Minuto a Minuto

Internacional Hombre con bandera palestina se cuela en el espectáculo del Super Bowl
Un hombre con una bandera palestina se coló este domingo en el espectáculo de medio tiempo del rapero Kendrick Lamar del Super Bowl
Nacional Reaparece el general Cienfuegos en el Aniversario de la Marcha de la Lealtad
El exsecretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, reapareció en el 112 aniversario de la Marcha de la Lealtad
Deportes Eagles arrasan a los Chiefs al descanso del Super Bowl
Los Philadelphia Eagles anulan por completo a los Kansas City Chiefs y mandan 24-0 en el marcador al descanso del Super Bowl en el Caesars Superdome de Nueva Orleans. En la reedición del Super Bowl de 2023, ganado por los Chiefs, los Eagles tomaron una autoritaria ventaja con un ‘touchdown’ por tierra de Jalen Hurts, … Continued
Vida y estilo Ágatha Ruiz de la Prada presenta colección de moda hecha con piezas reutilizadas
La diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada presentó su propuesta para el próximo otoño-invierno, confeccionada totalmente en material reciclado
Deportes Fiesta en Nueva Orleans por el Super Bowl entre Eagles y Chiefs
Desde primera hora de la mañana las inmediaciones del Caesars Superdome, que alberga el octavo Súper Bowl de su historia, se llenaron de camisetas verdes y rojas
“Mijita no voltees”

“Mijita no voltees”, me gritaba mi madre una y otra vez mientras nos alejábamos del tren.

Habían pasado seis horas desde que un tumultuoso caos se apoderó de ese fragmento de nuestras vidas. No sabíamos exactamente dónde estábamos, ni qué hacer, y mientras nuestros padres, y los dos hermanos de mi papá, iban y venían sin decirnos mucho, nosotras nos abrazamos todavía en pijama, llenas de mocos y sollozos por momentos incontenibles, en la esquina del camarote.

A mí me dolía mucho el brazo, a mi hermana la cabeza. Poco antes del amanecer, seguramente ya con un poco más de claridad, apurados bajamos del vagón sin haber dormido nada. Los primeros rayos del sol se asomaban y había que caminar unos kilómetros, para abordar otro tren que nos llevara hasta Saltillo. No recuerdo llevar más que la ropa que había dejado sobre la cama la noche anterior, un trajecito color turquesa de pantalón, chaleco y blusa bordada en el cuello, y el pijama que me quité para salir, doblada en los brazos. Recuerdo que llevaba dos trenzas con las que me había dormido.

Entonces tenía casi ocho años y cuando escuchaba la voz de mi madre preocupada por que no viéramos nada, sus alaridos angustiados perdían fuerza entre los gritos que pedían “¡ayuda, ayuda! ¡Por favor!” por todos lados. Se escuchaban los llantos y los lamentos que acompañaban el paisaje Se juntaban con cuerpos desmembrados, los cadáveres calcinados. Si, si volteé, y desobedecí una y otra vez, guardando las imágenes como golpes, la piel erizada y el sudor helado corriendo tras mi nuca, mis lágrimas silenciosas sobre la cara.

Olores que no conocía se pegaban a mi garganta y en el interior de mi nariz, uno tras otro como bofetada invisible, me golpeaban de todas las direcciones.

El metal caliente huele intenso, penetrante, trozos enteros del tren, con fuego humeante. El olor a carne asada y la mezcla a hierro que despide la sangre, eran un recordatorio nauseabundo de lo que había sucedido.  Mientras los vestigios del caos se mezclaban con el polvo del desierto, el humo, negro y denso, se elevaba en columnas que tocaban el cielo.

Hoy puedo definir el olor a acre, plástico quemado, madera calcinada. El humo tóxico arañaba mi garganta, cada respiración era una lucha para no toser. Había llamas en algunas partes del tren, devorando lo que quedaba de los vagones que se habían amontonado, uno encima de otro.

La vida de tantos fue arrancada de raíz, el olor se convertía en el testigo silencioso de la tragedia. La visibilidad era limitada debido al polvo levantado por ráfagas de aire.

