Es verano, las hojas de maple todavía se sostienen cerca de las flores de color blanco y verdoso agrupadas en racimos que carecen de pétalos. Falta poco para que produzcan frutos en forma de sámaras, y un par de meses para que cambien de color. La hoja de este árbol es emblemática en Canadá representando … Continued
Es verano, las hojas de maple todavía se sostienen cerca de las flores de color blanco y verdoso agrupadas en racimos que carecen de pétalos. Falta poco para que produzcan frutos en forma de sámaras, y un par de meses para que cambien de color.
La hoja de este árbol es emblemática en Canadá representando un símbolo nacional, reflejando la identidad y cultura del país. De color roja se utiliza en la bandera y ha estado presente en la heráldica desde el siglo XVIII. Hoy es el mayor productor de jarabe de maple del mundo, obtenido de la savia del árbol de arce, como se le conoce en español. Esta savia se extrae, generalmente en primavera, y luego se hierve para concentrarla y convertirla en jarabe. Quebec, es conocido por la temporada de maple que llena sus calles con todo tipo de festivales.
Montreal es provincia de Quebec y la segunda más poblada del país, una ciudad a la que tuve la oportunidad de viajar, y que debo decir que me ha dejado atónita, me ha sorprendido más allá de cualquier expectativa. Cuatro horas de un vuelo tranquilo desde la Ciudad de México nos llevaron ahí, y por la ventana al llegar, alcance a ver una montaña al norte del centro de la ciudad llamada Mont Royal, un parque urbano de 280 hectáreas, popular para actividades recreativas, ofreciendo bellas vistas panorámicas de la ciudad.
Usualmente trato de no saber mucho sobre los lugares a donde voy, las ciudades me generan una curiosidad que se sacia cuando me voy perdiendo en sus calles. Pero, sobre todo, cuando voy integrando el panorama con la cultura y después poco a poco, ir conociendo más, escudriñando en los libros, leyendo sobre su historia y buscando sus secretos.
Caminar abre la posibilidad de integrar el paisaje, de apreciarlo, de ir conociendo los rostros que pasan junto a uno, detenerse frente a los edificios viejos llenos de historia. Trescientos ochenta y dos años marcan un estilo sobre sus calles, que van incorporando en cada cuadra un poco de cada época, dándole el suficiente espacio para ser apreciados. Los lugares para comer son extraordinarios, uno puede encontrar en ellos La Poutine, papas fritas cubiertas con queso y salsa de carne considerado el plato nacional, o un sándwich de carne ahumada conocido como viande fumée, un platillo con raíces judías.
Me ha llamado la atención la cantidad de locales vacíos. ¿Será la resaca de Covid? Sin duda, la pandemia tuvo un efecto significativo en el sector comercial, muchos negocios especialmente restaurantes y tiendas minoristas, se vieron forzados a cerrar permanentemente, debido a las restricciones y la caída en las ventas. Aunado al aumento del trabajo remoto que redujo drásticamente el tráfico peatonal en áreas comerciales del centro de la ciudad.
Esta crisis aceleró tendencias que ya estaban en marcha, hubo un marcado aumento en las compras en línea. Muchos consumidores cambiaron sus hábitos, prefiriendo comprar desde casa, en lugar de visitar tiendas físicas. Los alquileres comerciales, especialmente en zonas céntricas, siguen siendo elevados a pesar de la menor actividad. Esto hace que sea difícil para nuevos negocios establecerse, o para los existentes mantenerse rentables. Esta dura época, provocó que algunas personas se mudaran fuera del centro de la ciudad, afectando los patrones de consumo local.
Entre dos ríos, sus 4.5 millones de habitantes cobijan un espacio multicultural debido a su rica historia de inmigración y diversidad lingüística. Originalmente fue colonizada por franceses y ha mantenido su herencia francófona. Los ingleses invadieron Montreal en 1760, durante la Guerra Franco-Indígena, también conocida como la Guerra de los Siete Años. Esta invasión formó parte de la campaña británica para conquistar Canadá, que culminó con la capitulación de Montreal y la posterior cesión de Canadá a Gran Bretaña, por parte de Francia en el Tratado de París de 1763.
Aproximadamente el 13% de la población tiene el inglés como lengua materna. Esta cifra refleja la presencia significativa de la comunidad anglófona en la ciudad, aunque la mayoría de los residentes hablan francés, esto llama mi atención pues dejaron de pertenecer a Francia hace 261 años.
Aunque un 60 % de la población es de origen europeo hay un porcentaje del 11.5 de canadienses negros, 8.2 % de árabes, 4.6 de sudasiáticos, 4.5 de latinoamericanos y 3.3 de chinos. Además, más del 25% de los habitantes son descendientes de dos o más grupos étnicos, y el 20% de la población no nació en Canadá. Más allá de las cifras, lo que es sorprendente, es que han logrado la coexistencia de diversos grupos raciales y culturales, gracias a su ambiente bilingüe y multicultural, fomentando la inclusión y el entendimiento intercultural. Desde luego que existen muchos problemas sociales, pero mucho menos que en otras partes. He visto personas en condición de calle, jóvenes con problemas de drogas, según cifras oficiales, hay alrededor de mil quinientas personas sin hogar, pero reciben atención médica y refugio como en el estadio de fútbol, que se transforma en un espacio temporal durante el invierno.
