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La atención de los mercados esta semana estaba concentrada en la publicación de las minutas de la última reunión de la Fed programada para ayer miércoles.

El enfoque principal de los observadores estaba en la búsqueda de información relevante sobre el programa de reducción del tamaño del balance de la Fed. Sin embargo, la vicegobernadora de la Fed, Lael Brainard, en un discurso ante la Fed de Minneapolis el martes, anticipó que la Fed comenzará a reducir su balance en mayo y que lo hará a un “un ritmo veloz”.

Estos comentarios provocaron un ajuste importante en los mercados de renta fija y variable ya que el consenso era que la Fed esperaría hasta la segunda mitad del año para iniciar el proceso de reducción de su balance y que el ritmo de reducción sería muy gradual, comenzando por dejar de reinvertir los intereses y vencimientos de los instrumentos que fue acumulando en su como resultado de los estímulos cuantitativos de los últimos años.

Como hemos comentado en este espacio, el balance de la Fed pasó de 4.2 billones de dólares en febrero del 2020 a casi 9 billones de dólares actualmente. Para dar un poco más de contexto, el monto inyectado entre el 2020 y el 2021 es casi 10% superior al monto que se inyectó del 2008 al 2014 para combatir la Gran Recesión.

Entre finales del 2008 y mediados del 2014 la Fed inyectó 3.9 billones de dólares, inflando su balance de 0.6 billones a 4.5 billones de dólares. Cuando concluyó el programa de estímulos cuantitativos, en el 2014, la Fed adoptó un proceso muy gradual de normalización del tamaño de su balance.

Primero, dejó de comprar bonos a finales del 2014 pero siguió reinvirtiendo los recursos provenientes de las amortizaciones e intereses durante casi cuatro años. No fue sino hasta el 2018 que la Fed comenzó con el retiro de liquidez, vendiendo instrumentos y reduciendo el tamaño de su balance de manera muy gradual.

La reducción, que comenzó a principios del 2018 y se vio interrumpida en septiembre del 2019, llevó el balance de 4.5 billones a 3.8 billones. Sin embargo, en octubre del 2019 la Fed consideró que era necesario inyectar un poco de liquidez a los mercados de manera temporal e incrementó el tamaño de su balance a 4.2 billones para el cierre del año.

Aunque la idea de la Fed era reanudar el retiro de liquidez en el 2020, la llegada de la pandemia obligó a la Fed a adoptar medidas extraordinarias para inyectar liquidez nuevamente. En sus declaraciones, Brainard comentó que la recuperación actual ha sido mucho más robusta y rápida que la observada en el ciclo posterior a la Gran Recesión del 2008-09 y que dicha situación amerita un proceso de retiro de liquidez más corto y agresivo en comparación con el del 2014-2019.

Asimismo, Brainard consideró que la combinación de una mayor restricción cuantitativa aunada al proceso de alzas en la tasa de interés de referencia debería llevar a la Fed a tener una postura monetaria más neutral hacia finales de este año.

Algunos observadores interpretaron esta última declaración como un mensaje de que la Fed estaría pensando en subir las tasas de manera más agresiva a lo transmitido en su último anuncio de política monetaria –que incorpora seis incrementos más de un cuarto de punto cada uno en lo que resta del año.

El cambio de señal en cuanto al timing y ritmo del proceso de retiro de liquidez por parte de la Fed implica un cambio importante en la demanda por bonos del Tesoro que podría tener un impacto desordenado y mayor al esperado en las tasas de interés de mediano y largo plazos con implicaciones muy importantes para los mercados.

Ésta sería la primera vez en más de 10 años que la Fed no tiene una postura francamente expansiva. Aunque otros bancos centrales –principalmente el de China– podrían seguir inyectando liquidez, es indispensable que nos preparemos para un entorno de menor liquidez en el que los mercados se han vuelto adictos a la liquidez quasi-infinita provista por los bancos centrales durante los últimos 14 años.