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Diálogo de una duplicidad
Diálogo de una duplicidad. Foto: PSikepedia

Por María Z

“Es media tarde y hay frente a mí una idéntica que yo. Hemos quedado en el café de la esquina ahí donde a lo lejos se ve el campanario de la iglesia. Me sorprende su palidez, estoy segura que no me veo así  en el espejo, me cuesta afocarla, se ve borrosa, desdibujada y si la observo bien, ya sé que es lo que le pasa. Está en blanco y negro. Su presencia no me molesta pues hace mucho que logré integrarla como parte mía. Para poder distinguirla cuando se apodera de mi espacio interior le he puesto un nombre, no se puede llamar igual que yo. Gris, ese es el apelativo perfecto para ella.

Seria, con el pelo recogido en la nuca, se sienta derecha como una dama del siglo pasado y pide un té negro con leche. Yo pongo cara de “No inventes” es una expresión que implica entre que apretada y ¿es en serio?

Yo vino, pido una tabla con uvas, paté y un pan negro de semillas de girasol. La estética de mi vida traspasa mi forma de comer.

Le he pedido al camarero ponga mi música, he hecho una lista de Spotify que hoy tiene 14 canciones con las que sueño con él. Gris se pone seria y prepara su discurso y comienza a arremeter con todo.

-Dime- pregunté en tono un poco burlón, ya sé a qué ha venido.

-Mira, sé que no me vas a entender pero lo que te voy a decir es por tu bien.- toma un sorbo de su té y como trae la boca pintada de gris pues deja la marca en la orilla de la taza. Veo el líquido pasar por su tráquea rumbo a su estómago. Ya sé lo que pasa, es que es transparente no borrosa, puedo ver todos los órganos que están por detrás de sus costillas flacas.

-¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? ¿Estás loca? ¿Crees que esto va a salir bien? ¿A tu edad? ¿No ves las facturas que vas a pagar? ¿No entiendes lo complicado? ¿Sabes el daño que causarás a tus hijos, a tu marido y a la familia del otro? Vamos a dejar a un lado lo inmoral, la ruptura de toda regla de conducta y deja te cuento: conocí hace mucho a una mujer de tu edad que se volvió loca por su jefe  y dejó a su esposo y a sus hijos, después le dio cáncer y murió sola”.

Mientras la veo dogmatizar el tono reprobatorio, recuerdo cómo estas historias llevan un tono especial para enfatizar un punto, siempre he querido constatar si es verdad el profundo estado de deterioro personal de quién es usado para dejar claro un punto.

Yo la miro profundamente y le digo, -mírame bien, que ves en mis ojos, dicen que los ojos son la ventana del alma. Siendo tan inteligente como te ves, dime que te dicen mis ojos.-

Ella queda estupefacta, estaba lista para oír todo tipo de explicaciones, esperaba una larga charla donde pudiera entrar con manuales de conducta, entrar en un debate de lo que está bien y lo que está mal. Quizá usar algunos evangelios sobre la infidelidad.

La tarde es hermosa. El sol brilla como lo hace cuando la ciudad está limpia y el cielo dibuja nubes con formas de besos, cuerpos abrazados. Gris nota mi distracción y carraspea con la idea de volver a atraer mi atención.

– ¡De verdad eres imposible!- se ha puesto bravísima. Se levanta con ademán de irse y yo le doy un sorbo a mi vino y canto “There Is a place for us”.

– ¡Esto no ha terminado!- me dice furiosa, toma su bolsa y sale taconeando por la puerta del café rumbo a la calle.

Sé que volverá. Es hora de irme rumbo a casa de mi madre. Quiere hablar conmigo hace unos días y le he sacado la vuelta. Ya sé que me dirá cuando le cuente sobre lo que es, este estado tan extraño de estar loca por alguien que vive en otro lugar, que rompe mis esquemas y que no deja que mis días sean comunes y corrientes como antes, ya se que me reprimirá, como lo hace Gris cada día, las consecuencias, el daño colateral, lo que dirán sus amigas, las tías. Me he convertido en una paria, ella no me educó así, que diría mi padre si estuviera vivo”.

