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Erzsébet
Foto: Magnet-xacata.

Vamos a usar el olfato para recrear una escenografía. Es inevitable darme cuenta que la ciudad de México con su nata de contaminación, me ha ido atrofiando tan necesario sentido. Cuando salgo al campo, a las pocas horas lo recuperó y se afina. Con él comienza a volverse mas agudo mi asombro, cuando el aire entra suave por mi nariz y mis pulmones se llenan.

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Foto: Wikipedia.

Cerremos los ojos y coloquemos las imágenes  de un palacio fastuoso lleno de muebles y de brocados traídos de todas partes de Europa. Coloquemos en una pared un escudo de armas: un jabalí con tres dientes de plata. Estábamos en el castillo de Csejte. A lo lejos están cientos de montañas nevadas.

Imaginemos  no tener cepillos de dientes, perfumes, desodorantes, agua corriente y mucho menos papel higiénico. Podemos observar los excrementos lanzados por las por las ventanas de palacio, dejando los residuos escurriendo por las paredes.

Para quienes tenemos la costumbre de una higiene permanente, donde el baño es parte de nuestro hábito cotidiano, imaginar el olor que emite un cuerpo sin limpiar, produce un ceño arrugado en son de disgusto, no hay que olvidar que buena parte de nuestra memoria es olfativa.

La mayor parte del año, hace frío, se hielan los huesos, el cielo nublado cambia las tonalidades de gris según va avanzando el día. La  humedad en las piedras de las paredes genera un olor especial, me recuerda ese olor a trapo mal lavado que tanto asco me produce. Los cuartos más grandes se calientan con troncos y se mezclan con el olor a mugre, a sudor a vapor y a madera quemada.

Ahora vamos a prepararnos para ir a un banquete, es una fiesta acromegálica que se prepara para cuatro mil quinientos invitados.  Llegan los  jabalís, los cerdos, faisanes y los patos a la cocina del palacio. Nadie se lava las manos, entre las tripas y las plumas de los guisados se va preparando todo días antes. Vemos a las cocineras abanicarse,  no hace calor, ¿entonces? el mal olor que emiten bajo las faldas, las axilas sudadas van mezclándose con los olores a sangre con su peculiar olor a metal, a hierro. Se distingue también el de excremento, que proviene de los intestinos de tanto animal; mientras, las moscas van llegando atraídas por el olor. El aroma a delicioso guisado apenas logra salir de las ollas pues se diluye con tan fuerte hediondez y se queda pegado en el paladar.

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Foto: Magnet-xacata.

Es mayo, el cielo azul marca la primavera, el banquete es para festejar una boda. ¿Por qué en esas fechas? Pues es el primer baño del año. Ella tiene la suerte de ser condesa, se baña con agua limpia, el resto de los súbditos del reino si pueden bañarse lo hacen  en una sola bañera enorme, llena de agua caliente. El jefe de la familia va primero en agua limpia. Luego, sin cambiar el agua, llegan los demás en la casa, en orden de edad, luego las mujeres, también por edad y, finalmente los niños. Los bebés serán los últimos, el agua negra augura que seguro morirá alguno.

La boda es de una de las familias más antiguas y poderosas de la región de Transilvania, un lugar que hoy es parte de Rumania. Le prestan dinero a el príncipe a carretadas pues son muchos más ricos que él.

A ella se le ha prometido a los 11 años de edad según costumbre y será esposa de su primo, 5 años mayor. Es el barón Ferenc Násdasdy que con el título de su esposa, ahora será conde.

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Foto: Magnet-xacata.

La niña lleva una maldición, padece episodios alarmantes desde antes de los 6 años, sufre de extraños ataques que la familia atribuye a causas sobrenaturales, demoníacas, vaticinios de una maldición, pero al parecer no es otra cosa que epilepsia. Sin embargo el linaje de tan acaudalada familia está entintado de locura, de hombres y mujeres que no se mencionan, producto de casarse entre sí para preservar la estirpe.

Desde los 12 vive en el castillo de los Násdasdy llevada ahí después de la muerte de sus padres y desde su llegada tiene una ríspida relación con Úrsula, su suegra. Se dedica al estudio, recibe una educación excepcional, habla húngaro, latín y alemán. Se eleva sobre la mayoría de los nobles, que son casi analfabetos, entiende de matemáticas, de ciencia, es una ferviente lectora.

Hoy tiene  15 años, es  8 de mayo de 1575, aunque hace ocho días se ha bañado, algunos olores comienzan a molestar, se le ha preparado a la novia un ramos de flores con nardos para cubrir el aroma a rancio y suciedad. Esta es una tradición que continúa hasta nuestros días, ahora rociada de suspiros e ilusiones.

