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Heterónomos
Foto de Hablar de poesía.com

Como si cada beso
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la ajena suma universal de la vida.

Fernando Pessoa (1888-1935)

Traigo en la mente una palabra que no me deja en paz, se presenta cuando estoy hablando, interrumpiendo la cadencia de mis ideas que podrían ser mas o menos fluidas, pero justo cuando estoy centrando la idea, aparece y desbarata el contexto de lo que venia diciendo y pierdo el hilo.

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Foto de infobarajas.com

Para poder explicar la razón de mi obsesión, debo confesar que esta no es una palabra que conocía y quizá hasta podría haberla confundido con otra que me encanta porque esta llena de misterio. Empezare con la segunda poniendo un poco el contexto de mi fascinación y después me arranco con este vocablo maravilloso.

Así que la antesala de mi manía, comienza de la palabra “seudónimo”. Encuentro algo provocativo por detrás de quien se esconde en un nombre, me parece fascinante los motivos por lo que alguien decide escribir sin mostrarse. En el campo de la literatura muchísimos escritores han utilizado este recurso y sobre todo las mujeres, que lo hicieron con la intención de ser publicadas, pues durante muchas generaciones este ámbito de la literatura, estaba destinado a los hombres y si de casualidad llegaban a imprimirse sus libros, recibían menos de la mitad que sus congéneres masculinos. Así que con un nombre masculino se podía sortear ciertos prejuicios culturales.

Hay inclusive quienes escriben con varios seudónimos, volviendo todavía más apasionantes las razones, los porqués y paraqués. Esta el caso de un escritor contemporáneo Enrique Laso, que escribe con mas de 13 nombres distintos y ha logrado mantenerse en las filas de la popularidad, vendiendo más de 400.000 libros alrededor del mundo y a logrado traducir su obra a 12 idiomas. Está Pablo Neruda que en realidad se llamaba Neftalí Reyes o Gabriela Mistral que fue bautizada como Lucila Godoy de Alcayaga. También algunos que no se esconden, pero se divierten colocando las letras de su nombre en un orden alterado porque así lo escribían cuando eran niños.

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Foto de lavanguardia.com.

Pero de pronto Fernando Pessoa, portugués de nacimiento, que vivió la última etapa del siglo XIX y el principio del siglo XX me genera una curiosidad embriagante. Me parece un poeta y escritor extraordinario, y caigo en la trampa de volverme loca con más de sus 70 personajes. Resulta qué en esa afición suya, aparece “la palabra” que me quita el sueño.

El no escribió con seudónimos, si no que lo hizo con “heterónomos”, aquí es donde se me revuelve todo. Me envuelve el capricho de descubrir que describe esta palabra que es nueva en mi horizonte. Algo me mueve las entrañas y me hace buscar, escudriñar y cuestionarme con una sed vertiginosa. Se ha vuelto algo que raya en lo absurdo, que interrumpe el hilo conductor de mis ideas de un tiempo para acá. Sí, soy obsesiva pero una vez que descubro el tesoro que hay por detrás de semejante riqueza, me vuelvo a sosegar, hasta que aparece una nueva palabra y comienza nuevamente la danza.

Pessoa, no se escondía por detrás de ningún nombre, eran identidades ficticias buscando una respuesta a la necesidad de ser plural, observando escenarios iguales, pero con miradas distintas o con corrientes literarias antagónicas. No eran personajes ocultándose bajo una firma, era algo mucho más profundo. Todos sus escritores podían hacerlo con un estilo propio, tenían biografía, incluido sus horóscopos, un retrato y características morales e ideológicas. Pero llego incluso un poco mas allá, los doto uno a uno de cuerpo y alma con una tipografía distinta, cada detalle puesto en letras que los iba amalgamando hasta sentirlos como seres existentes de carne y hueso.

Así, Ricardo Reis era neoclasicista científico y le infundio la carrera de médico,  lo barnizo de una personalidad disciplinada y meticulosa. Alberto Caeiro Da Silva, también llamado el tuberculoso era humanista, místico y maestro de profesión. Álvaro de Campos era ingeniero, escribía una poesía tumultuosa y sufría de crisis nerviosas. Alberto Mora era un paranoico filosofo del paganismo. Rafael Baldaya era astrólogo.

Pero Bernardo Soares tenia esta dualidad extraña, era un semi heteronómio, pues Pessoa en palabras escribió “Es el resultado de la mutilación de mi personalidad al quitar el raciocinio y la afectividad.” Así lo dejó plasmado en una misiva que envió a Adolfo Casais.

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Foto de Hablar de poesía.com

Cada uno de sus personajes tenían algo de algún conocido o de alguna persona cercana y en el caso de Da Silva este sufría de la misma enfermedad de su padre; María José tenia una discapacidad como la de su madre.

¿Esquizofrénico? ¿Tenia trastorno de personalidad? El se definió como un histérico/neurasténico, pero quizá lo que había por detrás era una forma compulsiva de encontrar sosiego, mientras sus personajes daban rienda suelta a sus múltiples universos. Dejo tras de si 27543 folios manuscritos con mas de 70 autores representándolos. Y vaya que ha dado de que hablar, hay quienes han escrito libros justificando con extrañas triquiñuelas, el diagnostico clínico de un ser que además de haber muerto muy joven, nunca visito a un psiquiatra para que lo evaluara.

Así este personaje de gafas redondas, fino bigote, mirada perdida, aprecia con un papel siempre doblado en cuatro en el bolsillo y un cigarro en la boca, haciendo alarde a los 80 cigarros diarios que fumaba. Se sentaba en el histórico bar A Brasileira en el barrio de Chiado en Lisboa y comenzaba a crear.

Brotaban sus personajes sin reparo, dibujando palabras que se gestaban solas, según la figura que tomaba forma en su mano, reflejando quizá, su gran desorientación existencial.

Octavio Paz dijo alguna vez sobre el “es un inventor de poetas y destructor de si mismo. Un autor de paradojas claras como el agua y como ella vertiginosas.

Seguramente la palabra seguirá embrujándome, la necedad de aprendérmela hasta encarnarla se vuelve una tarea. De ahí broto el ejercicio de amalgamarla con el personaje que por excelencia la define. Y me he dado a la tarea de encontrar sus escritos de disfrutarlos para apaciguar mi mente inquieta, descubriéndolo a el en cada uno.

DZ