Las nubes es un restaurante que rompe la estructura del resto de los lugares destinados a recibir al visitante con sus menús muy mexicanos
Hay una relación entre los sucesos que vivimos y la forma en que los interpretamos. Esto está íntimamente relacionado con nuestras experiencias, se vuelven el abono para la creatividad que impulsa nuestra energía a la hora de imaginar, construir y crear porque muchas veces partimos de ahí.
Salir de la Ciudad de México es un gozo, buscar espacios donde uno pueda cambiar las frecuencias internas de acelere permanente, es un privilegio. La ciudad nos devora y sin darnos cuenta caemos en la vorágine del tiempo que marca la prisa, las distancias, la contaminación y las ciento un tareas que nos hemos impuesto para rendir más y ser altamente productivos. Byiung-Chul Han lo dice bien, nos hemos vuelto esclavos del rendimiento y somos nosotros mismos quienes nos encadenamos a la forma de vida que hemos elegido. Así nos inventamos una nueva forma de esclavitud.
Los días festivos denominados puentes en nuestro país, abren la oportunidad para algunos. Esos espacios de asueto nos dan un margen para robarle un día o dos de trabajo al calendario de siete días.
Buscar espacios donde uno pueda hacerlo, implica encontrar lugares donde uno se sienta seguro. Nuestro país está sumido en una guerra silenciosa donde los cárteles se han hecho de la mayor parte del país.
Hidalgo tiene una joya donde sus pobladores aman su tierra, la cuidan y procuran, que abonadas a su actividad del turismo, les permitan ser una comunidad tranquila. Es tan pequeña que se conocen todos. El ecoturismo se ha vuelto sin duda una fuente de ingresos para El Chico y sus alrededores, hay mucho que hacer sobre todo si eres amante de la bici como yo.
Comer bien es la cereza del pastel, no soy muy afín a los pastes, estas empanadas con una historia que se remonta al siglo XIX, cuando los mineros británicos que trabajaban en la región introdujeron la tradición de las empanadas en la zona, y estos también se fueron fusionando con los sabores del lugar, sufriendo lentamente su transformación. Así de ser pastries como los llamaban los ingleses, ahora son los “pastes”, quienes ocupan las charolas de cientos de changarros que hay por todas partes.
Encontramos un lugar que suma los detalles de refinamiento y buena cocina en uno solo. Hay que hacer reserva porque no hay manera de entrar.
La casa según me cuenta Paloma, ya estaba ahí cuando fue adquirida, tenía un estilo de la Toscana italiana, las ventanas sin vidrios mientras los albañiles estaban en la obra, permitía que la neblina se colora al interior. Pero aunque parezca, esta no fue la razón de su nombre. Las nubes hace referencia a una película del director Alfonso Arau, donde Anthony Quiin comparte escenario con Keanu Reeves, Angélica Aragón, Aitana Sanchez-Gijón y Giancarlo Giannini entre otros. Donde los tonos dorados dominan la extraordinaria fotografía.
“Que todo lo que mires te llene de paz” aparece en un pequeño letrero colocado al lado de una columna de unos 50 cm en la entrada rematada con una pequeña piña de piedra. Me recuerda a las que se colocan en algunos pilares de las casas en Italia, conocidas como “piñas de pino” o “pigna”. Éstas tienen una larga historia en la arquitectura y la cultura. Originalmente, eran un símbolo pagano de fertilidad y abundancia, ya que el pino es un árbol que produce muchas piñas y se asocia con la vida y la prosperidad.
Con el tiempo, la Iglesia Católica adoptó este símbolo y lo incorporó en su arquitectura, especialmente en la Ciudad del Vaticano. Para la Iglesia, las piñas de pino comenzaron a representar la bienvenida, la hospitalidad y la generosidad, y se colocaron en las entradas de las iglesias y otras propiedades eclesiásticas, como un gesto de amabilidad hacia los visitantes. Si no puedes arrancar las tradiciones paganas, sin duda es mejor asimilarlas y transformarlas en propias.
Así que, el ver una en la entrada me remonta a espacios lejanos, esta combinación de lo ecléctico que atraviesa el océano, me recuerda de la simbiosis de las culturas.
Mientras cruzamos el umbral, el paisaje de las montañas en el horizonte, estas que llaman Las Tres Monjas, me hace sentir cobijada y bienvenida.
Al fondo hay una terraza, la decoración del lugar sin duda es bellísima, detalles que marcan una estética refinada que se abalanza en la percepción, los quinqués de pepita labrada para las velas, los arreglos de girasoles en vasijas de barro pintadas de blanco. Me genera admiración cuando entro en un espacio así, donde el cuidado de los detalles supera mis expectativas.
Un horno de leña asiste al cincuenta por ciento de los alimentos que se elaboran en el menú y la pizza de chile en nogada, arrebató mis sentidos. Nuevamente otra mezcla de culturas, la Napolitana y la Mexicana. Somos hoy cada vez más culturas simbióticas que absorben y devoran matices de otras, generando una nueva manera de entender la belleza. Sin dudarlo regresamos, así las dos noches que dormimos en las cercanías, fuimos a cenar ahí.
Las nubes es un restaurante que rompe la estructura del resto de los lugares destinados a recibir al visitante con sus menús muy mexicanos.
Es increíble como el cuidado de los detalles, el buen gusto, pueden generar una experiencia que va más allá del deleite de una buena tabla de quesos rebosantes de frutos rojos. La comida así lleva al límite, la experiencia del buen comer.
El acordeón que impulsa la letra de Amor si me llamas amor de la película, Un paseo por las nubes, es fuente también del sentido íntimo de quienes decidieron hacer de su fuente de trabajo este restaurante. La oí y no presté atención hasta que Paloma me contó lo mucho que les gusta a sus papás.
“Si me llamas amor, yo voy a volar Dejando detrás de mí todo mi lugar Sin mirar atrás
Si me llamas amor, yo sigo el compás Y las olas del mar me hacen naufragar En tu soledad
Si me llamas amor, si me llamas amor Me tienes a tus pies, aquí a tus pies Cada rincón, cada rincón, cada rincón Seré por siempre tu canción, tu canción”
Entonada por El mariachi Serenade, enmarcó una gran la velada.
Si tenía esta idea de que nos vamos transformando en lo que hacemos de nuestras experiencias, lo confirmo. Basta con entrar en este espacio encaramado en las montañas para guardar silencio, entrar en estado de contemplación y agradecer la oportunidad de seguir sorprendiéndome. Es así, una idea que se arranca de algo que hemos visto, ingerido, digerido, se convierte en inspiración para crear espacios bellísimos como este y para que a mí me sigan arrebatando suspiros.
Por DZ
Claudia Gómez
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