El festín tiene lugar en Csejte, donde ahora vivirá la pareja real. Los platos del castillo son de  plata y es de imaginar que con ciertos tipos de alimentos se  oxida el material, causando muerte por envenenamiento. Hay muchos guisados, pocas verduras. La novia sorprende con su belleza y su pálida piel, el vestido ha tomado más de un año en su confección.

No hay tomates en el menú, son ácidos, son considerados venenosos. Las copas para beber hechas de plata y otras  de estaño dejan a muchos en el piso con una especie de narcolepsia inducida por la mezcla de bebida alcohólica con el metal, no se bebe agua normalmente está contaminada. Después de la gloriosa boda a muchos se les recoge y se les lleva a sus casas; hay más de un funeral para celebrar en los próximos días. Puestos sobre la mesa de la cocina se celebra la vigilia, mientras la vida sigue. Se  come,  se bebe esperando a ver si se despierta o no, pues igual se le entierra y todavía está vivo.

Mientras en el palacio, que queda impregnado con olor a humanidad y alcohol. En los aposentos reales se consuma el matrimonio, están los testigos que lo certifican, pero a partir de esa noche tienen escasa vida en común. A Ferenc, lo llaman”el caballero negro” lo abraza su crueldad, sus empalamientos, las leyendas de su danza con los cadáveres de sus enemigos a cielo abierto recorren los cientos de kilómetros del reino. El apodo lo respalda sus maquinas de tortura, los gritos sordos de sus victimas mientras con una rueca va hilando el intestino después de haber mutilando sus órganos sexuales. Pasa meses, años combatiendo en las muchas y frecuentes guerras territoriales.

Diez años después del desposorio, Erzsébet pare a su primera hija, Anna. Cuatro partos dolorosos más en nueve años, entre sábanas manchadas y la legendaria idea de no tomar baño por cuarenta días. Se pega la sangre y en su caso no hay infección; tantas mueren por ellas. Después de Anna llegan Úrsula, Catalina y Pablo, único varón de la estirpe.

A partir de aquí, la leyenda que se vuelve mito nos confunde, se hace una con lo que políticamente se busca, con la mentira, la exageración, con lo que conviene. Se vuelve famosa, se le identifica con la magia roja. Unos la acusan de adultera, asesina, vampira y sádica; y al parecer lo era, pero quizá también, hay una mujer poderosa que fue vilificada para apartarla del juego político de la Hungría de los 1600.

El 4 de enero de 1604, Ferenc, luego de una batalla, muere súbitamente de una enfermedad desconocida. La condesa, entonces de 44 años, queda viuda. Algo pasa en ella; dicen que hay un cambio aterrador.

En los pasillos se murmura  “es como si dentro de ella viviera un demonio”. Se ha obsesionado por la belleza y aterrada ante la inexorable vejez. Tiene 44 años y tiene una inevitable cercanía a la ancianidad.

Una de sus sirvientas; muy joven por cierto, le da un tirón de pelo mientras la peina, la condesa la abofetea. De la nariz brota sangre, unas gotas caen sobre su blanca piel. Y ahí justo en ese momento algo pasa, cree ver que dónde caen, desaparecen las arrugas, y se imagina recuperar la tersura de la juventud. Consulta a sus brujas, estas la han acompañado desde muy joven y sus alquimistas, ninguno se atreve a negarlo. Les ordena a la bruja Dorotea y al mayordomo que le traigan a la chica, la desnudan, la degollan, y vuelcan la sangre en un balde hasta drenarla. La condesa bebe y el resto lo vacía sobre su cuerpo. El olor a hierro cubre las paredes y la mirada se le ha perdido. Entra en un trance un estado de conciencia alterada y todos observan aterrados.

Perpetuado el primer ritual ahora echa del castillo a su repudiada suegra y a todos sus parientes. Ordena que las sirvientas,  sean confinadas en los sótanos, para ella como para toda la nobleza los vasallos son almas muertas, por lo que su vida no tiene valor. Los  rituales se multiplican. En los siguientes seis años sus servidores atrapan niñas de entre 9 y 16 años para ser sacrificadas y desangradas. Ahora les quema los genitales con hierros al rojo vivo, y muerde mejillas y pechos. Se los arranca a pedazos.

Mientras eran sirvientas no había mayor problema pero al no tener a la mano más, decide poner una escuela para niñas adolescentes de buenas familias, con la excusa de educarlas y adiestrarlas en el oficio de damas de compañía, y con ellas renueva su provisión de sangre.

Una joven de doce años se escapa del castillo y busca ayuda, pero dos de las brujas la encuentran, la llevan a tirones ante la condesa. La recibe vestida con una larga túnica blanca. Le arranca la ropa y la mete en una jaula forrada de cuchillas del tamaño de un dedo pulgar. Luego pide levanten bruscamente la jaula con una polea y la hace balancear.Las cuchillas la van destrozando lentamente. Esa jaula era una variante de un tormento llamado la Virgen de Hierro que la condesa conoció en Alemania.

