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El presidente mostró al mundo el número telefónico de una periodista que lo cuestionó y dijo que si a la compañera le molesta, pues que lo cambie. Rápido, apareció en redes el número telefónico de un hijo del presidente, quien respondió con un reto:

“Deseo seguir manteniendo la privacidad de mi familia y la mía propia HASTA QUE DECIDA LO CONTRARIO”. En redes le respondieron, si te molesta, pues cambia el número. Sin embargo, de acuerdo con la ley, el hijo del presidente tiene toda la razón.

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El problema es que el presidente dice que “por encima de la ley está mi autoridad”. O sea, el Jefe del Estado mexicano abre una brecha inquietante para que quien quiera sentirse con autoridad, esté por encima de la ley.

Y ha sido la marca de la casa durante el actual gobierno en México: el presidente ha hecho lo que ha querido sin ninguna deliberación, bastándole siempre considerar algo como correcto para que fuera correcto, sin mediación razonable alguna.

Por ejemplo, el presidente le respondió al reciente discurso del ciudadano Lorenzo Córdova en el Zócalo con un audio grabado a éste de manera furtiva, cuando era Presidente Consejero del INE: el audio muestra que, en privado, puede ser racista y grosero.

Para referirse a alguien que él cree que habla como indios en las películas de Hollywood, Córdova usa 98 palabras en las que inserta 21 veces las expresiones “no mames”, “cabrón” y “güey”. Como cualquiera en privado. Además, la grabación es ilegal.

Sin embargo, el presidente que dice estar por encima de la ley, la divulgó sin ninguna deliberación, bastándole siempre considerar algo como correcto para que fuera correcto, sin mediación razonable alguna.

Desde su irrupción en la política, el actual presidente actúa de esa manera, sólo que, ya a falta de siete meses que entregue la presidencia, según la ley, esa manera de actuar se ha exacerbado, como en el episodio del número de teléfono de la periodista.

Episodio que se habría evitado si alguno de sus asesores lo hubiera ayudado tachando el número telefónico del documento que presentó. Quizá ni lo revisaron antes. O sea, otra vez lo mismo: sin ninguna deliberación, sin mediación razonable alguna.

Sin pensar, así porque sí, tal como va; igual que en el caso del audio de Córdova, sobre el cual el presidente recuerda al padre de éste (quien por cierto fue su cercano colaborador) el fallecido politólogo e historiador Arnaldo Córdova:

“Los hijos de los hombres famosos no son tan inteligentes como ellos piensan; y casi todos terminan convertidos en niños mimados, descoloridos y acomodaticios”.

La conferencia matutina del presidente debería cambiar su enfoque colérico.

Porque es imposible vivir en un mundo sin consecuencias.