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Juan Sin Tierra
Juan I de Inglaterra. 'Juan Sin Tierra'. Foto: CAptura de Pantalla.

Quizá hablar en público sobre un tema que me apasiona no fue tan buena idea.  El temperamento, el carácter y la personalidad requieren de una destreza pedagógica de la que carezco. Para una forma de ser como la mía que busca la perfección, cuando me siento insegura toca las fibras de la humillación y me va doblegando, dejándome en ridículo e insatisfecha. Cuando las cosas no me salen como imagino, mi rostro se pone rojo mientras busco en el cielo con la mirada, las palabras que no encuentro.

Los pensamientos se arremolinan dejando claro que no lo hice bien, que me trabe, que fue difícil seguirme en la exposición. Pero de pronto salta el “lo vas a hacer mejor la próxima vez” que es un reducto de más de treinta años de trabajo personal que me dejan un poco más liviana, volviéndome menos dura conmigo misma. Los caracteres rígidos batallamos con ese purgatorio toda la vida.

He tenido la suerte de toparme con maestros extraordinarios para ir saciando mi necesidad de conocerme y en la búsqueda, me tope con el eneagrama. Un símbolo vivo de nueve puntas que es una herramienta milenaria que fue creada para el autoconocimiento espiritual. Después de muchas metamorfosis ha encontrado su camino al mundo de la psicoterapia, gracias a que Gurdjieff lo colocó en el horizonte del siglo XIX.

Sin duda la escuela que más me atrae en estos menesteres, es la del psiquiatra Claudio Naranjo quien murió apenas van a ser cuatro años y que sin duda fue uno de sus más notables estudiosos.

Me apasiona poder encontrar qué es lo que motiva a alguien a hacer lo que hace, el encontrar personajes que me permitan escudriñar en sus entrañas para poder narrar sus historias, esto forma parte de la pasión que me produce el escribir.

El eneagrama está marcado en cada punta de su forma de estrella con un número, cada uno es una invitación para entrar en el maravilloso mundo del autoconocimiento. El carácter es un traje defensivo que vamos creando y que está lleno de sombras y de luces. Para mi, sin duda es un mapa para el amor, pues este es el que nos impulsa desde que existimos hasta que morimos. Como lo pedimos y cómo lo damos estará marcado por nuestra historia y por la forma en que aprendimos a recibirlo.

De todos los números aquellos que se cobijan en el ocho, que en su mayoría son hombres, cuando entran en un cuarto; se notan. En un manual médico llamado DSM este tipo de personalidades cuando no están sanos desarrollan características sádicas y antisociales. Su orientación al poder, los lleva a  la violencia y la dominación. Lujuriosos denotan una pasión por la intensidad y el exceso. Obtienen gratificación y satisfacción de sus impulsos con la premisa de que es aquí y ahora. Son proclives a pensar que el pasado no es necesario y el futuro no existe.

A los eneatipo ocho, en su infancia les fue negado el ser niños. Debieron crecer rápidamente, dejando de lado la ternura, la debilidad y la fragilidad. No recibieron los cuidados adecuados en el plano afectivo. Inclusive, en muchos casos, se les fue atribuida la idea de ser “niños malos”.

Se comprometen a defender a las personas cercanas siempre y cuando no interfieran con el dominio de su poder y el mando. Sobrevaloran la fuerza y el valerse por sí mismos, despreciando por ende la debilidad y la necesidad. Sienten que todo es en pos de la satisfacción propia y no encuentran un problema infligir sufrimiento a otros. Son combativos, dominantes y protectores..

Vengativos, son proclives a castigar haciendo demostraciones patentes de ira y fuerza. Les encanta discutir. Son efusivos, consumiendo energía constante en estímulos intensos, haciendo demasiadas cosas y manteniendo contactos mediante el sexo y los enfrentamientos apasionados.

Moviéndose a través de su línea de desintegración hacia el eneatipo Cinco, los lujuriosos, se aíslan de los demás y de sus sentimientos hacia ellos. Pierden la capacidad de defensa de sí mismos. Se vuelven mezquinos. Se conectan con el vacío del Cinco, perdiendo su energía y poder natural, tendiendo a volcar su poder contra ellos mismos.