María termina de leerme su relato, observa la ventana, ha cumplido con lo que le pedí en la sesión pasada, me quedo pensativa, abordar un tema sobre infidelidad es un asunto que ha requerido estudiar una especialidad en pareja, una maestría en terapia familiar y aun así, encontrar el hilo conductor del entramado emocional, es un de una complejidad enorme, es un arte, no hay experiencia suficiente ni manuales para esto.

A lo largo de mi vida he encontrado que es un fenómeno multifactorial, algo que aparece en los orígenes de cuando el matrimonio se volvió una forma de relacionarnos. Hay quienes apuntan a que el hombre por naturaleza no es monógamo, qué es debido a un complejo de inferioridad y una autoestima débil que necesita autoafirmarse. Un maligno que se apropia de nuestra capacidad de decidir, aparece el enamoramiento caprichoso y obsesivo en el que el cerebro se inunda de dopamina y se vuelve una adicción. A brochazos se marca una diferencia entre hombres y mujeres, si es por reafirmación o por soledad. Queda el rezago de encontrar la fidelidad sobre todo en las mujeres, como un marcador de una seguridad económica para heredar y asegurar que la progenie sea de uno. Hoy la infidelidad tambalea cada vez más nuestro mundo emocional, ya que en términos generales, hay una tendencia mayor a escoger a nuestra pareja por amor y no por conveniencia.

Me parece que no hay una respuesta única al por qué. Aparecen el hastío, la rutina, los impases emocionales, la necesidad de sentir, de ser vistos, apreciados, de sentirnos separados, estas son algunas otras, que acompañan la traición y el dolor que se infiere en los otros.

Las premisas que nos sostienen socialmente marcan a la confianza como el centro de la trama marital, y los amoríos son una violación a dicho acuerdo. Quizá otra manera para abordarla, podría ser pensar  que es una fuerza que nos ayuda a atravesar la incertidumbre y la vulnerabilidad. Existe la posibilidad de saber que renunciar a otros, es reafirmar la elección de estar juntos.

A veces cuando buscamos la mirada de otro, no es de nuestras parejas de quienes huimos, sino de la persona en que nos hemos convertido. No estamos buscando a otro amante tanto como buscamos otra versión de nosotros mismos. Esta idea que escuché por primera vez de Esther Perel, quien lleva años trabajando en la relación de pareja, me ha parecido reveladora. Octavio Paz describía el erotismo como la sed por otredad, y estoy segura que a esto se refería. Con frecuencia el otro que se vuelve más embriagante, no es más que el reflejo de la persona que descubrimos que somos en el amorío, pareciera que no es una nueva pareja: es un nuevo yo.

La mayoría de las historias de los amantes terminan, incluso si el matrimonio también lo hace. Sin importar los sentimientos auténticos de amor, el amorío solo tenía como propósito el ser protagonista de una hermosa ficción. En la trama adúltera pocas veces falta la imaginación, no falta el deseo, el juego, el romance, la curiosidad, el asombro. Pero no hay que olvidar que también son los ingredientes de una relación lícita prospera.

Además de la segregación de hormonas que inundan la mirada, la transgresión se encuentra en el corazón de la naturaleza humana. Hay emoción en esconderse, escabullirse, portarse mal, tener miedo a ser descubiertos y salirnos con la nuestra. Sin duda, para muchos es un poderoso afrodisiaco. El riesgo de ser descubiertos haciendo algo sucio o prohibido, romper los tabúes, empujar límites, estimula  nuestra capacidad de excitación.

Pudiera ser que muchos de nosotros conservamos un deseo infantil de demostrar nuestra superioridad sobre las reglas. Quizá está la razón por lo que los encuentros y fantasías con sabor a transgresión dejan tan seguido, una sensación de autovalidación e incluso, de orgullo por atrevernos.

¿Atracción más obstáculos, es igual a excitación? pudiera ser una “ecuación erótica” que brota incluso en aquel que puede sentirlo en la literatura, en la pantalla grande y se abraza de su protagonista sin llevarlo a una realidad tangible. Más allá de las conjeturas, de la reprobación y de las justificaciones, se activa nuestro sistema emocional movilizando las sensaciones y sin duda algo interno se mueve. Es por eso que el tema se vuelve algo más que un simple evento.

