Elecciones 2024
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“The eccentric lady”
“The eccentric lady”. Foto: brown.edu

El ser humano tiende a buscar explicaciones y respuestas a las cosas que no comprende y cuando no las encuentra, le invade una sensación de frustración e impotencia, creando para sí un mundo donde le puede dar cabida a otras respuestas que no están ancladas en lo científico, dando paso a lo esotérico y lo mágico.

La ciencia con sus procesos sistemáticos y metódicos de investigación, fundamenta la razón y desde ahí el mapa del mundo que nos da seguridad. Es una fuente de fiabilidad casi irrefutable, aunque debo decir que hay algunos casos, donde con el tiempo se prueba, de que aquello que había sido premiado, alabado y tomado como verdad, de pronto encuentra otras respuestas que refutan, o mejoran lo que se había documentado.

Soy una persona profundamente racional, mi mente está buscando siempre explicaciones, pero debo confesar que he experimentado a lo largo de mi vida cosas que son misteriosas, que no tienen cabida en ningún lado y es posible que nadie pueda contestarme. Entonces me vuelco a buscar en aquello que no tiene mucho razonamiento y es por eso que amo la magia, aunque no sé si apacigua mis dudas, pero es un hecho que me divierte.

Es realmente emocionante cuando la lógica que tan cuidadosamente protege las formas y principios generales que rigen el conocimiento y el pensamiento humano, son brutalmente desafiadas, se tambalean por aquello que no tiene cabida en el discernimiento y entran en un proceso que toca la desacreditación, la prohibición y porque no, la tan temida locura.

Así aparecen fenómenos que atañen la memoria que han sido documentados y que son inexplicables, relacionados con recuerdos de vidas anteriores. Aunque la reencarnación no ha sido demostrada científicamente, no deja de ser fascinante y creer en ello es una cuestión de fe.

Hace más de 4.000 años, el hinduismo, planteó la idea de que el alma o espíritu (atman) de una persona puede renacer en otro cuerpo después de la muerte, así el ciclo de nacimiento y muerte se repite hasta que se alcanza la liberación (moksha) del ciclo de reencarnación.

Escuchando a Diana Uribe en radio Caracol, que ha sido una de mis mejores maestras de historia desde hace poco más de 15 años, inmersa en el mundo de Egipto, en un capítulo le escuché una historia inverosímil; así que me di a la tarea de averiguar. Es inevitable, me entra esa necesidad que no puedo parar y encontré muy rápido que lo que ella decía; era tal cual.

En casa de los Eady corría el año de 1907 cuando la pequeña Dorothy Louis de tres años, se cayó de las escaleras de la casa de tejas rojas cerca de Londres. Su cuerpo inerte fue revisado cuidadosamente por el médico familiar que diagnosticó muerte por traumatismo craneal severo. El dolor habitó las esquinas de la casa y una sombra negra comenzó a cubrir el ánimo de sus habitantes.

Esperando a que llegara la enfermera para amortajarla, la dejaron reposando en su cuarto. Cuál sería su sorpresa cuando al subir entraron a la habitación y vieron a la pequeña jugando. El médico no pudo dar explicación alguna, médicamente estaba muerta.

A partir de aquel día la vida de la familia se volvió un caos, la pequeña comenzó a decir que esa no era su casa ni su familia, los padres preocupados la llevaron a distintos médicos, pensando que quizá el golpe había afectado sus capacidades, pero ninguno encontró nada. Un día la familia fue de paseo al museo británico, y la pequeña al llegar a la sala de Egipto se sentó junto a un sarcófago egipcio y comenzó a hacerle reverencias. Llevó a sus padres hacia muchos objetos llamándolos por su nombre y les dijo que su verdadera casa estaba en el templo de Abydos en Egipto.

No puedo imaginarme a esos padres con semejante problema, pero imagino que terminaron por pensar que tenían una hija con problemas mentales y la dejaron en paz, permitiéndole seguir con sus locas ideas.

