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#LaPeorMamá La pérdida del dinosaurio

– “Mi amor deja tu juguete en el coche”, le dije a #minispeedy.

– Pero ma, quiere ver a sus amigos, ¿cómo lo voy a dejar?.

Obviamente el dinosaurio de juguete moría por ver los huesos de sus amigos expuestos en el museo del desierto, que por cierto está increíble. Pues ahí va el chamaco con su triceratops rojo al museo para que viera a sus amigos.

Recorrimos el museo y efectivamente el dinosaurio, no el niño eh, estaba de lo más emocionado platicando con todos los huesos expuestos así como con los fósiles y animales de todas las especies que se encontró. Realmente lo estaba disfrutando. Insisto, era el dinosaurio, el más emocionado.

Total vimos toda la exposición que es bastante larga pero a los niños les encantó y no chistaron, no se quejaron ni una sola vez, cosa rara. Hasta animales vivos hay. Así que súper felices viendo lobos, perros de la pradera y borregos cimarrones.

Cuando terminamos el paseo nos sentamos un momento junto a una fuente que no tenía agua y los niños se metieron a jugar. Subían y bajaban los escalones, se perseguían, en fin todo era jijiji-jajaja. Empezaron a jugar con el triceratops rojo: lo aventaban y luego competían por rescatarlo de la “barranca” en la que caía. O sea los cortes que había entre un bloque y otro de la fuente, por donde pasa el agua, si es que está prendida en algún momento.

De repente: silencio total. #minispeedy con cara pálida y a medio segundo de llorar y #miniplausi con cara de “a mi ni me vean que yo no fui” y efectivamente ella no fue. Resultase ser que #minispeedy tuvo el excelente tino de atinarle al hoyo del registro de la fuente. Ajá pensaron bien. ¡El dinosaurio estaba atrapado!

– Má, ¿me ayudas a sacarlo?.

Allá va la madre segurísima de que lo único que había que hacer era levantar la tapa y sacar el juguete en cuestión. ¡Pues no! La maldita tapa era de metal y pesaba muchísimo, sigo pensando que estaba soldada, y pues no la pude levantar.

Me tiré al piso, toda chueca y como pude dentro de la fuente para intentar meter la mano por el hoyo por donde el triceratops osó huir, pero apenas y entraba mi brazo hasta el antebrazo. Por fin por un mini hoyo logré ver al individuo en cuestión que flotaba en agua asquerosamente estancada y me veía con cara de ¡Sálvame! Nada, mi mano por supuesto no llegaba.

– Mi amor no alcanzo, no lo puedo sacar.

Lágrimas comenzaron a rodar por la carita del amante número uno de los dinosaurios.

– Ve a buscar a alguien que nos preste una escoba a ver si con eso.

Allá van padre e hijo en busca de alguien de intendencia. El hombrecillo muy amable fue a tirarse frente a mí para ver si de alguna forma podíamos lograrlo. A mí ya me dolía el brazo que se estaba atorando y se me enterraba en la barriga una piedra de la fuente y solo pensaba: “¿Cómo demonios le digo que no lo vamos a poder sacar?”.

– Te vas a tener que despedir de tu dinosaurio. No se puede sacar. Se va a tener que quedar ahí.

Ahí empezó el llanto descontrolado y un constante: “¡Pero es mi triceratops! ¡Yo lo quiero mucho! ¡No se puede quedar!”.

Pasamos abrazados y llorando unos minutos mientras yo le repetía que no había nada que hacer que había sido un accidente.

De pronto el padre de la criatura dijo: “Vamos a ver si en la tienda venden triceratops”. 

¿Sí ubican mi cara de: “te voy a matar”, verdad? Según yo, lo que teníamos que hacer era pasar por un “duelo” y luego iba a jugar con los otros 20 dinosaurios que hay en la casa. Pero en medio de la tragedia no tuvimos tiempo de platicar como manejar estas cosas.

¿Qué creen que pasó? Compramos, no un dinosaurio, no. ¡Compramos una bolsa con 8 dinosaurios! Pues si, la situación mejoró. #minispeedy dejó de llorar y pudimos por fin salir del museo.

Ya me había visto quedándome a dormir con el triceratops que se iba a sentir solo, pero debo decirles que aún y cuando ya tiene otro triceratops azul porque rojo no había y otros 7 dinosaurios cuyos nombres ya se me olvidaron, #minispeedy, después de 4 días aún extraña a su dinosaurio, no se perdona haberlo aventado al hoyo.

– Es que no me puedo sacar de la cabeza a mi triceratops rojo.

Y uno que piensa que todo se les olvida…

En fin, así fue como perdimos a un dinosaurio y nos hicimos de ocho más.

Por cierto debo contarles lo que atinadamente dijo la jija de #miniplausi cuando se enteró de que el dinosaurio no saldría del hoyo:

– ¿Ves porque yo no bajé a mi nena del coche?.

Solo puedo pensar: “vieja jija”.

Gracias por leer.