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Karen Horney

«.. Si falta calor por parte de los padres en el contacto con sus hijos, ello originará en estos frustración, intimidación y hostilidad. Y si tal hostilidad se prohíbe, terminará siendo reprimida, aunque se mostrará en fantasías de daño personal y en conductas sociales desajustadas, todo lo cual sería la cuna de la angustia básica»

¿Con que talante se coloca uno frente a Sigmund Freud y le dice sin titubear, que no se está de acuerdo con ciertas posturas ideológicas? ¿De que está hecho aquel que puede pararse mirando de frente a una de las mentes mas brillantes de una época y sostener con conocimiento, aquello con lo que no se está de acuerdo?

Qué certeza se necesita; quizá una seguridad que retumbe en unos pies bien plantados para atreverse a cuestionar ciertos puntos que estaban en boga cuando el conocimiento de psique humana había dado un vuelco sin precedente y rebatir sin vacilar esas ideas. Se necesita una seguridad poco usual y más si se es mujer.

En definitiva, solamente otra mente brillante puede hacerlo, una sin miedo, con capacidad de sortear cualquier tipo de obstáculos, sin cobardía. Desde luego las facturas se pagan con la crítica, el desprestigio y casi llevándola al olvido entre tantas cosas más.

Karen Horney se atrevió a decir que las diferencias psicológicas entre hombre y mujer no son producto inherente de la biología humana, sino que deben su origen a diversos factores culturales y sociales, fue todo un parte aguas en aquella época y con ello se colocó en el consciente colectivo una nueva posibilidad de observar la conducta de un sistema patriarcal.

Para entender una personalidad con la fuerza de esa envergadura, quizá haya que caminar con ella de la mano para mirarla niña, conocer su entorno, su tiempo y sus creencias culturales.

Karen Horney - image

En un hogar de religión luterana, nace Karen Wackels en Hamburgo en 1885, es hija del segundo matrimonio de su padre, un capitán de marina viudo con un corte severo y estricto, que ya contaba con cuatro hijos.

¿Cómo se crece en un hogar donde la madre no ama a su esposo? Una nata espesa cubre el hogar, la falta de amor en la pareja, se percibe con la mirada con el lenguaje corporal, un permanente cobrase con amargura, malos modos en el afán del día a día.

Cada gesto va generando marcas que moldean la vida de un niño y quedan cicatrices ahí donde nadie las ve. Por dentro el corazón se duele, sangra y cada vez que la vida nos postra de alguna manera en alguna circunstancia que nos lo recuerda, reaccionamos con una óptica moldeada por esta herida. Esta experiencia, marcó a Karen en la forma de percibir el mundo, fue hilando lo que aprendía en una forma personal de abordar el desarrollo psicoemocional del ser humano.

Impulsada con la idea de no ver a su hija repetir su triste historia, la madre alentó a Karen para que estudiara medicina desde muy niña. Así que consigo se internara en el liceo de Hamburgo que acaba de abrir sus puertas por primera vez a chicas. Paso por encima de la negativa del padre y rentaba algunas habitaciones de la casa para sufragar los gastos de la escuela.

En 1904 la madre se separó de su esposo y viajaron dos años después a Friburgo en 1906. Ahí se inscribió en la escuela de medicina con 21 años de edad.

En este período conoció a Oskar Horney, quien cursaba economía política en Braunschweig. Para completar sus estudios de medicina, se trasladó a Gotinga, donde vivió de manera independiente (ya sin su madre) durante una temporada.

En 1909, contrajo matrimonio con Oskar, tomo el apellido con el que se le conocería el resto de su vida y se estableció en Berlín. La madre de Karen vivía con la pareja y lo que ganaba el esposo de Karen constituía el financiamiento para el sustento familiar.

Procrearon tres hijas y entre 1910 y 1911 Karen vivió la muerte de sus dos padres. En ese mismo año finalizó la carrera y comenzó a asistir a la Clínica Neuropsiquiatríca de la Universidad.