Sanos, destinan toda su fuerza para ayudar a los demás. Son ingeniosos y decididos. Encuentran la empatía y la compasión, relacionándose con la igualdad. Se preocupan de las necesidades de los demás como si fueran propias. Aprenden el poder del amor, dejando de lado el amor al poder.

Toman contacto con sus emociones tiernas, el cuidado de los demás y la idea de ser útil.

Con esta introducción y dejando de lado los subtipos que Claudio integró a cada número, me adentro en la historia y me encuentro con un personaje que desde mi perspectiva tiene todas estas características en su parte insana y que quizá nunca encontró su camino para encontrar la integración. Se quedó anclado a su personaje y vivió y murió en consecuencia.

El viaje nos remonta al pasado unos siglos atrás, hasta llegar al siglo XII donde el último de los ocho hijos de la Duquesa Leonor de Aquitania y Enrique II, llegó al mundo. De nombre Juan, fue sin duda uno de los personajes más emblemáticos de la historia de Inglaterra cuando esta se extendía hasta el sur de Francia.

Nos ha llegado en voz de los cronistas contemporáneos su fama de hombre mezquino,  rencoroso y  cruel, afirmaban que era pecaminosamente lujurioso y carente de piedad. Tales afirmaciones me ayudan a revisarlo con connotaciones muy duras.

Se decía de él, que en sus enfados se mordía los dedos y que era un bebedor de mal vino. Esto no lo creo pues era un hombre educado, pero la historia se escribe así, con tenores que dan brochazos exagerados e inexactos según sea la fuente. Era un coleccionista de joyas empedernido. Hay algunos historiadores que han tratado de bañarlo con palabras más diligentes como el de buen administrador, un hombre hábil y un general capaz; pero la verdad es que las novelas victorianas y el cine han dejado una imagen  de un villano bajito (1.65) que aparece en las leyendas de Robin Hood.

Siendo muy niño fue enviado junto con una de sus hermanas a estudiar a la abadía de Fontevraud, en Anjou, seguramente con la intención que se dedicara a la vida eclesiástica al no tener tierras que gobernar. Esta decisión probablemente lo quito muy joven del regazo de su madre, donde quizá se sintió desprovisto de su amor. Era muy frecuente en aquella época que los hijos de los nobles fueran amamantados por nodrizas y educados fuera de casa.

Ahí se convirtió en un hombre muy culto pero poco docto para los códigos de caballería de la época. Su padre Enrique II, primer rey de Inglaterra de la casa Plantagenet, le apodó “Juan sin tierra” cuando tenía apenas dos años, habiendo repartido su herencia entre sus demás hijos. Toda una profecía para un niño que, heredaría finalmente las posesiones que conformaban el llamado Imperio Angevino. Un gran territorio que se extendía desde el sur de Francia hasta la frontera entre Inglaterra y Escocia, acumulado a golpe de guerras y por el matrimonio con Leonor de Aquitania, la mujer más rica de su tiempo; pero este sería incapaz de conservarlas.

Cuando Juan tenía 5 años su padre quiso encontrar la forma de dejarle una herencia, así que aprovechando que quería asegurar las fronteras del sur de Aquitania; decidió comprometer a su hijo con Alais, hija y heredera de Humberto III de Saboya. Como parte del acuerdo, Juan recibiría las tierras de Saboya, Piamonte y Maurinne y ya no se quedaría sin herencia. Pero esta murió antes de que se casaran.

Cuando apenas tenía 7 años, su madre impulsaba a sus hijos a rebelarse contra su padre, fallando vertiginosamente una y otra vez causándole a Leonor un encarcelamiento de más de 10 años. Este hecho puso a Juan en la mira de su padre, cobrando el lugar de favorito, aunque era el más distante en términos de la sucesión real.

