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Nochebuena

Pastores y pastoras, 

abierto está el edén. 

¿No oís voces sonoras? 

Jesús nació en Belén. 

La luz del cielo baja, 

el Cristo nació ya, 

y en un nido de paja 

cual pajarillo está. 

El niño está friolento. 

¡Oh noble buey, 

arropa con tu aliento 

al Niño Rey! 

Los cantos y los vuelos 

invaden la extensión, 

y están de fiesta cielos 

y tierra… y corazón. 

Resuenan voces puras 

que cantan en tropel: 

Hosanna en las alturas 

al Justo de Israel! 

¡Pastores, en bandada 

venid, venid, 

a ver la anunciada

Flor de David!… 

Amado Nervo

Para aquellos que creemos en el nacimiento de un ser que cambió el rumbo de la historia, esta es época de festejos honrando su nombre.

Alguna vez  se llevó a cabo genuinamente  la celebración del nacimiento de este  hombre sabio que para algunos es el hijo de Dios, pero ahora parece que nos hemos perdido en el significado profundo de su llegada al mundo, simplemente en el abandono a la excitación del gasto.

Podría decir que la estética navideña tiene sus detractores contemporáneos  que inundan y nublan el espíritu original.

Brota de pronto una pregunta ¿Qué compraría el niño Jesús?

Tal vez el regalo que él pudiera darnos no se adquiere en ninguna tienda, el nos regalaría que pudiéramos parar, dejar aún lado la prisa con la que vivimos, la desconexión que tenemos con los otros por falta de tiempo, por que así nos sumergimos en la vorágine de una vida anclada en consumir. Que dejemos aún lado la apuesta al derroche olvidando que hay tantos, tantísimos sin lo indispensable para sobrevivir. Según cifras de la Organización  Mundial para la salud un séptimo de la población mundial o sea mil millones de seres humanos no lo tienen.

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Pareciera que la fiebre de la Navidad es solo para algunos y puede incluso arrastrar a muchos al endeudamiento o a la solicitud de adelantos de utilidades en sus trabajos para llevar regalos y hacer fiestas.

La imagen  de familias  sonrientes, comidas deliciosas; emulando un mensaje de paz y amor en abundancia; parece irreal, se desgaja porque no puede sostenerse,  pues contrasta con una realidad en la que en lugar de la paz reinan las guerras, la desigualdad, las discusiones familiares, la soledad, el hacernos de cosas inútiles. Una verdad que nos devuelve en facturas el no mirar a un planeta que grita nuestro trato. Es imposible no ver la desaparición de especies y ecosistemas en nuestras manos.

Parece que los balances insatisfactorios y la ingestión excesiva de comida y bebida van cobrándose en la salud. Y duele saber qué hay lugares donde se ha contabilizado el desperdicio como en la Gran Bretaña que un estudio arrojó cifras insultantes, donde se tiran el equivalente a 2 millones de pavos, 5 millones de budines y 74 millones de tartaletas navideñas en estas fechas.

Cifras que nos avergüenzan, cuando hay tantos con hambre.

No deja de venir a mi mente la idea de que todos estos, son males que se incrementan en diciembre. Que su profundo sentido se perdió con los avances tecnológicos y los mercados globalizados y sin darnos cuenta nos fueron ahogando de a poquitos.

Llegamos al fin de una década y con ella el cúmulo de experiencia que si la anclamos, la encarnamos quizá podamos hacer algo distinto, o tal vez

no nos hemos extraviado tanto y podemos seguir el camino que hemos escogido, por qué este es nutricio.

Este diciembre me deja reflexiva, sabiendo que el trabajo por hacer es enorme. Vibró con el dolor que me produce ver una fe desconectada de todo, hasta del medio ambiente.

El doce de diciembre cientos  de miles de peregrinos que fueron a la Villa de Guadalupe a pedir, agradecer o solo a visitar a la virgen genuinamente, también  dejaron a su paso miles de residuos tirados en las calles. Solo en Ecatepec los servicios sanitarios recogieron 33 toneladas. Acaso habrá que mirar con ojos de preguntas que nos lleven a tejer de nuevo nuestro estar en el planeta. Una Fe congruente mueve montañas, tal vez una Fe que solo se ancla en las formas, hoy no sea suficiente.

Desde que empezó el mes, veo las calles llenas de personas incrementando el tráfico.  Quizá no sepan que la ciudad de México, se mantiene como la número uno del mundo con más tráfico. Un capitalino pierde en promedio 227 horas al año de su vida atrapado en el tráfico, lo que significa 59 minutos al día. La huella de carbono, es decir, el gasto de combustible y energía que supone el movernos para comprar regalos y comida para las fiestas, deja su doloroso legado en el ecosistema.

Cuando la Navidad se torna en confundir lo que uno es, con lo que uno tiene, estamos en problemas. Cuando la felicidad no es un tránsito de armonía y coherencia entre lo que siento, pienso, hago y digo, sino que se confunde con una alegría mediática que adormece o con una euforia maníaca que confunde, se va transformando en estrés y de pronto duele.

Estas fiestas podrían ser vividas desde la autenticidad, con el corazón abierto. Cuando la exigencia sobrepasa lo coherente, se torna en algo que genera angustia, frustración y contamina la propuesta.

Quisiera creer en un diciembre que emula un mensaje de paz, amor y prosperidad que  puede restaurar su profundo significado, mientras nos concientizamos.

Tal vez sea momento de vaciarnos para llenarnos de nuevo, que esta navidad podamos darnos cuenta que nos hemos convertido en zombies de esos que siguen modelos que al parecer ya no funcionan. Qué gastar  en las fiestas navideñas pareciera ser la certificación de amor, cuando lo único que hace falta, es presciencia y unos brazos abiertos para sostenernos.

Quizá encontrar hilo y aguja para hilarnos de nuevo sea un comienzo. Pareciera que cada parte de nuestro ser, va hacia un lado distinto.

Si la navidad  es un tiempo de alegría, de intercambio y hermandad; entonces que así sea.

Lo decía Saint-Exupery, no basta con tener buenos deseos, si queremos un mundo de paz y de justicia, hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor. Entendiendo que amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección.

La propuesta de  recordar la razón del nacimiento de este maravilloso ser llamado Jeshua, está en la magia que sale del silencio, que brota  en el  corazón y calienta con ternura aquellos que nos acompañan en nuestro viaje por la vida. Quiero pensar que su mensaje hoy más que nunca grita a disfrutar y agradecer aquello que sí tenemos. Levantar la copa por la vida y llenarla de esperanza y sentirnos profundamente amados. Festejar estar vivos y llevar adentro a aquellos que se fueron. Gestar una genuina intención de estar para uno y de ahí salir al encuentro.

Que esta navidad te alcance distinto, te cubra de certidumbre sabiendo que estamos aquí para amar y servir, que mientras descubrimos cómo, no nos extraviemos buscando cuánto.  Que hilarnos es el trabajo de una vida para después volcarnos hacia los otros. Mientras sigamos inmersos en un sistema que deglute lentamente a sus víctimas , esto seguirá estando igual.

DZ