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Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen: lo escribió José Martí, un gran hombre de las américas, que vivió y se casó en México.

Por alguna consideración política indecible, el gobierno mexicano es de los escasísimos del planeta que se negó a sumarse al primer gran festejo democrático global de este siglo: la derrota electoral de Donald Trump.

Y también por alguna consideración política impronunciable, el gobierno de México es de los escasísimos del planeta que se negó, en las Naciones Unidas, a sumarse a la condena universal por “crimens de lesa humanidad” en contra de la dictadura venezolana.

Durante su reciente visita a Washington para promover la campaña de Trump (apareció en los spots oficiales de campaña), el presidente usó el término “Nuestra América”, creado por José Martí como postulado del pensamiento latinoamericano.

Pero está lejos de José Martí, que fue un migrante eterno y persegido político: desde los 16 años hasta los 42, sólo pudo volver a Cuba una vez y a ocultas, para morir. Sin embargo, el gobierno mexicano es el principal perseguidor de migrantes en el mundo.

Por acuerdo con Trump, tiene desplegados más de 10 mil soldados de la Guardia Nacional en sus fronteras sur y norte, que reparten volantes con avisos de “No queremos que atravieses nuestro territorio” y “Le vas a crear un problema a nuestro país”.

Claro que el gobierno mexicano tiene derecho a cerrar el paso de sus fronteras a extranjeros. Pero es el mismo gobierno del presidente que, al asumir el poder, anunció visas para los migrantes, con el eslogan de “donde come uno, comen dos”.

Y, en las Naciones Unidas, el gobierno mexicano se rehusó a apoyar el informe de una misión internacional que considera a la dictadura de Venezuela culpable de la comisión de crímenes de “lesa humanidad”: asesinatos, torturas y desapariciones de Estado.

La ONU estableció responsabilidades del gobernante venezolano, su segundo al mando y la cúpula militar en el asesinato de

cinco mil 94 opositores políticos y de la tortura “para extraer confesiones o información a líderes de la oposición de alto perfil”.

Así que, al apoyar a Trump, el gobierno mexicano se pone en contra de los valores universales de la tolerancia, de los derechos humanos, de la migración, del progreso, de la legalidad, del medio ambiente.

Así que, al apoyar al dictador Maduro en la ONU y la OEA, el gobierno mexicano se pone a favor de un asesino y de un torturador de opositores políticos, de un despiadado carcelero de presos de conciencia.

Al apoyar a un racista, al apoyar a un criminal, está del lado de los que odian y deshacen.