234 muertos fue la cifra oficial que la PGR (Procuraduría General de República) de aquel entonces comunicó, yo digo que fueron cientos más, y los heridos incontables. Era muy pequeña, pero estuve ahí. Fui testigo del suceso y aunque se que cada narración tiene sus propios matices, la mía sigue guardada en los fragmentos profundos de mis recuerdos, y hoy que los escribo mis sentidos se agudizan, tienen reminiscencias en la memoria celular que es difícil de explicar.

Como siempre pasa habrá quien lo narre distinto, con una interpretación de adulto, la mía es una que está llena del poco lenguaje que tenía, de la poca capacidad para entender lo que pasaba, de la confusión que nos abrazaba a todos, acompañado de un dolor profundo que desgarraba mi pequeño cuerpo, porque me habían arrastrado a este país desde Nicaragua, porque sabía que entre mis padres las cosas estaban mal, porque ese día supe lo que era el miedo, la muerte y la desolación.

Recuerdo el chirrido agudo, que me despertó, el estruendo metálico, la cacofonía del hierro y el acero retorciéndose adelante, convirtiendo el silencio de la noche estrellada, en un grito ensordecedor. Caí de mi camarote, yo dormía en el de arriba, el brazo derecho aplastado contra el piso, el retumbar de los motores, de pronto una explosión sorda, un crujido ensordecedor que resonó en cada rincón del paisaje, creando una sinfonía caótica que llenaba el horizonte. Metal chocando contra metal, desgarrando la calma y dejando a su paso un eco de confusión. No, en mi memoria no hay cámara lenta, todo sucede con rapidez. Los vidrios estallando en mil fragmentos, el estruendo reverberando en el cuerpo de quienes estuvimos ahí.

Minimizar las cifras quizá era una forma de cubrir un accidente que no debió haber ocurrido.  Viajábamos 1,564 personas, cuando ocurrió el choque, había partido de la central en la ciudad de México, en la Estación Buenavista en la avenida de los Insurgentes esquina Eje 1 Norte Mosqueta s/n, en la Alcaldía Cuauhtémoc.

Hoy sé que el tren hizo una parada en la tarde noche, en la Estación de Real de Catorce ese 4 de octubre. Cada año gran cantidad de peregrinos acudían a las fiestas patronales de San Francisco de Asís.  Hoy la celebración como entonces, comienza el 1 de octubre, cuando la imagen de San Francisco es retirada de su altar en la parroquia de la Inmaculada Concepción, recorriendo las calles del pueblo en procesión, mientras los fieles están en oración y cantan. Durante días los juegos mecánicos, el asado de bodas, bolitas de masa y las famosas gorditas catorcenas sacian de gozo los paladares, las danzas folclóricas, la música de mariachis y las exposiciones de artesanías locales llenan el paisaje.

El 4 de octubre es el clímax de las festividades. En este día, se cantan las mañanitas a San Francisco, y se celebra una misa solemne en su honor. Después de la ceremonia religiosa, la imagen del santo es devuelta a su lugar en la iglesia, marcando el cierre oficial de los festejos. Llevando a todos los que regresan a casa, la mayor parte rumbo a Saltillo y a subirse al tren a montones, a empujones, porque son muchos y hay poco lugar.

Encontré un archivo donde se menciona que, en 1972, durante ese trayecto, el maquinista Melchor Sánchez Echeverría, notificó algunas fallas en la locomotora a la estación “La Encantada”, faltando dieciséis paradas para llegar a Saltillo. En esa época el tren hacia paradas en cada ranchería, lo que hacía el viaje cansado y lento.

Narraban algunos periódicos, que el tren alcanzó los 120 km/h, una velocidad que excedía los 60 km/h permitidos. ¿Una falla técnica, debido a lo viejo de las locomotoras, en la cual no funcionaron los frenos, provocando el descarrilamiento a una velocidad máxima?

Los titulares de los periódicos de la época marcaron con ímpetu la teoría de que el maquinista y el personal iban alcoholizados.  Víctor Manuel Villaseñor, quien, en ese entonces, era el director de Ferrocarriles Nacionales estaba presionado, desde palacio nacional le urgían a esclarecer de una manera convincente lo ocurrido, necesitaba dar respuestas rápidas, a nivel mundial el accidente se extendía como polvorín.

