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Hace unos días el Senado de la República aprobó las reformas a la Ley Federal del Trabajo para avalar y regularizar en México el teletrabajo, también conocido como home office. A grandes rasgos, dichas modificaciones a la ley laboral llegan en buen momento, pues aunque el trabajo remoto inició para prevenir brotes de Covid-19 en el espacio laboral, la realidad es que esta nueva modalidad de trabajo llegó para quedarse. De acuerdo con la consultora PWC, 64 por ciento de las empresas en México preferirán que sus empleados se mantengan en home office —incluso de manera permanente— para 2021, pues trabajar a distancia hizo que la productividad aumentara de 35 a 58 por ciento el año pasado. Sin embargo, existe un problema que acecha la implementación eficaz de esta nueva ley: una cultura laboral flexible y abierta a reinventar las posibilidades del mundo laboral en México.

Esta nueva legislación más que regularizar una modalidad de trabajo nueva, lo que destaca son las fallas y carencias que han existido por décadas en el mercado laboral del país. Se han identificado tres aspectos que son las piedras angulares de la ley, que de fallar su ejecución, el resto de la ley se convierte en un sinsentido: infraestructura, salario y derechos laborales. Pero hablando de infraestructura, según la Secretaría del Trabajo, el 70 por ciento de las actividades laborales en México ya podrían realizarse de manera remota en este año. Contrariamente, 8 de cada 10 profesionistas solicitan equipo de cómputo para trabajar desde casa. Desgraciadamente, aún existe una brecha y carencia tecnológica enorme por cubrir. Por lo que hacer ese cambio al home office resulta ser bastante difícil, pues implica inversión, gasto y recursos por parte de las empresas.

Como parte de esta ley, debió de impulsarse una política pública integral que llevará a México hacia una digitalización general, como una vía para el desarrollo del país. En conjunto a la implementación, se pudo planear la creación de un apoyo económico a aquellas empresas que necesitaran dar dicho salto tecnológico. De esta manera, las empresas mexicanas continúan siendo competitivas, mientras que se incrementa su rentabilidad. El segundo aspecto que debe tomarse encuentra es el salario. ¿Por qué el salario? Bueno, pues porque el empleador está obligado a cubrir nuestros gastos realizados en el pago de luz e internet. Un porcentaje de nuestro sueldo ya sea de manera mensual o bimestral estaría dedicado al pago de dichos servicios.

Lo complicado es la forma en la que esto se cuantificaría. ¿Cómo se realizará esto? En el país, por lo menos el 90 por ciento de los hogares no están listos en materia de conectividad. ¿Acaso la empresa tendrá sus propios medidores dentro de su hogar? ¿La CFE se dedicará a crear un index de consumo de electricidad per cápita? ¿Cómo sabría mi compañía de internet cuántos megas dedico a mi trabajo y cuántos a ver videos por You Tube o a escuchar música? (La Secretaría del Trabajo tiene 18 meses desde el anuncio de las modificaciones para crear una NOM, ¿estas especificaciones vendrán incluídas?).

Ahora, ¿qué pasa cuando unos sí pueden trabajar desde casa y otros no? Recientemente Deutsche Bank Research anunció que es un privilegio trabajar de manera remota, por lo que aquellos que lo hagan deberían de pagar impuestos por ello. De esta manera, se podrían subsidiar a las personas que no puedan laborar desde casa. El “home office” ahorra dinero y ofrece una mayor seguridad y flexibilidad laboral. ¿Cómo se aplicaría a las empresas este impuesto? El empleador pagaría el impuesto propuesto si no proporciona a su trabajador un escritorio, mientras que si el subordinado decide quedarse en casa, se le cobrarán impuestos por cada día que trabaje en esta modalidad. Evidentemente, a nuestros legisladores mexicanos ni por error se les ocurrió mencionar algo por el estilo a la nueva ley del “home office”.

Por último tenemos los derechos laborales. El home office no significa contar con más tiempo libre. Sin embargo, los empleadores como buenos defensores del “Sistema Godín”, creen que es como estar de vacaciones. Esto provoca que no se definan las horas laborales de las horas de descanso, que los gastos en los servicios aumenten en casa, las horas de comida no existan y las jornadas laborales se extiendan a niveles que no se habían visto desde que se definió que la jornada laboral sería de 8 horas. La ley aquí también es insuficiente. Se mencionó anteriormente que la productividad aumentó, pero productividad no es sinónimo de eficiencia. Según OCC México, 38 por ciento de los mexicanos no tiene un espacio definido para hacer home office, y 85 por ciento, aunque les gusta esta nueva modalidad, sienten que trabajan más. Y no es su imaginación.

El miedo a perder el trabajo y la necesidad de mostrar su compromiso, ha empujado a muchos empleados a no desconectarse y adaptarse a un esquema de trabajo que en muchos casos se desbordan. Trabajar excesivamente desde casa puede tener un efecto perjudicial en dos importantes aspectos de la vida profesional: la creatividad y el desarrollo de conexiones sociales.

El 2020 fue un año que trajo una pandemia, pero también la oportunidad de establecer un suelo firme para un nuevo esquema de trabajo, que será clave para el correcto desempeño de las empresas de ahora en adelante. La meta es lograr cierta flexibilidad, para que las personas puedan elegir dónde trabajan mejor. Lo que se debe de buscar con esta nueva ley, es que sea una alternativa viable del empleo presencial, no una vía hacia la precarización de la calidad de vida.

México es el país más apoya esta nueva forma de trabajo en toda la región de América Latina. Sin embargo, en su necesidad aspiracional de replicar las prácticas de países primermundistas, ofrece a las empresas mexicanas grandes, medianas y emprendedores una ley sin dientes, que solo puede aplicarse a medias. Con más vacíos legales que un verdadero piso desde el cual se pueda comenzar a progresar hacia un futuro que ya tenemos encima.

Voz en Off

A la Asociación Nacional de Farmacias de México (Anafarmex) que preside Antonio Pascual Feria, se se les está ‘haciendo bolas el engrudo’. Sabían que se podría dar desabasto de medicamentos, y hoy después de casi un año del inicio de la pandemia en nuestro país, el covid-19 les ha hecho ver su realidad. Ojalá y sea lo que dicen que es, y sean faltantes no desabasto…Hoy la Asociación de Sociedades Financieras de Objeto Múltiple en México, (Asofom) hace la toma de protesta de Felipe Salaices Hernández, como su nuevo presidente. El director general de la Sofom Factor GFC Global estará en la Asofom para periodo 2021-2022. Salaices Hernández, estará consentido porque por ahí veremos a Juan Pablo Graf, presidente de la CNBV, gente de la Condusef, FIRA, IMEF, Nafinsa, Bancomext-Nafin, BMV, y miembros de organismos empresariales…

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