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En EE.UU. las hispanas pobres tienen más probabilidades de ser diagnosticadas con cáncer
Fotografía sin fecha cedida por la American Cancer Society (ACS) donde aparece Eva (i), una mujer puertorriqueña posando frente a un panel de lucha contra el cáncer en el Bronx, Nueva York (EE.UU.). EFE/ American Cancer Society

Eva recuerda con tristeza cómo su médico menospreció sus preocupaciones por una masa en su pecho, una historia que parece repetirse en los vecindarios racial y económicamente segregados, donde las hispanas tienen muchas más probabilidades de recibir un diagnóstico de cáncer de mama o cuello uterino en etapas avanzadas, según un estudio de la American Cancer Society (ACS).

“Me dijo (el médico familiar) que eso no era nada”, contó Eva, una puertorriqueña residente en el Bronx (Nueva York) sobre las dificultades que enfrentó para ser diagnosticada con cáncer de mama en etapa tres.

En ese entonces, la latina estaba convencida de que el calambre y el dolor que sufrió tras tocar la masa debajo de su seno izquierdo eran el signo de “algo grave”. Ese presentimiento fue el que le hizo enfrentarse con su doctor y exigir que se le hiciera un examen.

“A mí no me importa lo que tú dices, mi cuerpo me dice una cosa diferente, me haces los estudios o me llamas a tu supervisor”, evoca la hispana con amargura sobre el debate con su médico.

Eva no es la única latina que ha enfrentado obstáculos para obtener el diagnóstico, según los resultados de un estudio publicado este miércoles en la Revista del Instituto Nacional del Cáncer (JNCI).

La investigación, que analizó casi 100 mil casos del Registro de Cáncer del Estado de Nueva York, entre 2008-2019, mostró que las barreras estructurales en los barrios segregados continúan retrasando el diagnóstico de cáncer de mama y de cuello uterino, incluso entre las personas elegibles para la detección, según explicó Qinran Liu, investigadora postdoctoral en la ACS y autora principal del estudio.

La segregación influye en el diagnóstico de cáncer

Esta investigación es la primera en utilizar datos de distritos censales (el nivel geográfico más granular disponible en los registros de cáncer) para examinar cómo la segregación económica racial influye en el diagnóstico en etapa avanzada de los tres principales tipos de cáncer, (mama, cuello uterino y colorrectal) detectables simultáneamente.

A cada caso de cáncer analizado, los investigadores le asignaron una puntuación de segregación vecinal y se les clasificó en cuatro categorías, de menor a mayor segregación, para comparar las tasas de incidencia de diagnósticos de cáncer en etapa temprana y tardía.

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Los resultados del estudio mostraron que las tasas de incidencia (TI) tanto para el cáncer de mama como para el de cuello uterino en estadios avanzados y localizados fueron significativamente más altas en áreas con bajos recursos económicos y con alta concentración racial (ya sea de población negra no hispana o hispana) en comparación con las áreas más ricas de esa misma población.

Y es que el análisis de los datos sugiere que en general las redes de apoyo en los barrios hispanos “podrían mitigar” los efectos adversos para la salud que suelen estar asociados con la segregación racial.

“Estas comunidades pueden brindar efectos protectores a través de programas de salud culturalmente apropiados, apoyo psicosocial y participación comunitaria que promueven conductas de búsqueda de atención médica y facilitan diagnósticos tempranos”, indicó Liu.

Barreras para la salud

Sin embargo, en los barrios hispanos económicamente desfavorecidos que enfrentan barreras estructurales, como una menor cobertura de seguro médico y retos financieros, se observó una disminución de los posibles efectos protectores asociados con las altas concentraciones de hispanos.

“Estas barreras se ven agravadas por el aislamiento lingüístico y los desafíos relacionados con la inmigración, que restringen aún más la búsqueda de atención médica por parte de las personas de bajos ingresos de origen hispano y dificultan la navegación en el sistema de salud”, ahonda la investigadora.

A Eva, de 61 años, le preocupa que más hispanas enfrenten una situación parecida a la de ella.

“Es que no solo fue el diagnóstico, a mí no me llamaron a explicarme que tenía cáncer, me mandaron directamente a las quimioterapias, y allí fue donde la doctora me dijo que ya me estaba llegando a la garganta, eso no es justo”, indica la puertorriqueña que ha vivido la mayor parte de su vida en el Bronx.

En ese sentido, Liu advierte que estos hallazgos proporcionan a los sistemas de salud y a los responsables de la formulación de políticas evidencia para dirigir la difusión bilingüe, la orientación de pacientes y la asistencia con seguros y costos a las comunidades más necesitadas.

“Reconocer tanto el riesgo como la resiliencia ayuda a diseñar intervenciones personalizadas según las necesidades de cada comunidad”, añade.

Por su parte, Eva, que se encuentra en remisión desde hace varios años, pero con chequeos cada seis meses, anima a las hispanas a buscar ayuda, y no “dejarse vencer” por los obstáculos del sistema.

Con información de EFE.