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Los amantes de Teruel
Pedazo de la obra de Antonio Muñoz Degrain.

… q’ieu e midonz jassam / en la chambra on amdui nos mandem / uns rics convens don tan gran joi atendi, / qe.l seu bel cors baisan rizen descobra / e qe.l remir contra.l lum de la lampa

… que yo y mi señora yazcamos en la cámara en la que ambos fijemos una preciosa cita, de la que espero tanto placer que descubra su hermoso cuerpo, besando y riendo, y que lo contemple contra la luz de la lámpara.

Verso medieval. Diccionario Akal de Términos Literarios pg. 20

Las estrofas de este poema en un francés provenzal, están impregnadas del conocimiento del mundo Sufí importado por Leonor de Aquitania cuando recorrió con su esposo Luis XIV tierra santa. Sea pues por celoso, o porque ella se lo pidió incursiono en el reino de Saladino se topo con la belleza de un mundo que le robo el alma y con ella se tejió una nueva forma de suspirar. Los árabes son sin duda los grandes representantes del uso del lenguaje a partir de un profundo sentido de usar los vocablos, llevándolos hasta el límite de la capacidad significativa donde se funden con la experiencia humana.

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Los amantes de Teruel. Foto de magdabatik.com

Así los amores medievales comenzaron a tomar matices en lo prohibido y se expresaron adúlteros, imposibles y con una connotación de terminar en tragedia y muerte. Fueron tejiéndose de la mano de un mundo católico qué sin más, estiro sus hilos en un lenguaje donde lo prohibido genero en la obscuridad de lo ilegal, un placer en lo más profundo. 

Esta nueva expresión del amor, dejó una experiencia nueva entre el deseo erótico y el espiritual que era vivido como un amor licito y el que era para entonces moralmente elevado. Pero sobre todo tenia connotaciones de una dicotomía antagónica entre el ser apasionado, lujurioso, herético y el que repudiaba la carne, lastimándola o volviéndose disciplinado incluso llevándolo a experimentarse como exaltante. 

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Pedazo de la obra de Antonio Muñoz Degrain.

Hubo quienes expresaron la pasión desde el amor a lo divino, como Santa Teresa de Ávila que tuvo arrebatos en la carne, pero que lo elevo a todo lo trascendente y a la mística de lo divino. Y hubo quienes la pasión los llevo a cometer aberraciones, como el adulterio, que era penado con la muerte.

Para poder acompañar con el alma estos sentimientos que brotaron al son de los cantos y de la poesía y que evocan mi escrito he decidido viajar, atravesar el mar y correr el riesgo de cruzar el tiempo y llegar unos mil años atrás. 

Estamos en Aragón, en una España que se debate en pleno medioevo y donde el amor cortés a impregnado las salas de los palacios con sus trovadores contando historias al son de su laúd. Cantan estas odas tantas veces en forma de romance y que antes de esta época eran inexistentes. La pasión arrebata más de un suspiro en las damas de la corte y como polvorín fue permeando cada ducado, condado, marquesado y reino del mundo feudal.   

Y es que, en tierras de Aragón hay un lugar llamado Teruel donde las calles se desgañitan con el dolor de dos amantes. Se cuenta que un joven llamado Juan Martínez de Marcilla, que se enamoró perdidamente de Isabel Segura; hija única de un hombre muy rico que por nombre llevaba el de Pedro. ¿Acaso es raro pensar que el chico de extracto humilde, pudiera soñar con un amor así de imposible?

Pues sí, ella le correspondía, pero nunca se casaría sin el consentimiento de sus padres. Entonces, él la quiso más. Así que le pidió esperar cinco años, para ser digno de su familia y mientras él buscaría fortuna por tierra y por mar. Cumpliendo su cabal palabra, peleo contra los moros y ganó pasados cinco años, cien mil sueldos. 

La doncella fue importunada constantemente por el padre para que tomase marido. Su respuesta era que había votado virginidad hasta que tuviese veinte años y el padre como la amaba la quiso complacer.

Pero pasados los cinco años, al no saber nada del enamorado, se caso con un hombre que el padre le procuro. Pero resulta que Juan llega el día del desposorio y escurriéndose por una ventana con el corazón hecho pedazos, llego hasta su lecho y le dijo: “bésame que me muero” y ella repuso: “No quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la pasión de Jesucristo os suplico que busquéis a otra, que de mí no hagáis cuenta, pues si ha Dios no ha complacido, tampoco me complace a mí” entonces  el le respondió: “Bésame que me muero” y ella en tono frío repuso “No quiero”.

Entonces el cayó muerto. Al despertar ella contó lo sucedido y   

Dijo el marido: “Oh! Malvada, y ¿Por qué no lo has besado?” 

“por no faltar a mi marido.”  

“Ciertamente, eres digna de alabanzas.” Con orgullo espeto este.

Pero entonces la joven se llenó de pensamientos y cayó en cuenta cuánto la quería Juan, de cuánto había hecho por ella y que, por no quererlo besar, había muerto. Así que se prometió ir a besarlo antes que lo enterrasen; se fue a la iglesia del señor San Pedro, que allí lo tenían. 

Extrañados todos al verla, ella no se preocupó de otra cosa más que de ir hacia el muerto. Le descubrió la cara apartando la mortaja, le besó tan fuerte que allí murió. 

El marido contó a todos a los que había delante el caso según ella se lo había contado. Acordaron todos enterrarlos juntos en santa sepultura.

Así hoy yacen el uno junto a otro en bello sepulcro donde las manos se tocan con tal delicadeza, que son fuente de suspiros de cientos de turistas que pasan año tras año por ahí.

Y resulta que la historia tiene poco de cierto, o al menos así lo cree un historiador llamado Fernando López Rajadel, porque las fechas de las pruebas de carbono no coinciden con quienes yacen bajo las frías tumbas situándolos en otra época. Pero a incluso llegado a decir que los cuerpos serían mas bien de madre e hijo, teniendo ella las caderas anchas como se les abren a las mujeres después de ser madres. 

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Foto de los amantes de Teruel. Foto de Abc.es.

Entonces quizá por detrás de tan dura historia lo que hay es una representación de cientos de historias emuladas desde este sentimiento tan profundo de ensalzar los amores de otros, de poner en el consciente colectivo una necesidad de transmitir y generar emociones y suspiros. Así que falso o no ellos parodian los amores de tantos otros como el de Tristán e Isolda, el Cid campeador y doña Urraca, Inés de Castro y el rey Pedro de Portugal, Romeo y Julieta, Abelardo y Eloísa y tantos otros que encuentran un simbolismo que lleva un hito de la representación de este tipo de amor. Uno que llevo el nombre de “fino amor”, “amor puro”, “amor verdadero” en occitano y que después cambio su nombre setecientos años después a manos de Gastón Paris en 1883 al amor cortés con el que empezamos el relato.  

Regreso como siempre en estos saltos que me apasiona hacer, como si pudiera en verdad entrar en las esferas de otros tiempos. Esta vez no hubo necesidad de vestirme de época o cambiar de peinado, simplemente suspirando tome la energía necesaria para entrar y salir y mientras me robaba un poema escrito por manos árabes en una época medieval. 

Me Acordé de Suyama cuando al ardor de la lid era como el ardor de mi cuerpo cuando me separé de ella. Creí ver entre las lanzas la esbeltez de su talle y cuando se inclinaron hacia mi, las abracé.

Badajoz XI-XII

Abu-L-Hazan Ben-Al-Qabturnuh

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195