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Los sustitutos
Los sustitutos. Foto: DZ.

Hay sensaciones que son parte de uno, son como estampas que quedan grabadas en la piel.

Estas no desaparecen del todo por más que pasan los años y se han trabajado en el diván de algún terapeuta. Quizá se matizan un poco porque se entiende que es lo que hay por detrás,  qué es lo que lo detona. No se activan con frecuencia pero de pronto; un evento, un espacio, abre el portal y regresan de nuevo.  

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Los sustitutos. Foto: DZ.

Sentirme el salero de la habitación, es de esos efectos que no han desaparecido, estar en medio de un lugar donde la incomodidad me invade, es algo que cambia la perspectiva de lo que está pasando. De pronto todos parecen que se alejan, dejando un espacio significativo entre yo y los demás. Los rostros van perdiendo sus rasgos, se desdibujan y a veces me encuentro con una mirada de censura, que cuestiona mi estancia en el lugar. 

El oído se me agudiza y escucho las voces en forma de murmullos en busca de alguna exclamación reprobatoria. La columna se me rectifica y empiezo a sudar. El pánico está por llegar y ya se que es muy probable que salga por la puerta que ya tengo identificada como ruta de escape. 

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Los sustitutos. Foto: DZ.

Definitivamente lo que pasa es que siento que no pertenezco. La sensación toca  lo más profundo de mi fragilidad, ahí donde habita la vulnerabilidad disfrazada de miedo. 

Aparece un mecanismo para no tocar lo que está realmente pasándome, es el juicio y sus afiladas manos como un distractor para justificarme. Que si están evadiendo la realidad, que si esto terminará en una orgía de drogas y alcohol, que si esto es un fruto del capitalismo rampante, que si…….. 

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Los sustitutos. Foto: DZ.

A estas alturas tengo herramientas y puedo autorregularme, encuentro como salir del lugar donde mi mente me ha llevado, puedo ver la trampa en la que estoy y comienza en forma de recurso, un bálsamo de asombro que de pronto nubla todo lo demás.

El Comic-con de San Diego es la Convención Internacional de Cómics de San Diego fundada por el fan de las historietas Sheldon Dorf a mediados de los años sesenta. Se la considera la convención más grande en su tipo en Estados Unidos y la cuarta del mundo. 

Cuando uno llega de pronto las personas ya no están ahí. Ataviadas en el disfraz del personaje, caminan de un lado a otro por dos días, entrando en él. Un Avatar que atraviesa otra dimensión, quizá sea que uno se arropa con él, dejando de ser uno quien es, empujando a un lado lo que duele, lo que aqueja para anestesiarse y pasar un buen rato. 

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Los sustitutos. Foto: DZ.

De pronto me siento en una película de Bruce Willis filmada en 2009, llamada Surrogates basada en el cómic de Robert Venditi y Brett Weldele, sobre un futuro en el que las personas ya no salen al exterior, enviando en su lugar a robots a través de los cuales pueden sentir e interactuar con los demás. Es una utopía donde los sueños se hacen realidad, es el lugar donde se pueden hacer cosas que como individuos de carne y hueso, no podrían hacer, creando un mundo bello, armónico y perfecto. Ahí donde no cabe la frustración, la invalidación, la hipocresía.

¿Por qué me invade la sensación del salero si estoy entrando en un portal donde todo es tan bello? Pues resulta que no conozco más que un par de personajes, me he pasado las diez primeras cuadras caminadas, preguntando quienes son, en donde salen y de pronto  me doy cuenta que estoy perdida, fuera de lugar. 

Es justo esa sensación la que me saca donde estoy y me lleva a ese sitio que es tan amenazante, donde se alenta todo y comienzo a caminar despacio. Respiro, comienzo a buscar un diálogo interno. Si resisto lo que me está pasando es un hecho que saldré corriendo buscando una excusa como que el calor me está matando, que me voy a sentar por ahí.  Así que lo enfrentó, no soporto sentirme tonta, mis mecanismos de defensa son creer que se de todo, de pequeña introyecte una frase que decía “uno no es nada si no sabe.” y es justo esa la que invade mi manera de abrazar al mundo.

Finalmente me rindo, regresa todo a su lugar y la voz de uno de mis nietos me dice “abuela esa si sabes quien es”  y uf es la mujer maravilla con sus ojos azules, arquetipo de mis sueños de adolecente donde su delgada cintura me llevaba a soñar que podía ser ella. Quién lo diría, es quien ahora me rescata, quien me saca la primera sonrisa desde que llegué.

Finalmente decido que puedo pasar un rato muy agradable, que puedo enfrentar mis demonios sin huir.  Agradezco los años dedicados a escudriñar mi mente, a entender mis percepciones bañadas de fragilidad, dándoles sentido y al soltar todo eso; entonces me vuelvo ligera y me siento más niña. 

Es curioso, pasando el trago amargo, ahora distingo a más de uno de los personajes que acompañaron mi niñez, ahi va Batman, Robin, Sandokan y me doy cuenta que en verdad el mundo es un reflejo de cómo uno es por dentro. Ahí habitan adheridas las viscosidades del abismo interior de nuestro nacimiento y las cáscaras de una época donde se imprimieron los miedos y las corazas defensivas. 

Entonces viene a mi mente una frase de Alejandro Jodorowsky:

Las cosas son como son, sufrimos porque las hemos imaginado distintas. 

Frase de Alejandro Jodorowsky

Y sí, mis locas ideas me hacen creer que si no se, entonces no soy nada y eso es  amenazante, porque imagino que para disfrutar tengo que saber y así me siento anclada y no me duele sentirme perdida. Tan sencillo como encarnar que las cosas son más sencillas, que es uno quien las pinta a brochazos de colores donde no hay luz. 

El comi-con me ha dejado una experiencia muy rica donde quizá el año que entra me disfrazaré yo también y gozaré al sentirme alguien más sin tener que caer en el abismo de la disertación de mis absurdas cavilaciones.

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195