Minuto a Minuto

Internacional Perros robóticos con rostros de Musk, Bezos y Picasso acaparan la atención en Art Basel
El artista Beeple presentó en Art Basel Miami Beach perros robóticos con cabezas de figuras como Musk y Warhol en su instalación 'Regular Animals'
Internacional Andrea Bocelli da concierto en la Casa Blanca para Trump y sus aliados
Andrea Bocelli ofreció un concierto en el Salón Este de la Casa Blanca, donde Donald Trump lo presentó destacando su “voz de ángel”
Entretenimiento Manuel Serrat recibe un doctorado honoris causa que fortalece su “cadena de amor” por México
Joan Manuel Serrat recibió en Guadalajara el doctorado honoris causa de la UdeG como reconocimiento a su trayectoria, en el marco de la FIL
Internacional Mapa de Indiana aprobado favorece al partido de Trump de cara a los comicios 2026
La Cámara de Indiana aprobó un nuevo mapa que daría dos escaños más a los republicanos, pero el Senado estatal aún no lo ratifica
Nacional Fiscalías acuerdan trazabilidad de armas y mejora de datos sobre delitos
La Fiscalía General de la República realizó en la Ciudad de México la LIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Nacional de Procuración de Justicia

La doma del poder” es el título de un ensayo de Bertrand Russell, publicado en 1939 dentro de su libro Power: A New Social Analysis.

Es un ensayo que en su momento le pareció a George Orwell pleno de inteligencia, nobleza de espíritu y decencia intelectual, pero en cierto sentido irrelevante para el oscuro momento que gobernaba el mundo, y que acabaría por sumirlo en la oscurísima noche de la Segunda Guerra Mundial.

Russell repasaba en su ensayo, como quien despliega en el piano una suave y deseable sonata, las condiciones políticas, económicas y psicológicas (educativas) que podían domar al poder, regularlo, civilizarlo, ponerlo al servicio de las mejores reglas de gobierno, las mejores condiciones económicas y las mejores pasiones del hombre. Eso, en el momento en que Hitler iniciaba su expansión bélica, Italia consolidaba su dictadura, Japón atacaba China, Stalin militarizaba la Unión Soviética y el mundo era una gigantesca asamblea de poderes indomados.

Lo que decía Russell que había que hacer era justamente lo contrario de lo que en ese momento hacían los gobiernos del mundo. Había que cuidar la democracia, decía Russell, guiándose por la voluntad de la mayoría, pero garantizando la voz y los derechos de las minorías.

Había que disminuir las desigualdades económicas, aumentando el control democrático del Estado sobre la generación y la distribución de la riqueza. Había que educar a la sociedad cultivando sus mejores impulsos, mediante la deliberación plural y el espíritu científico, cuya esencia es saber y dudar al mismo tiempo.

En su nota de 1939 Orwell escribió, con toda razón, que el libro de Russell no ofrecía ninguna salida practicable para el mundo que tenían delante. La idea subterránea de Russell, abrevió Orwell, con retenida incomodidad, era que “el sentido común siempre gana al final”.

Nada prometía el triunfo del sentido común en 1939, pero sabemos ahora que, aunque el costo fue imborrablemente alto para la humanidad, el sentido común que había en la mirada científica y filosófica de Russell, se impuso al final de la gran medianoche del siglo XX. Pienso que lo que prevaleció sobre aquella hecatombe prevalecerá también sobre la modesta calamidad mexicana de nuestros días. Ojalá que pronto.