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El gobierno mexicano olvida que sus antecesores convirtieron al país en potencia diplomática porque siempre estuvieron cerca de todos los protagonistas de las crisis: sólo así pudieron demostrar que la política es el arte de lo posible.

Pero ahora, al votar en contra de quien se sabía que se reelegiría fácilmente al frente de la OEA, Luis Almagro, México aleja sus posibilidades de ayudar a sus aliados ideológicos latinoamericanos, que son las dictaduras.

México no sólo se alejó de Almagro: rompió con durísimas palabras con el secretario general por las recurrentes críticas de éste a sus socios Venezuela, Nicaragua y Cuba. “Con su relección, la OEA no celebra nada”, le dijo México a Almagro.

Esta ruptura compromete el exitoso historial de México como facilitador en los grandes contenciosos de la región, en especial desde el triunfo del comunismo en Cuba, cuando México fue el único país de la OEA que mantuvo relaciones con la isla.

Aunque México ha vendido siempre aquella posición como una muestra de “independencia” ante Estados Unidos, lo cierto es que, a sugerencia de Brasil, hubo un pacto secreto entre México y Estados Unidos para mantener al menos un canal con La Habana.

El entonces presidente Lyndon Johnson dijo que el continente se sentía muy relajado ante el hecho de que México mantuviera su embajada en La Habana. “Muy bien, eso es bueno”, le dijo a su secretario de Estado, Dean Rusk, uno de los artífices del acuerdo.

Para Jorge I. Domínguez, experto en América Latina por la Universidad de Harvard, este “hecho” fue un aporte mexicano al legado político e intelectual de Maquiavelo. Fue también una muestra de la exquisitez política de la diplomática mexicana.

Que tuvo un notable registro en 1994, en la solución de la Crisis de los Balseros, cuando Clinton iba por un bloqueo naval a la isla, con las consecuencias desastrosas que habría provocado en la región, pues ya Cuba había tirado dos avionetas civiles de estados Unidos.

Fidel le escribió al presidente Carlos Salinas: “Ojalá usted pueda convencer a nuestro ya casi común amigo…”, en referencia a Clinton. Salinas lo consiguió. Resolvió la crisis y Estados Unidos quedó obligado a otorgar 20 mil visas a cubanos por año.

Así que pelearse con Almagro impedirá a México ayudar a sus amigos Maduro y Ortega, a quienes Almagro considera dictadores y un peligro para la democracia del continente, como señaló antes, por lo mismo, a Evo Morales.

Tampoco habla bien de México abrir una disputa con un secretario general de la OEA que ganó ampliamente con un programa “a favor de la democracia” y “de los derechos humanos”.

Pues padecería que la 4T está en contra de la democracia y los derechos humanos.