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#LaPeorMamá Mi marido trabaja en casa
Foto de Archivo

No sé si ya lo sepan y si no les cuento: mi marido trabaja desde casa. Sí, está en mi casa metido prácticamente todo el día.

Llevamos ya más de dos años así y la verdad es que, según yo, es algo muy sencillo. Pero muchas personas me preguntan si no es super difícil que esté en casa todo, o casi todo el tiempo. Así que les voy a contar.

Hace un poco más de dos años, movieron de puesto al señor de la casa y eso implicó un cambio de ciudad. Nos mandaron a vivir a Monterrey. La compañía para la que trabaja no tiene oficinas en esa ciudad, así que no solo nos mudamos de ciudad, sino que me mandaron a la casa al hombre a trabajar.

En algún momento de mi vida, cuando yo trabajaba en una oficina, tenía la opción de hacer algunos días al mes lo que le llamamos “Home Office”, así que sé lo complicado que esto puede ser. La realidad es que trabajar desde casa puede y suele ser sumamente complicado. Hay demasiadas distracciones.

La primera decisión que tomamos, cuando ya habíamos encontrado dónde vivir, fue dejar una recámara como oficina. Bueno, más o menos, también es cuarto de visitas.

Esto lo hicimos con la finalidad de que el marido tuviera un lugar en dónde estar, sobre todo cuando los niños estuvieran en casa y supieran que a ese lugar no podían entrar si estaba él trabajando. Todo estuvo muy bien hasta que nos dimos cuenta de que, por alguna extraña razón, a ese cuarto no le llega ni la señal del internet ni del celular. Y dado que prácticamente todo el trabajo del señor marido depende del internet y del celular, le es sumamente complicado trabajar ahí.

Tenerlo en casa todo el día, para mí, en un principio fue muy bueno porque no conocía ni la ciudad ni a ninguna persona así que me hacía compañía. La parte complicada era entender que estaba pero no estaba. Por supuesto que no se podía poner a platicar conmigo a media mañana. Tenía que trabajar.

Lo que más trabajo me costó fue permitir que se diera cuenta de qué hacía o dejaba de hacer. Yo no sé ustedes, las amas de casa que me leen, pero yo me doy algunas mañanas de echar la flojera. Hay días que me dan las 12 sin bañarme o a veces me da flojera hacer de comer y pido pizza y que él se diera cuenta de eso me daba, no sé, ¿pena?

Pero, por otro lado, también empezó a darse cuenta de todo lo que sí hacía. Lavar ropa, hacer la comida, llevar y traer niños, hacer tareas y por supuesto domar a las fieras.

¿Saben qué fue el shock más grande? Que comiera en la casa todos los días. Yo puedo sobrevivir del mismo guisado toda la semana pero ¿él? ¡Obvio no! Y no porque no pudiera comer lo mismo todos los días, la verdad no, sino porque no hay comida que alcance cuando ya todos comemos en la casa diario. No tienen una idea del impacto en el gasto de super que eso tuvo.

Tener al marido en casa a veces provoca pedirle un millón de favores y una frustración enorme darse cuenta de que no está ahí para ayudar, simplemente ahí es su oficina.

Para los niños la cosa fue más o menos igual de complicada. ¿Por qué no puedo molestar a mi papá? ¿Por qué no puede jugar conmigo si está en la casa?

Así que la cosa funciona así:

En cuanto a él y yo, cada uno vive su vida durante el día. Yo hago como que no está y él hace como que yo no voy y vengo mil veces al día, o como que no tiro la flojera algunas veces.

Hay días, como justo sucede en este momento, en los que los dos nos tiramos en la cama a trabajar sin dirigirnos la palabra porque cada uno está en lo suyo.

Él pelea con el cliente o está en una llamada o en alguna junta y yo intento escribir algo interesante para ustedes.

Ya me acostumbré a escuchar su voz y no pensar que me está hablando a mí.

Los niños ya saben que no lo pueden molestar mientras tiene una computadora en la mano o un teléfono en la oreja.

Pero tengo que ser sincera. Este esquema ha traído muchos más beneficios que calamidades.

La realidad es que el que sea dueño de su tiempo le ha permitido ser un papá super presente. Tiene la libertad de ir a actividades escolares de los niños a las que no podría asistir si estuviera en una oficina. Come con ellos prácticamente todos los días y cuando no lo hace por alguna reunión, los niños ya le andan reclamando.

Y aunque a veces su oficina no cierra hasta altas horas de la noche, lo cual no es tan divertido para mí, siempre puede cenar con los chamacos, contarles un cuento y acostarlos a dormir.

Así que sí, es complicado; pero es una de las mejores cosas que hoy por hoy tenemos.

¡Que viva el Home Office!

Gracias por leer

#LaPeorMamá

Por Claudia García Reyes

Twitter: @la_peor_mama