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Pura Vida

Desde antes de que el avión de Avianca aterrice, Costa Rica me muestra su cara exuberante, así veo desde lo alto sus montañas rodeadas de un verde selva que baña los parajes naturales, profusa en una fauna y una flora que arrancan el aliento. Los numerosos parques nacionales aprisionan el espacio a la expansión urbana, que en términos generales, no llamó mi atención.

Durante unos días el congreso de RELATES de terapia familiar, me mantuvo absorta, aprender nuevas propuestas terapéuticas es hoy fuente de mi curiosidad y más si alguien de pronto habla sobre medio ambiente y salud mental. Un privilegio compartir momentos tan ricos con quienes de nuestro equipo del consultorio dijeron “yo voy” y llegaron.

Despejando la mente en las aulas y la riqueza que se abre en la coyuntura para presentar un taller sobre psicoterapia para migrantes, salimos de San José teniendo la oportunidad de conocer algunos de sus maravillosos espacios naturales.

Hay una agradecimiento que embriaga mi alma, ese que amansa mi espíritu porque vine gracias a que me trajeron, porque el corazón de Javier latió diciendo quiero que vengas conmigo.

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El espacio que habito mientras me muevo de un lugar a otro por estas tierras, está siempre bañado por esa sensación de “Pura Vida” que se ha vuelto un emblema nacional, simbolizando para los costarricenses la simplicidad del buen vivir, el apego a la humildad, a la abundancia, a la exuberancia, el bienestar, la alegría, la paz, la satisfacción, la conformidad y el optimismo, asociados al arte de apreciar la postura en lo sencillo y natural, es en pocas palabras el arte del buen vivir. Aunque no deja de ser curioso que la expresión surgiera en una película mexicana donde el actor Antonio Espino y Mora interpretaba a lo largo del film la ya tan recurrente Pura Vida que también dicho sea de paso, da nombre a la película.

Por una carretera que quita el aliento dado sus innumerables baches, 135 kilómetros se vuelven más de tres horas y media de traslado. Pero pese al bricoteo va apareciendo Monte Verde con la neblina que cubre sus tupidos bosques. En la noche al llegar mientras una lechuza y un armadillo nos da la bienvenida, siento que ésta me envuelve sacándome más de una sonrisa y es que me enloquece la bruma.

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Amo los parajes lluviosos donde la humedad huele a tierra. En numerosas caminatas el asombro se cobra en mi, envuelto de agradecimiento los inmensos árboles que sirven de sombrilla atenúan las gotas que ahora caen mansas sobre la espalda. Y apenas mengua, los colibríes de una reserva, salen a tomar el dulce néctar de las flores, mientras en la terraza el paladar se embelesa con una comida extraordinaria.

Sin duda la tierra de Centroamérica me acunó, viví más de dos años antes de que el terremoto de Managua borrara mis pasos sobre su tierra en 1972. Estos días el desayuno con gallo pinto y plátanos fritos me hacen recordar esa parte de mi infancia.

El Volcán del Arenal levanta su cuerpo en forma de cono cubierto de verde, aun donde la lava de hace apenas unos años de repente se asoma y los insectos generan sonidos con las alas, las patas, las antenas o los timbales, entonces me siento pequeñita junto al sonido que distrae a los depredadores y es que estos generan mucho ruido para que no sepan donde están.

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Más adelante bajando hacia el mar, nuevamente el éxtasis de los sentidos a pleno cuando el agua turquesa baña el paso de un río que altanero tiñe sus aguas de minerales escurriéndose del volcán Tenorio. Tres horas de caminata entre los caminos bien trazados, sin residuos humanos, es un privilegio que se vuelve un disfrute.

Ver en lo alto de un árbol que levanta del piso unas cuatro o cinco decenas de metros un perezoso que duerme tapándose la cara del sol, es un espectáculo hermoso, sobre todo porque no hay rejas que lo aprisionan. O ver un Tucán llevando de comer a sus crías y conocer ahora que es un gran depredador. El camino de esta reserva privada llamada Jungle Life es de aserrín, amortiguando el ruido de los pasos del visitante que puede, si va acompañado con un guía, encontrar majestuosas ranas, murciélagos y termitas. El ojo del citadino pierde la capacidad de contemplar usando sus ojos solo para ver, perdiendo la riqueza que va más allá de solo mirar.

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A mi me llama la atención una hilera de miles de hormigas rojas, que se están dando un atracón con las hojas de un árbol llevándolas a un nido dentro de una “Higuera de montaña” donde dentro de las ramas y troncos del árbol se forman cámaras huecas y galerías donde las hormigas construyen sus nidos.

A cambio, las hormigas protegen el árbol de herbívoros y competidores, y también ayudan a dispersar las semillas del árbol. Algunos de los que pasamos por ahí recibimos un piquete, pues son agresivas, pero es para defender su árbol de posibles amenazas, sintiendo que quizá nos acercamos demasiado, recibimos un par de mordiscos en defensa.

Esto es un ecosistema completo, que tiene el balance que la naturaleza necesita y para mi un recordatorio de lo que le hemos hecho al planeta pues esto no se aprecia.

Los insectos me roban el alma, amo los grillos, mantis, moscas, abejorros, abejas, escarabajos, hormigas, libélulas, cucarachas y aunque no de la misma familia los ciempiés, que tienen nombres sofisticados en los catálogos de cada lugar.
Y de pronto me duele, es inevitable llevar en mi corazón a México donde vivo, pues es tan hermoso como es

e país, pero soy testigo de la degradación de su maravilloso hábitat, donde sin duda he sido corresponsable. En las carreteras hay desde hace algún tiempo hay una inseguridad que no me permite disfrutar a rienda resuelta, como lo hago aquí, porque en Costa Rica me sentí segura.