Según algunos expertos en la materia, casi un tercio de la población confiesa haber engañado a su pareja, pero el doble tiene sospechas, aunque no puede asegurarlo. Para poder usar las cifras, habría primero que comenzar a definir que es una infidelidad, ya que todavía no hay una conclusión definitiva. Hay quienes solo usan el celular para tener un encuentro aunque no toquen a la otra persona, ¿Será que esto hoy es una tendencia? ¿Esto es infidelidad?

Aunque el engaño es tan viejo como la humanidad, la fidelidad aparece hoy como un tema difícil de abordar. Zigmunt Bauman planteaba que vivimos en una época líquida, término que popularizó para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. La monogamia significaba entonces una persona en la vida, hoy el significado ha cambiado a monógamos en cada una de nuestras relaciones.

Antes nos divorciamos porque éramos infelices, ahora parece que lo hacemos porque pensamos que podemos ser más felices. Antes la vergüenza estaba en irnos de una relación, ahora está en quedarnos si no nos sentimos bien en ella. Vivimos en la era del poliamor y de las relaciones abiertas, en el tiempo de las apps de citas de usar y tirar. Estamos a un click de encontrar aquella relación antigua, y agregarla como amigo a nuestro perfil de tantas plataformas.

Para muchos es tocar al adolescente que nunca fuimos, o somos arrastrados por el recuerdo del que sí llegamos a ser. Cuando escogemos una pareja, alguna vez cruza por nuestra mente, lo que pudo haber sido si en vez de esta, hubiéramos escogido a otra. Según dice Esther Perel “el adulterio es la venganza de estas posibilidades desechadas”.

La infidelidad puede destruir una relación, sostenerla, obligarla a cambiar, o crear una nueva. Las cifras demuestran que lo primero es lo que impera, un amorío es muy probable que termine con el vínculo. Y si el amorío se transforma en una relación legítima, entonces ahora enfrenta la carga de demostrar que valió la pena. Aparece en muchos casos la nostalgia de la vieja relación y, entonces, ahora esto aparece como un secreto dentro del amorío legitimado. Todavía en la retórica de la narrativa de nuestra cultura, un divorcio es visto como una falla y más cuando está atañe a la infidelidad.

Sin duda, por donde se mire esta conducta genera caos, la búsqueda para el abordaje de un tema tan doloroso, está en encontrar cómo fortalecer la relación existente,  buscando que no ocurra y sin duda trabajar en cómo traer esa vitalidad erótica del amor ilícito a la relación autorizada.

¿A prueba de amoríos? restringir, prohibir, censurar, reprobar, puede resultar contraproducente. La vigilancia y el autocontrol puede producir el opuesto, una erotización aumentada por la posibilidad de transgredir cada una de las premisas anteriores. La fuerza del eros siempre trae disturbios.

En nuestros ideales románticos, podemos querer constancia y trabajar por la permanencia pero esto no garantiza nada. Debemos aprender a vivir con la incertidumbre y con la posibilidad de saber que nuestras parejas y nosotros, podemos entrar en el entramado de la fantasía, sabiendo que si se puede hablar de ello, paradójicamente se ha visto que las personas se vuelven más cercanas. Sentirnos libres apremia la necesidad de seguridad, hace más profunda la necesidad de compromiso. No es una relación abierta, es una comunicación que lo es. Esto quizá sea fuente de que no estemos buscando en otros lados. No hemos entendido que nuestras parejas no nos pertenecen, renovar nuestro deseo de estar juntos cada determinado tiempo, ayuda a evitar la muerte doméstica, estar atentos a los impasses emocionales y a fortalecer lo que ambos han decidido como una opción para su vida.

Con María iré trabajando en el significado de su infidelidad, en lo que está por detrás de lo que no es evidente, y desde ahí ir construyendo una nueva forma de estar. ¿Será descubierta por el padre de sus hijos? ¿Terminará su relación con él? Es muy probable, no saldrá sin lesiones de esto, aunque decida terminarlo y no transparentar lo ocurrido. Ya lo sabe su madre, Gris que la fustiga. Es un hecho, no será ya la misma, cruzadas las líneas de lo que ella piensa que es reprobable, entender por qué pasó y hacerse cargo de las consecuencias, es donde comienza su nuevo camino.

Por DZ

Claudia Gómez

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