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#LaPeorMamá Mis hormonas dominan el carácter de mi hija
Foto de Archivo

Algún día escuché en algún lugar que las niñas son hormonales desde que nacen. Nacemos, dijo la otra, ¿verdad? Y creo que quien lo dijo tiene la boca atascada de razón. Las mujeres grandes o chiquitas siempre vamos a tener que lidiar con nuestras hormonas. No nos queda de otra. 

Hablando de forma personal, creo que a mis 37 años he logrado más o menos dominar el asunto. Y digo más o menos porque por supuesto que hay días que las hormonas me dominan. Pero al pasar de los años uno se va dando cuenta de cuándo uno está más sensible y llora más, o qué días todo mundo nos cae mal, o cuándo somos más amorosas que de costumbre.  

Por supuesto que no toco el tema del embarazo porque ¡por Dios, cómo nos vuelven locas las hormonas!, pero es que entienda, es un trancazo de hormonas al mismo tiempo. Y cuando uno ya se está acostumbrando a esa cantidad enorme de hormonas en su cuerpo, ¡PUM!, nace el chamaco y se van todas de trancazo y no puedo decirles de nuevo los enormes cambios. he ahí gran parte de la culpa del Baby Blues

Pero bueno, no vengo hoy a platicarles de mis hormonas; bueno, en parte sí. Hoy vengo a decirles que me acabo de dar cuenta de que mis hormonas le afectan a #miniplausi. Es aún una teoría, pero casi puedo asegurar que es cierta.  

Ayer me levanté con la visita de Andrés, el que viene cada mes, o sea, me bajó. Normalmente no soy de PMS, a veces ni me acuerdo cuándo es que me va a bajar justo por eso. Ah, pero en cuanto llega, ahí sí mi humor es otro. Normalmente mi tolerancia baja a menos ochocientos noventa mil y mi facilidad de llanto sube hasta los cielos. Bueno ¿a quién quiero engañar? Mi llanto es más fácil que la tabla del cero. Lloro hasta con los anuncios de la tele. 

El chiste es que ayer desde que amanecimos todo salió mal. Puse como todos los días Buenos días alegría para despertar a los chamacos y #miniplausi en el momento empezó a llorar. Lloró porque la desperté. Después lloró porque le di su leche, pero también lloró porque ya no se la di. No se quería vestir, así que le dije que se iba a ir en pijama a la escuela y se enojó. 

No se quiso peinar, así que se fue a la escuela con los pelos hechos una maraña y poco más y se va descalza. Aventó la lonchera más de una vez y  su papá casi la deja porque se tardó mucho en salir, todo porque no quería/podía ponerse la chamarra. Pero logramos que se fuera a la escuela. 

Para mí fue una mañana de hacer muchos corajes. Se me juntaron muchas cosas y sobre todo muchas personas que me sacaron de mis casillas. Igual y cualquier otro día no me hubiera enojado tanto o hubiera reaccionado diferente, pero definitivamente mis hormonas me jugaron una muy mala pasada. Y encima de todo, llovió todo el día, y eso a mi me deprime muchísimo. Yo definitivamente no podría vivir en Londres, nunca jamás. Me choca que esté nublado, yo necesito sol. 

Llegó la hora de ir por los chamacos a la escuela.

  • Niños, ¿cómo les fue?
  • ¡Bien! – contestó #minispeedy
  • Mamá, ¿me das un chicle? – Preguntó #miniplausi.
  • Sí, pero lo guardas para cuando termines de comer.

Mejor le hubiera mentado la madre. ¡Drama! Llanto, manotazos y patadas.

  • Veo que no quieres el chicle. – Y no se lo di.

Seguimos en drama para sacar la lonchera de la mochila, drama para comer y hacer la tarea, porque ella no quería hacer la página 25 sino la 29.  

Para colmo fue día de atrio (catequesis o como le quieran llamar).

  • Nena, tenemos Buen Pastor. Me ayudaría mucho que me pusieras atención y cooperaras conmigo y con tus compañeros.
  • Sí, mami.

Hagan de cuenta que le dije que se convirtiera en un hooligan. En lo que llevamos yendo al atrio ningún día se había puesto tan mal como ayer.  

Primero se enojó porque no fue la primera en ayudar y no fue por mí. Ella decidió estar echando relajo y no estar lista para participar, así que sus compañeros que sí estaban listos pasaron primero. Pedo. Cuando por fin logró estarse quieta pude pedirle que pasara a ayudar, pero se enojó porque le pedí algo que ella no quería hacer y por consecuencia se lo pedí a alguien más, así que decidió aventar las cosas

Ahí sí sentí que la sangre me hervía. Estaba yo tan enojada. No solo me estaba desafiando a mí, no solo me faltó el respeto a mí, sino a la otra maestra y a sus compañeros. Decidí retirarla un momento para poder seguir trabajando, entonces decidió ponerse a patear la puerta.  

Todo el tiempo me repetía “yo la amo, yo la parí, es mi hija. Yo la amo, yo la parí, es mi hija”. Llegó un momento en donde de plano me metí con ella al baño y con lágrimas en los ojos (en los míos) le dije que me estaba molestando mucho lo que estaba haciendo y que le pedía que parara, realmente no podía yo hacer mucho. Cuando salí del baño mis pobres alumnos no sabían ni que pasaba. Todavía salió la canija escuincla y le dijo a la otra maestra:

  • Mi mamá me encerró en el baño.

No bueno, ya no sabía si reír o llorar. Terminé como pude la clase y ya más calmada en la casa hablé con ella sobre su comportamiento y lo mal que me había sentido. Le dije que la siguiente semana no va a poder ir conmigo a la clase, que con su comportamiento ella eligió no poder estar conmigo. 

Cuando la acosté volvimos a platicar y me dijo que ya no iba a portarse así. Yo le creo, creo que tiene la mejor de las intenciones, de verdad que sí. Pero también creo que le es prácticamente imposible controlarse en algunas ocasiones. 

Ya que me fui yo a acostar, en ese momento en que todavía estas despierta pero dormida, analizando mi agotador día, me di cuenta de que después de casi 3 semanas habíamos tenido un pésimo día y casualmente fue el día que yo estaba completamente hormonal. Y ahí nació mi teoría: Mis hormonas, no solo me dominan a mí. También dominan a mi hija. ¿Qué será de nosotros en la adolescencia?  

Gracias por leer.

#LaPeorMamá