la segunda más grande del mundo, creciendo a una tasa anual promedio cercana a 10% durante tres décadas.

Durante buena parte de este amplio periodo de crecimiento acelerado, el modelo económico estuvo principalmente basado en la migración de la población rural a las grandes ciudades, para trabajar en la industria manufacturera de exportación, donde la incorporación a la fuerza laboral de estos migrantes rurales permitió a China ofrecer ventajas competitivas claras en términos de costos laborales.

Esta etapa del modelo económico fue generando rendimientos decrecientes conforme la gran migración fue agotándose y la fuerza laboral dejó de crecer tan rápido, elevando los costos laborales y restando competitividad a la industria manufacturera. Hacia la mitad de la primera década de este siglo, el modelo chino entró a una segunda etapa, donde la manufactura y las exportaciones cedieron paso a la inversión pública como el principal motor de crecimiento.

No obstante, este modelo de crecimiento basado en la inversión pública también ha llegado a su fase de agotamiento, ya que ningún país puede ser suficientemente productivo para reinvertir 50% de su PIB en infraestructura y otros bienes de capital —el promedio de inversión en otras economías en fase acelerada de desarrollo es más cercano a 30%— sin provocar un problema de sobrecapacidad y retornos decrecientes.

Este argumento es de libro de texto, ya que el retorno marginal del capital es decreciente y la velocidad a la que China ha venido invirtiendo hace que los retornos decrecientes lleguen muy rápido. Esto es evidente en el gran número de carreteras sin tráfico y los trenes y aeropuertos vacíos.

El gobierno chino está consciente de esta situación y está tomando medidas concretas para acelerar la transición del modelo económico a una tercera etapa, basada en el consumo doméstico como principal motor de crecimiento.

El reto es complicado ya que los consumidores chinos mantienen una baja propensión a consumir y un alto nivel de ahorro, a pesar del crecimiento observado en el ingreso disponible. Es por esto que China busca implementar reformas y estímulos tanto monetarios como fiscales para apuntalar el crecimiento e impulsar una mayor participación del sector privado.

Por un lado, el gobierno ampliará su déficit público hasta un rango entre 3 y 3.5% del PIB y el Banco Popular Chino está estimulando el crédito hasta correr el riesgo de generar una burbuja de crédito.

China no se puede dar el lujo de una desaceleración por debajo de 5%, ya que esto frenaría la gran migración de parte de la población en pobreza a la clase media y es por esto que utilizará todas las herramientas de política económica para superar este objetivo, ya que hoy la productividad y el crecimiento de la fuerza laboral, dos de los grandes pilares de la época de oro china, se han desacelerado considerablemente.