Siempre he creído que estamos acostumbrados a “fabricar” culpables con rapidez para disminuir el impacto mediático.  Este era hasta entonces, el accidente ferroviario más grande del mundo, décadas después fue superado por el que ocurrió el 26 de diciembre de 2004 en Sri Lanka, cuando el tren “Queen of the Sea” fue alcanzado por un tsunami, dejando más de 1,700 muertos. Cabe mencionar que este fue inevitable, el nuestro no estoy tan segura.

Durante un tiempo la culpa cayó sobre el maquinista, Melchor Sánchez Echeverría; conductor, Jesús Rocha Sánchez; fogonero Ignacio González García Carrizales; garroteros Juan Picón Alvarado y Vicente Martínez Torres quien falleció en el accidente.  Los que quedaron fueron trasladados a la penitenciaría de Saltillo, Coahuila, heridos, acusados de los delitos de daño en propiedad ajena, “homicidio colectivo” y violación a las vías de comunicación, con la probable sentencia de 30 años en prisión por estar en “estado de ebriedad”, acompañados de mujeres “de la vida galante”.

“Ni estábamos borrachos, ni llevábamos mujeres (…) Creemos en la justicia y por eso decimos la verdad. Antes dijimos otras cosas, presionados por las torturas y los golpes”, publicó El Informador el 12 de octubre de 1972. Según entiendo, años más tarde fueron absueltos.

La red ferroviaria fue construida en tiempos de Porfirio Diaz en 1908, y estaba a cargo de Ferrocarriles Nacionales de México. ¿Habrá sido negligencia por parte de la autoridad, realmente estaban alcoholizados los maquinistas, fue un atentado? “Las investigaciones periciales demostraron que no hubo fallas accidentales, y posiblemente manos criminales realizaron un acto de sabotaje, pues así (es) como se comprende que la llave de los frenos se encontrase cerrada a la hora del accidente”, declaró Villaseñor en entrevista con El Universal en octubre de 1976.

Yo tengo un recuerdo distinto, según decían los que iban con nosotros, el tren chocó contra un vagón de un tren de carga, que estaba parado en la vía sin ninguna luz o aviso. El maquinista cuando se dio cuenta era demasiado tarde, no pudo frenar. Pero esta versión no aparece en ningún lado, siempre me he preguntado si esto fuera verdad, si pondría entre las cuerdas a las autoridades.

Unos kilómetros antes de Saltillo nos subimos a otro tren, éste estaba cargado de heridos y cadáveres.  En una de las estaciones los niños que vendían periódico gritaban:

“Trenazo de Puente Moreno, el Tren Peregrino, que viajaba de Real de Catorce a Saltillo, se descarriló en la pendiente del tramo Carneros, en Puente Moreno, a las 23:25 de la noche, descarrilándose a la altura del poblado Puente Moreno, en la pendiente del tramo Carnero, a una velocidad de 120 km/h, hay más de 1000 muertos”. Un pasajero que estaba junto a mi remarcó: “¡A mi mamá le va a dar un infarto! ¡Me urge llegar para que vea que estoy bien!”

En los datos oficiales, aparece que Saltillo contaba con 190,994 habitantes, y los hospitales no tenían la capacidad para la magnitud de la tragedia, no había suficientes ambulancias y paramédicos. Muchos heridos fueron trasladados a Monterrey y Torreón, llevados en camionetas o en lo que se pudiera, y estaban siendo atendidos hasta en los pisos de los hospitales, donde no había tiempo para poner anestesia y se suturaba a pelo.

El anfiteatro se llenó de cadáveres, era difícil reconocerlos. Los familiares abarrotaban las entradas de los hospitales, buscando noticias de sus seres queridos, y así fueron los siguientes tres días.

De esta tragedia solamente se “contabilizaron” los cuerpos que fueron reconocidos, pero no los que se enterraron en una fosa común, ni las partes que fueron encontradas. Según escuché en un video que está en YouTube, Francisco de la Peña director del Heraldo de Saltillo, dice que: “por parte de la secretaría de gobernación, hubo la instrucción de que dejaran de contar a los muertos. Eso genera una discrepancia entre la cifra oficial que se manejó de 234 muertos, y las cifras no oficiales que varían entre más de mil fallecidos”.