Ante el alud de muertes jóvenes y las habladurías de todos los pueblos  el pastor se niega a enterrarlos en tierra sagrada. Así que el campo de los alrededores del castillo, los depósitos de granos, o simplemente el río son cementerio para los cuerpos ultrajados.

“Algo siniestro sucede en el castillo” denuncia el pastor. “La condesa practica una forma de brujería, magia roja, usa sangre de muchachas jóvenes”, El  rey Matías II de Hungría,escucha, teje la posibilidad de quedarse con los vastos territorios del condado, ordena a el conde palatino Jorge Thurzó un primo de la condesa, que allane el castillo e investigue.Tarea que no le es difícil, pues la odiaba.

Con diez soldados,  se dirige  presto; entra sin encontrar resistencia.

Entrega la primera parte de su informe: “Encontramos numerosas muchachas torturadas, en distintos estados de desangrado, y un montón de cadáveres en los sótanos. El hedor era espantoso”. En cada rincón encontró el mayor coto de olores, se inhalaba un fuerte y alado olor a muerte.

A principios de 1612 se abre el juicio. La condesa sangrienta (alguien acuña ese apodo) no comparece, hace valer sus derechos nobiliarios: este fuero les impide condenarla.

Juan Ujváry, el mayordomo, jura; “en mi presencia fueron asesinadas como mínimo treinta y siete mujeres solteras de entre once y veintiséis años. A seis de ellas las recluté yo mismo para trabajar en el castillo”

Otros testigos confiezan “En sus orgías de sangre, la condesa suma bacanales de sexo con sus sirvientes, a veces como protagonista y otras vestida de blanco. La mirada perdida,pintada la cara y quieta frente a un gran espejo, como una siniestra deidad. Mientras se  inhala y exhala la fragancia de azufre que aparece como neblina, muestra inequívoca de que el diablo con sus súcubos también participa.

La sentencia excluye a la condesa: aún pesa su linaje y su poder. Pero todos sus siervos menos las brujas, son decapitados, y quemados sus cadáveres.

A las brujas Dorotea, Helena y Piroska les arrancan los dedos con tenazas al rojo vivo y luego las queman vivas. Mientras los gritos se escuchan a lo lejos, se percibe un olor a un caldo invisible de horror en cada espacio del vasto territorio.

El primo de la condesa completa su testimonio: narra cómo recorre el lugar. Describe las mazmorras, encuentra una docena de chicas que todavía respiran, tienen los cuerpos cortados y perforados. En los sótanos rescata los cadáveres de cincuenta jóvenes. En sus aposentos, la condesa, tiene un diario, va leyendo como contaba sus víctimas día por día. Seiscientas doce torturadas y asesinadas en seis años; más de cien por año. El castillo inundado de toneladas de ceniza y de aserrín para secar la sangre derramada, y en cada rincón se percibe un olor a podrido, a inmundicia, una cloaca de muerte.

Terminados la investigación y el juicio, el rey Matías II ordena que la decapiten por sus crímenes contra las jóvenes aristócratas: las sirvientas no importaban. Pero el conde Thurzó lo convence de que cambie su decisión por condena de por vida en confinamiento solitario, además de la confiscación total de sus bienes: así desaparece una de las mayores fortunas de Europa.

Fue encerrada en uno de sus aposentos, con las puertas y las ventanas selladas, y apenas una pequeña abertura para pasar la comida.

El 21 de agosto de 1614, un carcelero la ve por esa abertura, esta postrada en el suelo y boca abajo. Muerta, parece ahogada en su propio olor. Contaba con 54 años.

El pueblo impide que se sepulte en la iglesia local, o en tierra sagrada. Su cuerpo se lleva a la cripta de los Báthory, en Ecsed, noroeste de Hungría: el lugar de origen de la dinastía.

Se prohíbe mencionar su nombre. Sus documentos, sellados hasta cumplido un siglo de su muerte.

Mientras escribo no puedo contrarrestar un aroma a cadáver podrido, como franjas delgadas se postra bajo mi nariz, mi cuerpo reacciona con arcadas. El olor me invade como el aire invade mis pulmones, los llena, los satura y me doy cuenta que el olfato condensa la materia, la espiritualiza y la reduce a su esencia más pura.

Es una ventana sofisticada a través de la cual capto información del ambiente externo. Se va tiñendo de un lenguaje que me permite ir a lugares, moldearlos como una fragancia y entonces por más desagradable que el olor sea, no se me olvida el aroma se me impregna.

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195

*La condesa Erzsébet (Isabel) Báthory. (Nota: Cachtice, actual Trencín, Eslovaquia). Nace el 7 de agosto de 1560, en el castillo de Cachtice, Nyírbátor, reino de Hungría.

*La magia roja o hematomancia es un tipo de magia y adivinación cuyo componente central es el uso de la sangre u otros tejidos vivos.