El rey afanado, comenzó a buscar más tierras para su hijo, a expensas de algunos nobles. Se apropió de las fincas del difunto conde de Cornualles y las dio a su hijo.  Desheredo a las hermanas de Isabel de Gloucester cosa que era ilegal y la prometió a Juan como consorte y con apenas diez años lo nombró señor de Irlanda destituyendo a William FitzAldelm.

Sus hermanos Guillerno, Enrique y Godofredo murieron muy jóvenes durante esos años, bañados de trifulcas, engaños y traiciones dejando solo a Ricardo como heredero después de haber pasado la mayor parte de su vida  peleando por el trono.

Cumpliendo diecinueve, habiendo terminado sus  estudios en la abadía,  Juan fue destinado  a Irlanda  a cumplir con sus deberes como “Señor” de la misma. Así partió en abril de 1185, con una tropa de trescientos soldados y una importante suma de dinero en las alforjas. Llevaba como misión arrebatar el control del territorio a Hugo de Lacy, un caballero que siempre había sido leal a Enrique II, pero del cual el rey desconfiaba en ese momento.

Por esa época comenzó a distinguirse por su crueldad, mientras los caballeros preferían capturar al enemigo y resolver sus cuitas en justas, él optaría por liquidar a sus oponentes con métodos exentos de nobleza alguna. Gustaba de encerrarlos en mazmorras y dejarlos morir de hambre como lo hizo con la esposa e hijo de uno de sus más fieles servidores y en  el castillo de castillo de corfe  en Dorset a veintidós caballeros.

Enrique quiso coronarlo como rey de Normandía, pero el papa en Roma, no estuvo de acuerdo. Para acabar con el cuadro, el periplo de Juan en Irlanda fue un desastre. A su ya notoria crueldad con sus oponentes se unieron su ineptitud política incluso burlándose de las largas barbas de sus pobladores. Sus gustos extravagantes eran conocidos, acumulando joyas sin ningún reparo, llevándolo al grado de  quedarse sin fondos para las tropas. Tras ocho meses y sin lograr los apoyos para ejercer de “Señor de Irlanda”, volvió a Inglaterra, derrotado. Poco a poco se fue labrando el apodo de “espada suave” por su falta de destreza militar.

Cuatro años después, Ricardo temeroso de no ser nombrado heredero, se rebeló contra su padre, la sombra de su madre siempre por detrás. Se alió con el rey Felipe Augusto de Francia y ambos declararon la guerra a Enrique II. Juan entonces traicionó a su padre y se unió a ellos. En la mirada de esa época estas conductas eran normales, hoy siguen siendo así pero llevan connotaciones de condena y algunas veces se castigan.

El padre enfermo y abandonado por casi toda su familia, falleció, en la fortaleza real de Chinon y Ricardo Corazón de León fue coronado rey.

Mientras Ricardo peleaba en la segunda cruzada, Juan se hizo con un patrimonio interesante y se convirtió en un importante señor de vasallos. Durante el reinado de su hermano, Juan demostró una gran ambición de poder, conspirando en muchas ocasiones, hasta intentar infructuosamente una rebelión contra los administradores reales de su hermano, mientras este participaba en la tercera cruzada.

Al morir Ricardo en 1199, y después de una disputa con el heredero de Enrique, Arturo de Bretaña cuyos derechos dinásticos apoyaba el rey de Francia y Felipe August, Juan con treinta y tres años fue proclamado rey de Inglaterra y al hijo de Ricardo le hizo ejecutar en 1203. Esto le ayudó,  pero tuvo que seguir luchando contra múltiples enemigos hasta el fin del reinado.

Sostuvo una guerra casi continua contra Francia por los feudos ingleses en el continente. También se enfrentó temporalmente con el papa Inocencio III (1209-13) quien lo excomulgó. Seguramente a este no le afectó, pues mostraba una falta de convicción religiosa.  Se decía que  era impío y ateo, un asunto serio en aquella época.  Sus hábitos anti religiosos  contenían comentarios blasfemos con bromas ingeniosas pero escandalosas sobre la doctrina de la iglesia. A esto se le sumaba la falta de donaciones caritativas. Las cifras oficiales sugieren que Juan se apropió de alrededor del 14 % de los ingresos anuales de la Iglesia en Inglaterra,  lo que lo hacía un personaje poco querido en Roma.