Desde ese momento la niña pasaba horas en las salas de Egipto, se escapaba de la escuela, de la casa y cuando iban por ella, respondía que la dejaran entre su gente. Sus visitas constantes y las cosas que contaba, le generaron al curador del museo una curiosidad que se transformó en cariño. Éste habló con sus padres para que le permitieran pasar sus tardes con él. En un par de años el cúmulo de lo que fue aprendiendo, la hizo docta en la lectura de los jeroglíficos.

Convencida de haber experimentado un evento de metempsicosis o reencarnación, al cumplir 14 años ella en múltiples entrevista refirió, que se le aparecía una figura cubierta con una túnica blanca y capa azul cuando estaba dormida, era el Faraón Seti I padre de Ramsés quien había vivido en el siglo XIV A.C.

A lo largo de casi diez años, Dorothy comenzó a recibir en las noches de luna llena pequeños mensajes por medio de jeroglíficos que aglutinó en un pequeño manuscrito de 70 páginas.

Decía que un espíritu llamado “Hor-Ra” o “Ra-Mak”, le dictaba retazos de su vida en Egipto, cuando se llamaba Bentreshyt, que significa arpa de la alegría. Él le confirmó su nacimiento en esa época y le habló de cómo había crecido en el templo de Abydos, llevada ahí desde los tres años por su padre, un militar del Faraón que era incapaz de hacerse cargo de ella después de que su madre, una modesta vendedora de frutas, falleciera.

Confiada al cuidado de los sacerdotes del lugar se hizo sacerdotisa del templo, pero tuvo el mal tino de enamorarse del Faraón. Traicionó todos los códigos de ética del templó y remató quedando embarazada.

“Cuando su Majestad regresa a Abydos depues de haberse ido un tiempo por asuntos del reino, está enloquecido por volver a ver a su amor y entonces se entera de su suicidio. Su dolor es inmenso. Se derrumba en el jardín donde se conocieron por primera vez, con lágrimas rodando por su rostro. Se va y nunca más vuelve a Abydos. Vivió durante algún tiempo, sufriendo varios incidentes traumáticos hasta su muerte en 1279 A.C. Su templo y palacio permanecieron sin uso durante el resto de su reinado. Las arenas del tiempo cubrieron el templo y lo convirtieron en ruinas durante los siguientes 3000 años”. (Fragmento de un entrevista hecha a Omm Seti en 1980).

Dorothy con 29 años, compró un pasaje de barco y por fin pudo marcharse en busca de ese pasado en el que ella creía, para demostrarle a todos aquellos que la creían loca o enferma, que tenía razón y así poder resolver para siempre su gran enigma interior.

Cuando sus pies tocaron la tierra de Egipto por primera vez, besó el suelo y sintió que su antiguo hogar la acogía. De Port Said, tomaría un tren hasta la capital cairota. Asentada en Gizeh durante dos décadas, fue llamada por sus contemporáneos The eccentric Lady.

Con Iman Abd El Megid, a quien había conocido poco antes en Londres, tuvo un hijo, nombrandolo Seti, lo que hizo que desde aquel momento, todo el mundo la llamara Omm Seti, “la madre de Seti”.

Estuvo en la zona de Menfis, participó en las excavaciones de muchos lugares importantes de la meseta de las pirámides, realizando publicaciones de monumentos que luego arqueólogos como Selim Hassan o Ahmed Fakhry publicaron como suyos.

En 1953 viajó a Abydos. Ayudada de numerosos viajes astrales, como ella refería, en los que dejaba volar su alma fuera de su cuerpo el “akh”, término que empleaban los egipcios para llamar a lo astral, pudo reconstruir con paciencia los 2.000 bloques de relieves que hasta llegar, ella permanecían desparramados por el suelo del templo a la intemperie.

Encontró los jardines del templo describiendo a detalle cómo estaban y llenó de sorpresa a sus colegas, pues era imposible que supiera tantas cosas sin haber estado ahí antes. Separada de su esposo y olvidada por su hijo, montó una modesta casa de adobe cerca de la montaña Pega-the-Gap. Según antiguas creencias, la montaña era el camino al más allá. Sus únicos compañeros durante años, fueron varios gatos, una oca, su burro y de vez en cuando alguna serpiente.