Pero no, esto no había terminado, el tren donde íbamos ahora se incendió mientras estaba en movimiento. Recuerdo asomarme por la ventana del vagón donde iba, y vi el humo que salía de uno de los vagones de en medio, “el humo viene del comedor”, alguien gritó, y el miedo nuevamente se apeó entre los asientos apretados de personas sucias, con el alma rota.

Este segundo accidente provocó más caos y angustia entre los pasajeros y las autoridades. Ahora se atribuía a un mal manejo de la situación, y a la falta de recursos para atender adecuadamente el primer accidente. Esto agravó la tragedia del accidente inicial, y dejó una huella profunda en la memoria colectiva de la región.

Esta era una época donde había disputas entre los dos sindicatos de los ferrocarriles, el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), y el Movimiento Sindicalista Ferrocarrilero (MSF). El primero señalado por tener grupos de choque, y el segundo por seguir una visión comunista bajo el liderazgo de Demetrio Vallejo. Al menos una docena de accidentes ocurrieron en 1972. Por ejemplo: una volcadura de locomotora en Puebla; choque de trenes en la estación de Tula, Hidalgo; descarrilamiento en Vía Irolo, Hgo.; volcadura de un tren de 33 carros en Querétaro por exceso de velocidad; sabotaje con trozos de hierro en las vías de Cananea, Sonora; entre otros.

Según el periódico el Proceso, en su artículo del 2 de octubre de 2022, a 50 años del accidente. Al menos ocho expedientes relacionados con el accidente ferroviario de Puente Moreno están perdidos en el AGN. Este evento se ha ido perdiendo en los archivos que dicen que están quien sabe donde. Pero nunca para aquellos que estuvimos ahí, y para los cientos de familiares de personas, en su mayoría de extracción humilde, que nunca recibieron un cuerpo o una explicación.

Hoy en el lugar hay un pequeño cementerio que recuerda el episodio con algunas tumbas, y los que viven ahí dicen que se escuchan en las noches lamentos.

En 2004 personas que investigan actividades paranormales, acudieron el 4 de octubre, y dicen que grabaron psicofonías alrededor del área, con voces y lamentos. Según relatan, la actividad se intensifica a partir de la hora del descarrilamiento. ¿Será? Lo que sí sé, es que los sonidos, los olores y las sensaciones, siguen en mi memoria.

Mientras escribo nuevamente, la columna se me rectifica, siento un descenso de la temperatura de la piel, se me erizan los brazos, un sudor gélido aparece por detrás de mi pelo. Mi cuerpo recuerda, para él no hay tiempo, cuando aparecen las imágenes reacciona como si estuviera pasando en ese momento, liberando fuertes cantidades de cortisol, las sensaciones corporales se intensifican, entro en modo peligro.

Esto se debe a que mi cerebro activa redes neuronales, que buscan generar más sangre para enviarla a los músculos, y producir adrenalina para salvar el pellejo, las respuestas emocionales y sensoriales asociadas a experiencias pasadas, están en el ámbito de la memoria corporal.

De pronto, escucho un chillar de llantas afuera en la calle, de inmediato brinco, volteo alarmada, si, tengo una hipersensibilidad a ciertos ruidos, y olores. Todo ha quedado grabado en mi cuerpo, aunque las imágenes se van volviendo difusas, aunque haya distintas versiones de lo ocurrido, aunque las cifras digan que fueron poquitos los muertos.

https://www.proceso.com.mx/reportajes/2022/10/5/50-anos-del-trenazo-de-puente-moreno-la-sombra-del-sabotaje-294630.html

https://www.youtube.com/watch?v=fdR_U5AaR2Q

https://www.radioformula.com.mx/torreon/2023/10/22/el-trenazo-de-puente-moreno-escenario-del-accidente-ferroviario-mas-grave-en-la-historia-del-pais-785732.html

https://coahuila.posta.com.mx/mexico/que-causo-el-trenazo-de-saltillo-a-52-anos-de-la-tragedia/vl1620573

Esta foto es del archivo de Sergio Recio

Esta foto del Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural Ferrocarrilero. Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos