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Ucronía

Nuevamente se me presenta en una conversación un término, siete letras unidas para significar algo tan poderoso. Hasta hace unos días este vocablo era desconocido para mi. Como siempre, toca las fibras de mi curiosidad y comienza la excursión para saciar mi sed. Las palabras son una guía para un descubrimiento interior, para sumar o restar ideas, cuestionarlas, revolcarlas y resignificarlas generando tantas veces nuevos conceptos, para después poder ponerlos fuera, usarlos, darles fuerza y tantas veces sostenernos en ellos.

Aparece mientras busco, que la palabra en cuestión refiere a un subgénero literario que realiza una reconstrucción alternativa de la historia, esto quiere decir que basándose en eventos que aunque nunca sucedieron, pudieron haber ocurrido. Una especie de mundo paralelo donde una decisión que toma otro curso, modifica toda la realidad.

Esto lo conozco muy bien, me paso encontrando personajes, hablando con ellos en el tiempo, escudriñando en sus historias como si en verdad pudiera estar ahí para dar testimonio de lo que veo. Aunque en ninguno de mis relatos cambió el curso de los eventos, si sostengo conversaciones imaginarias, llevo a mis personajes a cafés, camino con ellos, me los encuentro en alguna reunión, incluso me he atrevido a juntar a dos o más en distintas épocas para imaginar cómo sería una conversación entre ellos. Parece que ahora eso que hago despierta, soñando y sobre el papel, tiene una definición y estoy más que emocionada.

La ucronía es un ‘no tiempo’ o ‘el tiempo que no existe’, según los griegos y vaya que esta es una de mis grandes pasiones. Uno se plantea un universo alternativo a partir de un punto histórico de la realidad que conocemos. Es un incentivo a la inspiración, ¿Qué pasaría si los derrotados de una guerra fueran los vencedores, cómo sería el mundo si el devenir político hubiera tomado rumbos diferentes? ¿Si algún personaje histórico muriera antes de cumplir su hazaña o si no naciera?

Aunque las ucronías parecen haberse puesto de moda últimamente, han estado ahí en la literatura desde tiempos inmemoriales, esto de rehacer la historia aunque parezca algo de la cultura pop no lo es y se encuentran en ejemplos antiquísimos. Herodoto cuatrocientos años antes del nacimiento de Cristo o Tucídides por la misma época, ya se planteaban qué habría ocurrido si los persas hubiera derrotado a los griegos o Tito Livio, en uno de los libros de su Historia de Roma desde su fundación, conjetura una posible guerra entre el imperio de Alejandro Magno y Roma.

Hay muchos rasgos que se comparten con la novela histórica y la ciencia ficción, recuerdo “La trama celeste” de Adolfo Bioy Casares, sobre un aviador que visita temporalmente un mundo en el que Cartago no fue destruida. Hace poco vi la serie de “El hombre en el castillo” de Philip K. Dick, y esta “Watchmen” de Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins, una novela gráfica en la que justicieros enmascarados salen a las calles a combatir el crimen después de que EE. UU. ganase la Guerra de Vietnam.

Me pregunto en esta línea de pensamiento que hubiera pasado si Hernán Cortés no conquistara Tenochtitlán, seguro la historia de México y de América Latina habría sido muy diferente. El Imperio Azteca continuaria existiendo y probablemente en su evolución los veríamos fortalecidos. Es posible que otros países europeos tratarán de conquistar la región, quizá los expulsarían después de encarnizadas batallas, entonces aprenderían de sus adversarios lo suficiente para combatir a otros que quisieran adueñarse de sus tierras.

Y si nos fuéramos hacia atrás, me gustaría husmear dándole cabida a que los vikingos conquistaran América, quizá pudiera ser testigo de cómo hubiera sido su impacto en la historia y la cultura del continente. Ya sabemos que fueron ellos los primeros extranjeros en poner pies en América del Norte alrededor del año 1000 y aunque su presencia fue breve y no condujo a una conquista sostenida, podría haber pasado. Si se establecieron en asentamientos temporales en lugares como L’Anse aux Meadows en Terranova, Canadá pudiera ser que se extendieran hacia América del sur. Usando el poder de esta palabra quizá pudiera viajar y aprender, comprender cuáles hubieran sido sus errores, sus aciertos.

Quien no quisiera poder viajar a Alejandría, impedir el incendio de la Biblioteca, donde se perdió la mayor parte de todo el saber antiguo. ¿Cómo sería el mundo a día de hoy si todo ese conocimiento se hubiese salvado?

Es apasionante poder darle rienda suelta a la imaginación. Es un juego que nos habilita para detenernos quizá, antes de tomar decisiones. ¿Nos escaparemos del dolor, de los errores, de la injusticia? No, estoy convencida que no, pero sin duda podremos tejer resultados distintos.

Al final somos las cosas que viven dentro de nosotros, traducidas en lenguaje. Nos vamos transformando en porciones de letras construidas y atadas en manojos por un hilo invisible que se inscribe sobre la interpretación que hacemos de las cosas. Así se van anidando en lo más profundo, donde se acumulan los conceptos y las experiencias encadenadas en vínculos persistentes. Esta exuberancia puesta en letras, va hilvanando la posibilidad de intentar poner afuera lo que se lleva por dentro, de poder reflexionar y desde ahí quizá aprender cosas nuevas.

Por DZ

Claudia Gómez

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