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El Presidente dice que la estrategia de sus adversarios políticos en las elecciones presidenciales que vienen es darle un golpe de Estado técnico.

¿Cuándo? Cuando sus partidarios y su candidata presidencial ganen la elección y “los conservadores” desconozcan los resultados, manipulen a los jueces electorales, y a los jueces en general, para dar así un “golpe blando”, “técnico”, apoyado luego por otras fuerzas.

La advertencia presidencial niega su certidumbre de que su candidata y su partido ganarán arrasadoramente las elecciones de junio, en las que esperan obtener la mayoría calificada en el Congreso, el 66% de los votos.

Uno se pregunta cómo podrían unos jueces electorales o unos jueces a secas anular una victoria tan contundente como la que esperan el Presidente y sus encuestadores: ganancias por márgenes de 20 o 30 puntos, según distintas encuestas.

Los márgenes de decisión de los jueces electorales sólo pueden cambiar los resultados en elecciones parejas, donde la impugnación exitosa de un estado o de una ciudad importante, pueden cambiar por la anulación de unos pocos votos el resultado final de la elección.

Pero si Morena va a ganar por veinte o treinta puntos, como dicen los encuestadores y el Presidente, no hay siquiera posibilidad legal de querellarse contra los resultados.

Con esas ventajas declaradas, el Presidente y su candidata no tienen nada de qué preocuparse, a menos de que crean que los conservadores pueden comprar a los jueces electorales para que desconozcan resultados apabullantes, o puedan comprar al ejército para que imponga el resultado antidemocrático a punta de bayonetas.

El hecho de la vida real es que quien tiene a medio capturar a los jueces electorales de México es el Presidente y es también el Presidente quien tiene al ejército comiendo de su mano.

La única opción que habría en México de un fraude técnico apoyado por los jueces y por el ejército, sería un triunfo por pocos puntos de la oposición, revertido por el gobierno.

Se diría que en estas anticipaciones aparentemente locas el Presidente rumia en voz alta sus miedos de lo que puede pasar. Y esboza lo que haría si pierde.

Hay que tomar sus palabras como un autorretrato de miedos y propósitos frente al 2 de junio.