Llenarán el vacío que deje el gobierno, dice el experto en seguridad Eduardo Guerrero, y anticipa lo que puede esperarse adelante
Antes de Otis, Acapulco ya era la décima ciudad más violenta del mundo: 66 homicidios diarios. Estaba drenada por el crimen en todas sus variedades, especialmente en la de sus gobiernos locales: complicidad, impotencia, y las dos.
La queja que está en todas las bocas del puerto es la falta de policías, soldados y guardias nacionales en los barrios siniestrados de la ciudad.
Una escena común es la de vecinos haciendo barricadas y guardias para defender sus casas y sus negocios del pillaje.
Durante estos días Acapulco ha vivido en el estado de naturaleza de que habló Hobbes: cada quien su violencia y su miedo.
Hay desde luego soldados y guardias nacionales, han empezado a hacerse sentir, pero es claro que no llegaron en número suficiente, eficaz, ni proporcional al desastre.
¿Dónde estaban?, se pregunta, entre otros, Jorge Castañeda.
En las otras tareas absurdas que les dio el Presidente: haciendo trenes inútiles, aeropuertos de pacotilla, manejando aeropuertos, puertos y aduanas. La Guardia Nacional, persiguiendo migrantes.
Si alguna experiencia tenían las fuerzas armadas de México era su atención a los desastres naturales. No las hemos visto cumplir eso en Acapulco.
Su pobre presencia estos días dejó la ciudad en manos de ciudadanos desesperados y de las bandas de criminales, que en parte ya eran sus dueños y que tienen, sobre el resto de la gente del puerto, la atroz ventaja de tener jefes y armas, y no tener piedad.
Llenarán el vacío que deje el gobierno, dice el experto en seguridad Eduardo Guerrero, y anticipa lo que puede esperarse adelante:
Primero, un aumento de robos y delitos.
Segundo, que las bandas locales se extiendan hacia el resto de Guerrero, Morelos y el Valle de México.
Tercero, que chupen de la reconstrucción, extorsionen a transportistas, y el reparto de víveres, materiales y dinero.
Cuarto, que se hagan presentes como benefactores rumbo a las elecciones de 2024, amenacen a partidos y candidatos, y se queden con muchos gobiernos locales.
“No es un escenario descabellado pensar”, dice Guerrero, “que dentro de un año Guerrero siga devastado y, además, con gobiernos locales controlados por el crimen organizado”.
¿Y los policías, y los soldados, y los marinos, y la Guardia Nacional?