Es imposible hacer un pronóstico de cuál será el devenir de cada una de esas advertencias, porque estamos a expensas de los estados de ánimo de un Presidente que se comporta como un emperador
Hasta hoy son tres las amenazas de Donald Trump de aplicar aranceles a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos: las de la prórroga por temas de migración y fentanilo que vence a principios del próximo mes, las del aluminio y el acero aplicables el 12 de marzo y las de abril por temas de déficit comercial.
Es imposible hacer un pronóstico de cuál será el devenir de cada una de esas advertencias, porque estamos a expensas de los estados de ánimo de un Presidente que se comporta como un emperador.
Pero, suponiendo que haya una nueva prórroga a los impuestos de importación por temas relacionados con migración y narcotráfico, la siguiente amenaza es global y, dependiendo la reacción, puede ser la más contraproducente para el propio Estados Unidos.
Otra vez, si se buscan argumentos lógicos, no es el personaje para una discusión en ese nivel.
El argumento de que México compra más acero y aluminio del que vende al norte no le va a tocar el corazón a Donald Trump.
La Cámara Nacional de la Industria del Acero da la cifra de un superávit para Estados Unidos de 2.3 millones de toneladas de acero el año pasado y evidentemente pide reciprocidad, una represalia en espejo, pero puede no ser la mejor respuesta.
El propio acuerdo comercial vigente entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, exige que cualquier tarifa compensatoria de respuesta tendría que ser en el mismo sector.
Sí, pero si Estados Unidos aplica esos aranceles sería el equivalente a su desprecio al acuerdo comercial vigente y, por lo tanto, México no estaría obligado a responder en espejo en el sector acerero.
Lo que menos le conviene a México es imponerse un sobrecosto a una materia prima elemental para la industria de la transformación como el acero y el aluminio, al contrario, que los fabricantes estadounidenses, de autos, electrodomésticos, maquinaria y demás, paguen el sobre costo y entonces esos sectores industriales le armen una manifestación a Donald Trump por el daño tan grave que les va a provocar.
Y México, mientras tanto, siga produciendo a costos competitivos que presionen una solución a esos aranceles específicos.
Podemos decir que en México esa es la única transformación que sí ha funcionado, la industria de la transformación, y no vale la pena aplicarles un castigo arancelario a sus materias primas, al menos no en una primera instancia.
Cuando se piense en represalias, una vez que Estados Unidos haya incumplido el pacto comercial, México tiene experiencia en mandar dardos de precisión a los sectores productivos con vínculos republicanos que más les duelen.
Pero, calma, todo eso es ya un escenario de una descarnada guerra comercial que afectaría a toda la región, de hecho, a todo el mundo.
Falta un mes antes de la aplicación de los aranceles a los metales, al menos 15 días para la imposición de los impuestos relacionados con la migración y el fentanilo y más de dos meses para los otros aranceles de la amenaza vigente hasta hoy.
Sin dejar de ver el peligro real que es Donald Trump, pero el cabildeo interno en su país podría hacerlo reconsiderar uno, o todos, esos castigos con los que hoy amenaza.
Una vez que Estados Unidos haya incumplido el pacto comercial, México tiene experiencia en mandar dardos de precisión a los sectores productivos con vínculos republicanos que más les duelen.