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El resultado del referéndum del domingo ha puesto a Grecia en una trayectoria de colisión directa con los líderes de la eurozona y ha aumentado la probabilidad de salida considerablemente.

Aunque todavía existe la posibilidad de que Grecia y el Eurogrupo lleguen a un acuerdo antes del 20 de julio —fecha límite en la que Grecia enfrenta un vencimiento de 3,500 millones de euros ante el Banco Central Europeo—, este escenario requeriría de concesiones importantes hacia Grecia en temas en los que el Eurogrupo ha sido inflexible en otros casos como el de España, Irlanda y Portugal.

En las condiciones actuales, la disyuntiva de Grecia entre enfrentar un proceso de ajuste económico dentro o fuera de la eurozona es una elección entre dos opciones devastadoras.

Grecia sabe que si acepta las condiciones de austeridad del Eurogrupo y se mantiene en la eurozona, está condenada a una década perdida con desempleo masivo. Aunque las reformas estructurales podrían mejorar la productividad de la economía, esto sin duda tomaría mucho tiempo, y aunque las privatizaciones podrían reducir la deuda, la relación deuda a PIB difícilmente mejoraría en un entorno recesivo.

En este contexto, parecería que el abandono del euro es la solución menos mala; no obstante, la experiencia de otros países sugiere que la salida de Grecia de la eurozona podría ser mucho más caótica y traumática que su permanencia.

En un artículo publicado en Bloomberg hace unos días, Domingo Cavallo, ministro de Finanzas de Argentina en la crisis del 2001, argumenta que la salida de la zona euro llevaría a una contracción masiva de la actividad económica y de los salarios, como sucedió en Argentina.

Para Cavallo, Grecia estaría mejor aceptando las condiciones de austeridad y realmente comprometiéndose a las reformas estructurales. Aunque Cavallo está consciente de que en el caso de Argentina la depreciación de la moneda jugó un papel fundamental para reactivar el crecimiento económico de manera robusta, esto se dio en un contexto global sumamente benéfico para Argentina. La depreciación del peso argentino se dio al mismo tiempo que un boom en los precios de las principales materias primas de exportación argentinas.

En otro artículo, elaborado por Guillermo Ortiz y Mario Blejer, ex gobernadores del banco central de México y Argentina, respectivamente, publicado por The Economist en el 2012, los autores describen cómo los controles de capitales y el corralito provocaron una crisis bancaria y de liquidez que a su vez detonaron una nueva contracción en el PIB.

Para Ortiz y Blejer, el abandono del euro requeriría de una redenominación de los activos y pasivos bancarios, contratos, precios y salarios de euros a una nueva moneda.

En el caso de Argentina, los autores apuntan, la pesificación terminó por afectar mucho más a los ahorradores y beneficiar a los acreedores.

Para los ex banqueros centrales, el abandono del euro aceleraría la corrida en contra de los bancos y generaría desconocimiento de contratos y bancarrotas masivas que sin duda resultarían en una nueva contracción masiva de la actividad económica.

La solución más funcional es una donde se tendrían que cumplir los siguientes puntos: i) un relajamiento en las condiciones de austeridad por parte del Eurogrupo (principalmente en el tema de las pensiones); ii) una reducción implícita en el valor real de la deuda griega, mediante una nueva extensión de plazos y una fuerte reducción en la tasa de interés, y iii) un plan concreto y detallado de reformas estructurales y privatizaciones.

Las autoridades europeas han establecido el domingo como fecha límite para poder llegar a un acuerdo, aunque la fecha límite real es el 20 de julio. Después de cinco años de ida y vuelta, el desenlace final se aproxima.