En 1200 decide separarse de Isabel argumentando consanguinidad y que no le había dado hijos. Era común que los reyes y nobles de la época tuvieran amantes, cuentan los historiadores que al menos tuvo cinco hijos con ellas, pero los cronistas se quejaban de que las amantes de Juan eran nobles casadas, lo que se consideraba inaceptable.

Se dice que este se enamoró de Isabel de Angulema que contaba entre nueve y doce años ya que se desconoce su fecha de nacimiento  y que la raptó el mismo día de su boda con Hugo IX de Lusignan heredero del conde de La Marche. Ella le dio cinco hijos y según algunos historiadores en esa época su conducta lujuriosa dejó de ser parte de las habladurías del palacio.

Finalmente fueron sus propios súbditos los que se rebelaron: la acción combinada de los barones, obispos y burgueses le obligó a aceptar la Carta Magna* (1215), primer compromiso escrito de un monarca inglés de respetar una serie de derechos y libertades. Dicho texto de carácter feudal, que ha seguido formando parte hasta nuestros días de la constitución consuetudinaria de Inglaterra, sentaba un precedente del sistema parlamentario, al instaurar una asamblea nobiliaria con potestad exclusiva para aprobar los nuevos impuestos.

Juan intentó luego incumplir esa promesa, provocando una nueva insurrección de los barones para terminar destronando. Sus gustos acompañaban a todos estos sucesos y él seguía saqueando abadías. En 1216 el año en que lo destronaron, una de sus caravanas con un séquito de soldados y cargada de joyas se hundió en unos pantanos cuando viajaba de Lincolnshire a Norfolk, mientras que el antiguo regente escogió otra ruta menos peligrosa.

Entre guerras, batallas y pérdidas de territorio, Juan contrajo disentería, numerosos relatos, probablemente ficticios, circularon poco después de su muerte, y se decía que lo habían matado  con cerveza envenenada, ciruelas envenenadas o un “exceso de melocotones”. Así dejó el mundo con apenas 49 años.

Más tarde, su hijo Enrique III, fue coronado rey salvando el Trono para la dinastía.

Al terminar de relatar su historia me encuentro con la inevitable idea de cómo habrá sufrido emocionalmente sus derrotas, si la soberbia lo consumía, sí usaba la venganza para extraerse de algún modo el fracaso.  Hay personajes que como él, me recuerdan este número en el eneagrama. Está Julio Cesar, Leonidas, Rasputin, Pablo Escobar, Vladimir Putin y de mujeres Indira Ghandi. Aunque el eneagrama no es una herramienta para catalogar, es de gran ayuda cuando tratamos de ver porque alguien hace lo que hace y nos ayuda a encontrar formas de comunicación más amorosas. Pero sobre todo la mirada debería ser hacia adentro, usando la riqueza de este mapa para mirarnos con ojos nuevos, para encontrar cómo derribar nuestras murallas defensivas en búsqueda de una plenitud mientras pasamos por aquí. .

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195

*Magna Carta – piedra angular de la historia del derecho europeo

En forma modificada, la Carta Magna firmada en 1215 es fundamento de la actual legislación británica. Junto con la Declaración de Derechos (Bill of Rights) de 1791, se convirtió en la base de la leyes de Estados Unidos, cuya Constitución la alude en numerosos puntos. No es una exageración considerar a la Carta Magna como un documento que creó las precondiciones para que se fueran imponiendo cada vez más las libertades y los derechos civiles. Primero en Gran Bretaña y posteriormente en el resto del continente europeo. El principio que sostiene que “el rey no puede aumentar los impuestos sin la aprobación general de nuestro reino”, recuerda casi literalmente a la exigencia política de la Guerra de Independencia de Estados Unidos a finales del siglo XVIII. “No taxation without representation!” Ninguna tributación sin representación apropiada en el Parlamento.