Me sorprendió encontrar muchas iglesias abandonadas, otras transformadas en mercados, librerías y condominios. Lo primero que pregunté fue por qué, y encontré que hubo un periodo llamado “La revolución tranquila” en Montreal, en la década de 1960. Aunque no fue una guerra en el sentido convencional, este período transformó la sociedad quebequense de manera significativa. Durante ese tiempo se experimentó una modernización rápida, una secularización de la sociedad, y un aumento en el control estatal sobre áreas como la educación y la salud, que anteriormente estaban bajo la influencia de la Iglesia Católica. Este proceso llevó a una disminución del poder e influencia de la Iglesia en la vida cotidiana de los ciudadanos.
En Montreal, muchas iglesias han sido transformadas en condominios y otros espacios comunitarios, debido al abandono y la disminución de la práctica religiosa. Alrededor de un centenar de estas iglesias, han sido reconvertidas en bibliotecas, mercados, restaurantes y centros recreativos, preservando su arquitectura histórica. Esta tendencia responde a la necesidad de revitalizar estos edificios, y adaptarlos a las demandas contemporáneas de la comunidad. La conversión de iglesias en condominios también enfrenta desafíos financieros, pero se considera fundamental para mantener el patrimonio religioso y cultural.
En el barrio de la pequeña Italia hay una iglesia peculiar llamada la Madonna della Difesa, que cuenta con un mural sobre Benito Mussolini subido en un caballo. Al parecer este es el único caso de un fresco que representa al dictador del siglo XX, que aún hoy es visible en una iglesia. Curiosamente, el Papa está de alguna manera en un segundo plano. Mussolini se aleja de él ¿será que está evitando una posible sensación de inferioridad?
Llama la atención que fuera de la iglesia hay un monumento a la segunda generación de ítalo-canadienses criados en el vecindario, que murieron durante la Segunda Guerra Mundial, luchando contra los mismos fascistas celebrados en el fresco dentro de la iglesia. Un fresco pintado en 1933 que posiblemente había sido costeado con las donaciones de sus padres y abuelos, cuando Mussolini era considerado un líder fuerte y admirado. Vaya paradoja.
Aunque aproximadamente el 69% de la población se identifica con alguna religión. Según datos del censo de 2021, el 49.5% de la población es cristiana pero poco practicante, siendo la mayoría católica romana. Además, el 12.7% de la población practica el islam, y el 2.1% es judía. Otros grupos religiosos incluyen el hinduismo (1.8%), el budismo (1.5%), y el sijismo (0.9%).
Esta disminución de la religiosidad en Montreal puede atribuirse a que ha experimentado un proceso de secularización, como en muchas partes del mundo. Esto significa que la religión ha dejado de ser una parte central de la vida diaria para muchas personas, y hay una tendencia creciente hacia una perspectiva más secular o laica. La llegada de inmigrantes de diferentes orígenes ha contribuido a un panorama religioso más variado, lo que puede diluir la influencia de las religiones tradicionales como el cristianismo. Quizá, también hay una marcada tendencia a buscar respuesta en otra parte, cuando las creencias ya no se sostienen, cuando se genera un vacío que no se llena de esta manera.
Es claro que las generaciones más jóvenes tienden a ser menos religiosas que sus predecesoras, expuestos a diferentes culturas y filosofías, así como un enfoque más crítico hacia las instituciones religiosas tradicionales. Así la religión ha sido relegada a quedar más como una parte de la identidad cultural, que como una práctica diaria.
No puedo evitar conocer los mercados de los lugares a donde voy, y en Montreal hay muchos, cada uno con un sabor distinto, donde los aceites de olivo, las carnes ahumadas y viandas de distintas partes del mundo, se colocan sobre los anaqueles. Incluso hay un centro comercial de ropa y productos de piel de alta calidad en Marché Bonsecours.
Siete días son pocos para conocer un lugar, pero sí suficientes para guardar recuerdos inolvidables. Para encontrar hermosos lugares en cada esquina y para caminar sin cansarse.
Visitar un lugar nuevo es algo que nos amplía la mirada del mundo, se vuelve un regalo para el alma y para quienes somos inquietos, un gozo indescriptible. Yo regreso con mi miel de maple, mis galletas de mantequilla, y con el corazón latiendo por esta bella ciudad. Quedo invitada a regresar, a seguir descubriendo espacios nuevos mientras recibo el sol, el clima templado y el cielo de azul celeste que en estos días no ha contado con una sola nube.
DZ
Gracias a Javier por hacer posible que mis pies pudieran estar ahí, a Vincenzo Di Nicola y su bella familia, por mostrarnos los rincones más bellos de su ciudad.