En diferentes santuarios continuó los antiguos rituales sagrados de los egipcios, profesando incluso la religión de Osiris, celebrando sus fiestas y llevando a cabo sus ofrendas como si estuviera viviendo en 1500 antes de nuestra Era. Omm Seti llegó a conocer algunos de los secretos mejor guardados de la magia de los faraones. Su excepcional estudio de la lengua jeroglífica, aprendida en Londres de la mano de Sir Wallis Budge a la perfección, le permitió acceder a los entresijos mágicos que abundaban en los conocidos Textos de las Pirámides y en el Libro de los Muertos. Detalló sobre cientos de secretos relatados en sus encuentros nocturnos.

De loca a iluminada como la catalogaban al final de su vida, fue respaldada por la comunidad egiptológica al completo, que siempre admiró y respetó a esta eccentric lady. Entonces le otorgaron un lugar de honor en el mejor de los paraísos que un egipcio podía esperar: ser enterrada en el occidente, no lejos del templo que fue su casa, para seguir así el curso de los rayos del sol al atardecer.

Sin entrar en el debate de lo posible de lo lógico, lo que es sorprendente fue su aportación a la egiptología y la fuerza que se genera en un ser humano, cuando persigue aquello en lo que cree y lo consigue.

Al día de hoy no hay una explicación, solo queda su legado como fuente para seguir con el trabajo arqueológico. ¿Será que es verdad entonces que ella era la reencarnación de esta mujer? Entiendo que lo creía, he encontrado por muchos lados que sus descubrimientos además de fascinantes desafiaron cualquier comprensión científica. Entonces mi mente me dice: “qué más da, dale al menos la posibilidad de que fue así” y puedo dormir.

Por DZ

Claudia Gómez

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Cosas que encontré que pueden ser interesantes

Aunque la reencarnación se asocia con mayor frecuencia con las religiones “orientales” o asiáticas, especialmente con la cultura índica y la teología hindú y budista, existe una tradición “occidental” o europea de reencarnación que se remonta al antiguo Mediterráneo. Filósofos grecorromanos como Pitágoras, Platón, Iambichlus y Proclus trataron el tema en detalle.

En los orígenes de Alejandría, un teólogo cristiano que vivió en el siglo III D.C., incorporó las ideas grecorromanas de la reencarnación a la teología cristiana. El erudito en estudios religiosos Lee Irwin afirma que Origen, fue el primero de muchos teólogos cristianos que impugnarían las teorías de la otra vida.

Quienes adoptaban este pensamientos eran tratados como herejes por la iglesia. Tal fue el destino de la teología de Orígenes cuando, 300 años después de su muerte, el Quinto Concilio Ecuménico declaró sus teorías “anatema” (que es una maldición formal por parte del Papa denunciando una doctrina).

Durante el período medieval, los grupos cristianos gnósticos y la cábala judía continuaron promoviendo teologías de reencarnación. Hasta mediados del siglo XIX, estas ideas serían inseparables de la religión, no de una religión en particular, sino de la religión en general.

Podemos encontrar un ejemplo temprano de una creencia semi-secular en la reencarnación en Napoleón Bonaparte. Napoleón (1769-1821) era un creyente en la reencarnación. Estaba convencido de que era un emperador romano en una vida pasada. Algunos escritores creen que también pudo haber creído que era la reencarnación de Carlomagno.

La teoría de la reencarnación fue importada por primera vez a Estados Unidos por George Keith. Un presbiteriano escocés convertido en cuáquero, convertido en anglicano, que vivió brevemente en el área de Filadelfia/Nueva Jersey durante 1688-1693. Esta área se llenó de cuáqueros en el siglo XVII y muchos todavía están allí hoy. Después de unos años en las colonias, Keith se separó de la iglesia cuáquera por su participación en la esclavitud y su teoría de la reencarnación llamada “revolución del alma”.

La revolución del alma, fue originalmente la idea de un esoterista alemán llamado Franciscus Mercurius van Helmont (1698). Keith había sido influenciado por Helmont durante su visita a Inglaterra.

