Komané

Sola, bajo un árbol de mopane, Komané se ha puesto a la tarea de concentrarse como lo hizo su madre, su abuela y todas las mujeres de su etnia. Inhala el aire cálido hasta llenar sus pulmones. Cierra los ojos y se concentra buscando las primeras notas de aquellos acordes que formarán una bella melodía.

Cada estrofa se hila en el corazón, brota una fuente creadora que arrulla la tonada del niño que va a engendrar. De su interior sale el susurro con una unidad armónica, que va subiendo por la garganta hasta que toma forma de canción. Cada nota está puesta ahí para acunar a este nuevo ser.

La planicie, casi desértica, vuelca sus colores cobrizos con los últimos rayos del sol. Es la región del río Kunene al norte de Namibia, un escenario donde su pueblo seminómada se hace presente a lo largo de los siglos cuidando sus rebaños.

La noche cobra vida, Sirio, la estrella más brillante del cielo nocturno se hace presente con su centelleo único. La luna llena se alza brillante en el firmamento. La vía láctea se vuelve testigo del canto que acompaña el grillar de los grillos. La voz de Komané se entrelaza formando una sinfonía que llena el espacio.

Lleva la piel oscura sin un solo vello, se aprecia brillosa untada con cuidado con una pomada de manteca de vaca revuelta con ocre y hierbas que da un resultado del color rojizo. También la humecta evitando que el sol la dañe y ahuyenta a los insectos para que no la piquen.

Hoy que es le día de su boda, será la única vez que se bañe, las mujeres himbas no lo hacen nunca más. Los rituales de limpieza incluyen la delicada tarea de untar la piel con la manteca y perfumarla con una hierba que humean y con eso huelen bien.

Lleva el pelo cuidadosamente peinado con cientos de trenzas entrelazadas. Sólo las deshace alguna vez y las vuelve a trenzar con ceniza y la misma manteca que unta en su cuerpo. Sobre la coronilla lleva una corona sencilla para cargar el agua desde el río que queda un par de kilómetros más allá.

Como todos los de su tribu, tan solo lleva un taparrabos hecho de la piel de sus animales. Sobre el pecho, un collar hermoso que muestra que no es casada, los brazos adornados con magníficos brazaletes y en los tobillos unos hilos hechos de fibras naturales amarrados hacia arriba, donde más tarde tejerá una raya vertical por un hijo y dos para todos los demás.

Respira el aire que ahora acaricia la noche serena y regresa con el hombre que sus padres le han escogido como esposo. Se quita el collar, lo cambiará por otro que marcará su nuevo estatus. En la sangre lleva el arte de relacionarse con todo y usa su voz para entonar la dulce melodía que ha creado y la susurra en su oído. Él, agradecido escucha con atención y se la aprende. Juntos, ahora con ternura, se vuelcan con la intención de concebirlo, mientras cantan y lo invitan a venir.

Él engendrará con otras esposas después, pues la poligamia se permite, aunque tienen sus reglas claras. No yacerá más de dos noches seguidas con cada una de ellas. Ella podrá relacionarse con otros si él lo permite. Pero Komané siempre tendrá un lugar principal en la comunidad por ser la primera y la distinguirá su peinado y los adornos que use para mostrarlo.

Ha quedado embarazada y en el rostro hay un brillo inconfundible. Comienza a enseñarle a todos, en la tribu, la melodía que ha creado para el pequeño, así el día que nazca, las ancianas y quienes estén a su lado durante el parto le cantarán una a una las estrofas de su canción para darle la bienvenida.

Ha nacido un hermoso niño, crece sano pese a las inclemencias del clima. Su madre lo prende a su pecho y lo carga durante casi todo el día para que escuche el latido de su corazón. El pequeño poco a poco se va separando de su madre sin la brutalidad que a veces esto supone y va creciendo sonriente mientras juega al aire libre.

Cada vez que se lastima o cuando hace algo bueno, le canta su canción. Entonces se calma o se siente agradecido por el reconocimiento de ese acto bondadoso.

Ahora deviene la parte más hermosa, esa que toca las fibras profundas de la belleza que se gesta en el alma de estos seres humanos, un acto sorprendente que quita el aliento. El chico hecho hombre ha cometido un crimen, un acto socialmente aberrante. Ha inculpado injustamente a otro y lo ha traicionado. Se le llama al centro de la villa y la gente de la comunidad lo rodea. Él se para en medio, mientras las voces que entonan su canción lo hacen rendirse poco a poco quedando en cuclillas con la cabeza agachada.

Cobijarlo con su dulce melodía pese al comportamiento antisocial es lo contrario a un castigo.  Ahora es bañado de amor y desde ahí vuelve a la restauración de la identidad. Reconociendo su propia canción, el corazón le recuerda cuál es su lugar. Este acto restaurativo le permite integrar la experiencia de haber lastimado a alguien en algo que se transforma amorosamente sintiéndose cobijado pese al daño. Para ellos no hay cicatriz que no encierre belleza, cada marca deja esta costura que se instaura en la memoria, un remate imperfecto que sana dañando.

La melodía lo acompañará toda la vida y será entonada por última vez en voz de quienes lo acompañen el día de su muerte; acompañó a sus padres y a los de éstos, generación tras generación.

Kumané se vuelve un símbolo del espacio abierto donde la vida se acorta, se poda, se rompe, se agrieta y con su canto se diluye dejando sólo los acordes de su melodía y la de los suyos. Con el corazón ya bien lejos del pecho, va ensayando un nuevo latido donde se contabiliza el tiempo escribiéndole encima, en forma de notas, hasta que sólo queda puro amor.

DZ

Algunos datos sobre los himbas

* Las duras condiciones climáticas de la región ayudaron, de alguna manera, a que este extraordinario pueblo se mantuviera relativamente aislado del exterior, preservando una forma de vida que durante siglos casi no había sido tocada por el progreso. Sin embargo, sobre la piel llevan el recuerdo de la oscuridad que expone el exterminio genocida. El gobierno colonial alemán de Lothar Von Trotha a principios del siglo XX cubrió la tierra de sangre himba. 

* En 1966 fueron afectados por el conflicto bélico de SWAPO, Angola y Cuba contra Sudáfrica. 

* El proyecto de la presa en Epupa disfrazada de “desarrollo sustentable” afectará el ecosistema y con ello su forma de vida.

* El aumento en el flujo turístico desde la independencia de Namibia en 1990, ha dejado las huellas en las caries en los niños, a causa del regalo que hacen los forasteros a los niños con dulces llenos de azúcar refinada. La introducción del alcohol en la población deja su guadaña en los hombres que ahora piden dinero a aquellos que, como un acto circense, se regocijan con fotos que muestran a sus amigos como trofeos y con el dinero que les dan compran más alcohol. 

* Himba significa pedir en otjiherero. Un pueblo que practica el truque ahí donde el dinero comienza a corromper el espacio.