Se que los insectos han ido desapareciendo en números alarmantes desde hace unas décadas en el territorio nacional. Pero también es verdad que es algo que sucede a nivel mundial.

Lo llaman el “fenómeno del parabrisas”, donde cada vez hay menos insectos muertos salpicados en los coches en los trayectos de carretera. Los científicos aseguran que algunas poblaciones han disminuido en más del 70%. Desde luego hay quienes dicen que son los ciclos naturales normales, así como el calentamiento global, pero a mi me parece que somos nosotros, con nuestros insecticidas, con la producción de un C02 desmedido, quienes hemos causado esta devastación.

No le hemos dado la importancia que tienen y a pocos le interesa. Pero son de suma importancia desempeñando funciones clave, desde la aireación del suelo hasta la polinización y el reciclaje de nutrientes.

Llenos mis pulmones de este aire rico en humedad, me encuentro también con una Costa Rica que se alimenta de leyendas, estas durante siglos han dejado lecciones morales a través del miedo, donde los personajes lúgubres todavía hacen mella. Entonces la Cegua se cobra en importancia, cruzando las líneas del tiempo para advertir lo que puede pasar si uno se porta mal.

Esta hermosa mujer de cuerpo de ensueño que asaltaba a los antiguos viajeros, generaba que se cuidaran mucho al transitar por los caminos solitarios de noche. Pero los hombres infieles caían y accedían a sus encantos y esta se subía al caballo o al vehículo del viajero, transformando su rostro en una horripilante cabeza de caballo putrefacta. Entonces la Cegua mordía la cara del turista para marcarlo como adúltero o lo hacía enloquecer dejándolo físicamente impedido, pero también había a los que le causaba la muerte, reventándole los ojos entre horribles gritos.

A siglos de que esta conducta de hombres mujeriegos fuera reprobable y de dudosa moral hoy se ha normalizado hasta el punto de que las mujeres han ido estrechando los márgenes de la infidelidad. Me pregunto si ya que su leyenda no genera casi nada, si podríamos todavía recurrir a ella para despertarnos, para generarnos el miedo que deberíamos sentir por un planeta que a simple vista va degradándose sin que nos genere lo necesario para actuar.

Hoy la huella ecológica del costarricense representa más de lo que el territorio es capaz de reponer. Agua, energía, biomasa; cada uno de los productos que se consumen diariamente requieren cierta cantidad de recursos limitados para su producción y terminan convirtiéndose en un residuo más. Estos se han duplicado en sólo algo más de una década y apenas el 15% llega a centros de reciclaje, mientras que el 20% se tiran sin control en cualquier lugar.

Y podría seguir con la eliminación inadecuada de residuos sólidos líquidos que contaminan el agua, y el destino de las aguas residuales generadas en los hogares, provocando la degradación de ecosistemas acuáticos. Está la sobreexplotación de los recursos marítimos, la tala para el ganado y tierras de cultivo, el uso excesivo de fertilizantes y plaguicidas. En fin Costa Rica no se escapa como no se escapa ningún país del planeta, aunque sus inversiones en la conservación de áreas protegidas, la promoción de energías renovables, la protección de la biodiversidad y la implementación de políticas ambientales, sean grandes.

Cómo me gustaría que lo que se gestó hace más de doscientos años, en un pueblito de Cartago, con el castigo de una hermosa mujer, de curvas pronunciadas, hermosísimo busto, piernas torneadas y una cara sin igual; sea parte del mundo contemporáneo donde ella pudiera salir a mostrar lo que le pasa a uno por orgulloso y no guardar el menor respeto y consideración por sus padres, y que eso se extendiera ahora a la naturaleza mientras seguimos humillandola, degradandola y desobedeciendo sus ciclos.

Este bello territorio se ha vuelto un vaivén de emociones, de esas que embriagan el alma, pero también de las que duelen, porque me es inevitable ver también la parte que no es tan luminosa. Pero en un balance, amé mi estancia en Costa Rica, la compañía y el entorno me hicieron guardar en los rescoldos de mi memoria momentos inolvidables donde “pura vida” se ha vuelto un emblema también para mí.

Por DZ

Claudia Gómez

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PD ¿Porque castigaron a la Cegua ? Cuenta la leyenda que, un día, esta bellísima joven recibió una invitación de un acaudalado y buen mozo español para asistir a un baile, a lo cual su madre se opuso, por ser un conquistador, un“Don Juan”  poco formal con las muchachas.

Ante la negativa de su mamá, la joven estalló en ira y blasfemó contra ella; llenó de improperios su humilde hogar mientras su madre la observaba y lloraba en silencio ante la actitud de su hija, pero a la joven no le bastó con insultar, sino que en un momento dado levantó su mano para abofetearla, pero no la había levantado completamente, cuando de la nada salió una mano negra, con grandes uñas y sostuvo la mano de la hija ingrata, entonces se escuchó una voz estruendosa que dijo:

Te maldigo mala mujer, por ofender y pretender golpear a quien te dio la vida, desde hoy y para el resto de los siglos los hombres a ti se acercarán por tu hermoso cuerpo pero por tu espantoso rostro de ti correrán

Así es como desde entonces la cegua se aparece de pronto en el camino pidiendo que a algún jinete la lleve en su caballo, argumentando que va al pueblo más cercano; “no hay un hombre que se resista a tan hermoso cuerpo y dulce ruego”, pero una vez que sube en ancas del caballo su cara se transforma en la de una horrible bestia similar a la de un caballo relinchando