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Maya
Foto de Aaron Burden en Unsplash

Tú puedes escribirme en la historia
con tus amargas, torcidas, mentiras,
puedes aventarme al fango
y aún así, como el polvo… me levanto.
¿Mi descaro te molesta?
¿Por qué estás ahí quieto, apesadumbrado?
Porque camino
como si fuera dueña de pozos petroleros
bombeando en la sala de mi casa…
Como lunas y como soles,
con la certeza de las mareas,
como las esperanzas brincando alto,
así… yo me levanto.
¿Me quieres ver destrozada?
cabeza agachada y ojos bajos,
hombros caídos como lágrimas,
debilitados por mi llanto desconsolado.
¿Mi arrogancia te ofende?
No lo tomes tan a pecho,
Porque yo río como si tuviera minas de oro
excavándose en el mismo patio de mi casa.
Puedes dispararme con tus palabras,
puedes herirme con tus ojos,
puedes matarme con tu odio,
y aún así, como el aire, me levanto.
¿Mi sensualidad te molesta?
¿Surge como una sorpresa
que yo baile como si tuviera diamantes
ahí, donde se encuentran mis muslos?
De las barracas de vergüenza de la historia
yo me levanto,
desde el pasado enraizado en dolor
yo me levanto,
soy un negro océano, amplio e inquieto,
manando
me extiendo, sobre la marea,
dejando atrás noches de temor, de terror,
me levanto,
a un amanecer maravillosamente claro,
me levanto,
brindando los regalos legados por mis ancestros.
Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo.
Me levanto.
Me levanto.
Me levanto.

Y aun así me levanto
Maya Angelou

Maya Angelou

Quizá para escribir un poema así, se necesite haber cruzado un océano de dolor, en su caso debido a las heridas causadas por una infancia traumática y una herencia de segregación racial debido a su color. Alguien que no haya salido de la oscuridad es difícil que pueda encontrar cómo tejer palabras que resuenen en los huesos, que palpitan en el alma como lo hizo ella. Pareciera que el sentido de trascendencia se hilvana en las improntas de nuestra historia, donde la cultura, el lugar y la familia juegan un papel vital .
Maya Angelou acompañó mi adolescencia, mis sueños, incluso debo confesar que en mi mente, donde sucede mayor parte de mis elucubraciones, la he invitado a comer a mi casa, preparando sus platillos favoritos, entrando en arduas conversaciones mientras observábamos el ocaso. La he llevado de paseo cuando la vida me coloca contra el suelo, le he preguntado en más de una ocasión que haría ella. Me he bebido sus libros, sus poemas y cuando salieron los videos y entrevistas, me devoré todos los que encontré.
Poder admirar a alguien incluye saber que esa persona está llena de rescoldos oscuros, leer sobre su historia, es hacernos una idea de quien es, sin llegar a la idolatría que tanto me molesta. La adoración de ídolos como si fueran Dioses, ha sido fuente de rupturas internas cuando uno descubre que el ídolo no es otra cosa que un ser humano común y corriente. Parte de mi camino del héroe ha estado anclado en referentes para sentirlos como una guía y desde ahí poder actuar quizá con un poco más de asertividad.
Para mí, simplemente sentirla de carne y hueso conociendo su historia, me ha llevado a aprender sobre ella, teniendo la suerte de encontrarla en los libros cuando yo tenía 12 años, la misma edad que ella tenía cuando recuperó su voz después de una experiencia traumática .

Es difícil imaginar lo que fue vivir en una de las regiones más pobres de Estados Unidos, donde la segregación racial dejaba estragos en el sur. Es trasladarnos a 1928, el año de su nacimiento, con toda sus circunstancias históricas. Verla como la segunda hija de un matrimonio que duró poco, y que al separarse mandaron a sus dos hijos de 3 y 5 años desde San Luis a Stamps, Arkansas, con una identificación en el brazo, sin supervisión de ningún adulto, a donde vivía su abuela paterna. Maya narra que fue ella quien le enseñó a leer y escribir desde el momento en el que se bajó de ese tren.

Su abuela era hija de esclavos y trabajaba en una pequeña tienda de abarrotes con la que había sobrevivido durante la Primera Guerra Mundial. Tenía otro hijo, de nombre Willie que padecía de una hemiplejía del lado izquierdo, al que Maya y su hermano en más de una ocasión tuvieron que ayudar a esconderse en un baúl, cubriéndolo de patatas y cebollas cuando el Ku Klux Klan se plantaba delante de la casa de ellos para escupirles y llenar de vómito los vidrios.

Cuando cumplió 7 años, ella y su hermano regresaron a vivir con su madre, entonces el novio de ésta la violó. “Una violación es como si la aguja cediera porque el camello no cabe. La niña cede porque el cuerpo puede y la mente del violador no”.
Detenido, porque ella se lo contó a su familia, enjuiciado y liberado al siguiente día, apareció muerto a golpes. Ella pensaba que habían sido sus tíos quienes tomaron la ley en sus manos. Esto la llevó al silencio durante cinco años en los que no volvió a pronunciar palabra alguna, su mente niña la hacía pensar que había sido su voz quien le había dado tan terrible destino.

De vuelta en Stamps, se dedicó a leer todo lo que encontró en las bibliotecas de las que podía echar mano, pasaba las tardes buscando en la que era para el uso de los negros y se escabullía en la de los blancos, así memorizó las obras de Shakespeare, se tatuó a Edgar Allan Poe, leyó a los rusos, a Balzac, a Langston Hughes, a Paul Lawrence Dunbar. Una vecina que durante esos años le leía poesía, le dijo que para poder disfrutar plenamente los versos, estos debían atravesar sus dientes y mover su lengua para ser dichos en voz alta, y entonces comenzó de nuevo a hablar.