Ahí conoció a Karl Abraham, con quien entró en psicoanálisis con una frecuencia de seis sesiones por semana. Era la primera Asociación Psicoanalítica Alemana fundada por él y con un pequeño grupo del que Horney formaba parte. Justo en su entrenamiento comenzó a revisar el diagnóstico que le dio el doctor. Al parecer le aquejaban ciertas dificultades sexuales y presentaba un prolongado estado depresivo.
Desde la perspectiva Freudiana, Abraham atribuyó estos síntomas a que Karen se sentía atraída por hombres fuertes, motivados por fuertes deseos incestuosos reprimidos que ella sentiría respecto de su padre, en un intento poco feliz de aplicar al caso la tesis clásica de la envidia del pene.

Horney rechazó esta interpretación y aparte de abandonar el análisis, se convirtió más tarde en una autora muy crítica del psicoanálisis, particularmente respecto de este punto. Negó la relación entre sentimientos de inferioridad de la mujer con los atributos anatómico-genitales, puso gran énfasis en la representación social donde la mujer se percibe inferior al hombre. Bajo el título de La desconfianza entre los sexos (Horney, 1931), defendió, entre otras cosas que, después de la primera infancia, el varón ha ido adiestrado la imagen de una madre abnegada y sacrificada, que termina encarnando el ideal de mujer que puede llegar a satisfacer todos sus deseos y necesidades.

Su trabajo, la forma que tenia de conducirse, le ganó una reputación tan grande qué en 1915 en plena guerra, fue nombrada secretaria de la Asociación Psicoanalítica Alemana, con sede en Berlín. Este instituto fue el primero en la historia del psicoanálisis que se dedicó de manera sistemática a la formación de analistas sobre la base de los tres pilares que tradicionalmente hasta hoy, se consideran indispensables.

¿Cuantas personas conocen el trabajo de Karen? ¿La relevancia, de sus tesis para el abordaje de la problemática de la psiquis humana? Quizá en una sociedad tradicional donde las mujeres se quedaron en el tintero, pocos saben de la importancia de su aportación a la psicología humanista. Hoy es considerada la primera feminista psicoanalista. Para romper con los patrones de conducta de una sociedad patriarcal, se necesitan muchas crisis que permitan revisar si el status quo sigue funcionando. Más adelante, un par de décadas después el abordaje de nuevas técnicas para el tratamiento de distintas problemáticas emocionales, retomaron su trabajo.

Horney emigró a Estados Unidos el 22 de septiembre de 1932, con una de sus hijas. Se nacionalizó norteamericana, convalidó sus estudios médicos. Obtuvo elevados ingresos económicos en su consulta privada. En mayo de 1935, fue elegida miembro de la Asociación Psicoanalítica de Nueva York y analista didáctica del Instituto Psicoanalítico de tal sociedad. Más tarde renunciará a las instituciones, creando su propia institución, el llamado Instituto Norteamericano de Psicoanálisis.

En esta etapa de su vida, el enfrentamiento con el modelo freudiano ya es total. Para ella la neurosis era fruto de una fractura en la educación infantil dentro del seno familiar, donde la violencia parental era la clave.

Después de su muerte todo su trabajo quedó olvidado hasta que en 1967 se publico “Psicología Femenina” un compendio de ensayos escritos de sus pensamientos en los años 30.

Quizá rescatar y honrar a quien honor merece, es una forma de que un par de páginas se pueda dar a conocer la lucha de una mujer que dejó un legado para sanar las heridas más profundas de la infancia, entendiendo que sin afecto no hay sinapsis en el desarrollo neuronal. Abordando la problemática desde el entorno familiar para poder encontrar herramientas que permitan ir reconstruyendo el ser y equilibrando cada parte que conforma la compleja red de la que estamos hechos.

“Sólo cuando las mujeres se hayan liberado de las concepciones de la feminidad fomentada por culturas dominadas por hombres, podremos descubrir la forma en que realmente se diferencian de los hombres psicológicamente.”

(La mujer es el miedo de Acción, conferencia en 1935).