De vuelta en Filadelfia, Keith acumuló un pequeño grupo de seguidores que estaban de acuerdo con sus ideas poco ortodoxas. Coescribieron una exhortación sobre la compra de negros. En el siglo siguiente, los cuáqueros llegaron a incorporar el abolicionismo en su repertorio, pero en este punto de su organización, era demasiado progresista para ellos. En cuanto a la reencarnación, la teoría de la “revolución del alma” dividió a los cuáqueros de Filadelfia hasta que George Fox rechazó enérgicamente estas ideas. Keith fue excomulgado de la Reunión Cuáquera de Londres y se unió a la iglesia anglicana.

Los Keithianos no fueron los únicos radicales que fueron influenciados por los esoteristas europeos para creer en la reencarnación. En la década de 1820, un grupo intelectual llamado Trascendentalistas de Nueva Inglaterra, comenzó a unirse como parte de un movimiento unitario más grande.

Para 1836, el Transcendental Club en Cambridge, MA, estaba repleto de influyentes intelectuales estadounidenses. Incursionaron en la religión india adoptando muchos de sus principios. Sin embargo, su creencia en la reencarnación procedía tanto del “Oriente” como del “Occidente”.

Bajo la égida de los trascendentalistas la concepción estadounidense y británica de la reencarnación no estaba atada a la religión.

Básicamente, en lugar de considerar sus cuerpos como prisiones de las que sus almas esperan escapar, los trascendentalistas vieron vidas físicas indefinidas y repetidas en la Tierra como “la meta”. El alma humana necesita estas muchas vidas para aprender sobre la existencia y evolucionar hacia mejores y mucho mejores humanos con el tiempo.

Los trascendentalistas no fueron los únicos herederos del esoterismo europeo. Mientras que el trascendentalismo era una filosofía o visión del mundo, la Teosofía quizás se llame más propiamente una religión para algunos.

La teosofía fue fundada por la mística rusa Helena Blavatsky en 1875 con Henry Steel Olcott. Donde los espíritus renacen una y otra vez para que puedan progresar, acercándose a la perfección. Pero, a diferencia de otras teologías kármicas, la Teosofía no permite la regresión a formas menores. Se trata de progreso. Este progresismo permitió a algunos intelectuales reconciliar la Teosofía con la ciencia darwiniana.

Ellos introdujeron la cultura religiosa oriental, y específicamente la reencarnación, a estadounidenses y británicos. Se ganaban la vida con libros, circuitos de conferencias y servicios de lectura profesional en los que revelaban los secretos de los registros Akáshikos. Por ejemplo, en 1904, el teósofo austriaco Rudolf Steiner escribió sobre las ciudades perdidas de la Atlántida y Lemuria utilizando los registros Akáshicos como evidencia.

Hasta este punto, la gente que incursionaba en la reencarnación, las vidas pasadas y los registros Akáshicos a menudo eran muy educados y bastante excéntricos. ¿Qué pasa con todos los demás? Bueno, su introducción a la reencarnación llegó a la corriente principal a través del espiritismo. Los trascendentalistas y los teósofos a menudo estaban interesados ​​en el espiritismo y había mucha polinización cruzada entre los tres.

Estados Unidos y Gran Bretaña experimentaron un extenso renacimiento religioso durante el tercio medio del siglo XIX. Este avivamiento generó varias comunidades utópicas, prácticas religiosas e incluso nuevos grupos religiosos, incluidos el mormonismo, el espiritismo, los adventistas del séptimo día y más.

El espiritismo es una religión basada en la mediumnidad y la comunicación con los muertos. El Big Bang del espiritismo fue la comunicación de las hermanas Fox con los espíritus de Hydesville, Nueva York, a través de golpes en las paredes. El Espiritismo, para hacerlo más confuso, es una rama específica del Espiritualismo que tiene más influencia europea. Los espiritistas generalmente creen en la reencarnación, mientras que es menos probable que otros espiritistas se adhieran a esta creencia.