Las situaciones traumáticas nos marcan la vida, llevándonos a tomar decisiones complejas para poder sobrevivir. Conozco lo que es, pues yo dejé de hablar un año cuando me trajeron a vivir a México y al llegar aquí mis padres se separaron.
Maya tenía quince años cuando se mudó de nuevo con su madre a San Francisco, convirtiéndose en la primera conductora de tranvía de la ciudad. Quizá medía ya el uno noventa que la levantaba del suelo. En ese tiempo, cada tarde un chico se le acercaba (“¿cuándo me darás ese largo cuerpo marrón?”). Y un día se lo dio, sin estar enamorada. Un mes después supo que estaba embarazada, su madre no le recriminó, por el contrario le preguntó si lo amaba, si él la amaba y al obtener la negativa a las dos preguntas, le dijo que no se preocupara y así dio a luz a su único hijo, con apenas dieciséis años.

En circunstancias distintas, quedé embarazada a los 16, y el referente de esta mujer me acompañó en meses que fueron muy duros para mí, donde compartía la misma dicha que ella por esa criatura que crecía en mi vientre.

Durante los siguientes años, bailó, tendió camas y lavó baños, vendió su cuerpo y regenteó a otras chicas como ella, convirtiéndose así en proxeneta. Después fue actriz y cantante, “si cantaba ganaba tres veces más”, solía decir. Incluso grabó un álbum poniendo en boga el calixto dentro de la vida nocturna. Puso sus pies en Broadway trabajando en una producción itinerante de Porgy y Bess, y tuvo la oportunidad de viajar a Europa. Esa separación de su hijo la marcó y decidió no continuar una carrera que escalaba hacia las nubes y que le ponía la vida en otro lugar, ganando suficiente para ya no preocuparse. Pero decidió quedarse con su hijo y buscar otra fuente de ingresos.

¿Dos maridos, tres, cuatro? ella contestaba “he tenido suficientes” y nunca habló claramente de ello, pero del primero guardó su apellido, un aspirante a músico griego de tez clara, llamado Enistasios Angelos.

Corría el año 1961 y trabajaba como coordinadora del norte de la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur de Martin Luther King. Se volvió activista y periodista en el Cairo. La vida la puso en Ghana, donde conoció a Malcolm X, un activista de piel oscura como ella. En 1965 regresa a Estados Unidos para trabajar con él, pero como tantos que alzan la voz, fue asesinado al poco tiempo, así como le pasó a Martin Luther King tres años después.

Mientras este último vivió, ella trabajó a su lado, convirtiéndose en una de las mujeres más destacadas del movimiento. Una voz incansable, recaudando fondos, organizando marchas y manifestaciones por la libertad.

Al morir Luther King ella se sintió devastada, derivando en un colapso. Para sobrevivir, recurrió una vez más a los libros, pero esta vez para escribir los propios. Dando a luz su primera autobiografía “I know why the caged bird sings”, publicada en 1969, donde en sus páginas acaricia las cicatrices de su dolorosa infancia, sus penas y dolores.

Una voz que tocó la vida de muchos, rompiendo las cadenas de la esclavitud, del silencio, hablando de lo que le había pasado de niña “Cuando leí la novela, pensé: alguien sabe quien soy”, llego a decir Oprah Winfrey en una entrevista. Angela replicaba quien era en el papel.

A mí como a ella me ha pasado siempre que cuando escribo me pierdo en las letras, generando un estado de quietud interior que es indescriptible. Ella lo hacía a mano en el piso con su mazo de barajas al lado, escribiendo boceto tras boceto, yo lo hago hace años en la computadora, quien me ayuda con mis múltiples fallas ortográficas. A ella la he admirado siempre por su pluma sencilla, mientras yo me pierdo mucho en complejidades absurdas.

Salir de los espacios más oscuros nos coloca más adelante en la posibilidad de usar eso como experiencia y ponerla al servicio. Es cuando uno se siente derrotado, de rodillas, que se abre la posibilidad de crear algo gracias a ello. Huimos de la humillación, de la vergüenza, de la incomodidad, de la confusión, de la envidia, del miedo y el horror. Pero quizá podríamos pensar que es parte de nuestro aprendizaje que para construir hay que atravesar el pantano de las cosas que nos marcan, que nos dejan cicatrices.
Como a ella, mi hijo estuvo en un accidente de auto, solo que a mi me tocó con dos de mis hijos, colocándolos entre la vida y la muerte. Recuerdo pensar, será que rece como lo hacía ella, será que contra toda posibilidad se salven, como le pasó a ella. Yo recurrí a la Virgen, ella sin tener una religión en particular recurría a Dios.

A pesar de no tener un título universitario, fue nombrada profesora en la Universidad de Wake Forest en Carolina del Norte, donde enseñó Estudios Americanos. Se consideraba a sí misma como “una maestra que escribe”.

Murió en 2014 después de haber obtenido la Medalla Presidencial de la Libertad en 2011, ya siendo una figura popular e influyente, cerca de presidentes, escritores, activistas, actores y raperos. Es la primera mujer negra que aparece en una moneda en Estados Unidos y yo tengo una que cayó en mi mano hace un año, como símbolo de su paso por mi vida.

Este 28 de mayo que cumple diez años de haber fallecido, hago una reverencia a quien fue, a su fuerza, a su guía y al camino que abrió dentro mío, para salir de momentos complejos que han acompañado mi vida.

DZ