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De calabazas y zanahorias
Foto: unamglobal.com.

Fui a comprar algunas cosas para preparar comida y desde luego las calabazas japonesas y las zanahorias forman parte indispensable de mi lista. Al llegar después de transitar por el caos vial de esta ciudad, me llamó la atención el tamaño de algunas verduras en los anaqueles; eran maravillosas, grandes y brillosas por lo que me di a la tarea de escoger unas cuantas, pasé por un paquete de pollo y sonriente me dirigí a pagar.

La primera sorpresa al sacar el monedero, pues su costo era mayor que el precio del kilo que había comprado la semana pasada. La respuesta de la señorita de la caja fué: “sí, es que son más grandes” y aunque no me hizo sentido pues el precio debería ser el mismo por kilo, quizá colocando menos piezas en mi carrito, tampoco había ningún letrero que dijera que eran traídas de otro país o que eran de otra especie.

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Pero tenía prisa, así que pagué. Una media hora después llegué a mi casa. Lavé las verduras y comencé a preparar una sopa, un pedazo de pollo a las brasas y una ensalada con media de la zanahoria gigante que yacía en el lavaplatos haciéndolo ver más pequeño de lo que en realidad es.

Sentada a la mesa, con el plato humeante, mi boca salivaba haciendo saltar mis papilas gustativas. Me gusta poner la mesa bonita y adornar los alimentos, aunque esté sola. En la primera cucharada la decepción me apabullo; no sabía a nada, le puse más sal y solo sabía a una especie de atole salado. De inmediato pensé que tenía COVID, me alarmé, pero tengo entendido que lo salado o dulce entran en la ecuación cuando de perder el olfato y el gusto se trata. Después, recordé haber leído algo sobre los transgénicos y los vegetales y frutas modificados genéticamente.

Mi frustración fue aún mayor, había caído en la trampa de consumir algo que sabía que no era sano para mi salud.

Los cultivos transgénicos se introdujeron en la agricultura y alimentación mundial hace unos 15 años sin estudios que avalaran su seguridad. Hay países de la Unión Europea como Francia que los prohíben, pero es solo por precaución.

Aunque no se han publicado estudios oficiales, o sea, de esos que señala la FAO, la OMS y otros organismos sobre los riesgos potenciales que tienen, hay quienes apuntan a la aparición de nuevas alergias, a la creación de nuevos tóxicos, problemas de fertilidad, afectación de los sistemas inmunitario y hormonal y de diversos órganos internos y hasta el incremento del cáncer en la población.

Para no dejarlo solo a la especulación, vi un artículo sobre investigaciones en Francia del maíz MON810. Revisaron los estudios presentados por MONSANTO y pudieron demostrar que la empresa había ocultado datos sobre toxicidad en órganos, como hígado y riñones.

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Por su parte, investigadores austriacos demostraron que unos de los maíces modificados genéticamente aprobados para consumo humano en la UE afecta a la reproducción de los ratones.

Son muchos los artículos, y la confusión que generan en el consumidor es mayor, afecta a ese ciudadano de a pie, que como yo, recurre a las cadenas de supermercados para comprar alimentos y, que en las galletas, chocolate, leche, carne, huevos está llevando a su mesa productos modificados.

El ser humano ha ido domesticando las plantaciones para conseguir frutos más apetitosos, bonitos o resistentes a las plagas. Hemos domado a la tierra y al reino animal lentamente, años de experimentación, estudios en laboratorios, pruebas y más pruebas. Millones de dólares invertidos para modificar un cultivo, a fin de lograr que todo se adapte a nuestras necesidades, y a crear variedades que no existían, híbridos que dan peras en árboles de manzanas, mangos que se pueden comprar durante todo el año, aunque su cultivo sea estacional.

Mientras en los laboratorios se pone la atención en el color, la buena defensa a las plagas, la masificación y la rapidez de la producción, el resto de las cualidades del alimento no pueden garantizarse, incluyendo el sabor. A los que comemos carne de pollo, nos gusta más que ésta sea amarilla, haciendo que se venda mejor, pero esto significa que los pequeños animalitos, han tenido una dieta con más carotenos. Deberíamos saber que la carne de pollo es blanca.

Me queda claro que la perfección de los tomates que acaban en mis ensaladas, las espigas de maíz que se usan para las tortillas, no eran así originalmente, que en el proceso han ido perdiendo muchas de sus cualidades.

Mientras mi sopa insípida genera sensaciones de frustración en mi estómago, y el pedazo de pollo amarillo atrae mi atencion, recordé un cuento y coloco un fragmento adaptado del libro, Me vale madres de Prem Dayal:

Furioso el campesino, subió a reclamarle a Dios – ¡Tú serás Dios, pero de agricultura no entiendes nada!. Cada año me mandas el calor demasiado temprano, al otro no llueve, de pronto llueve cuando no tiene que llover, y sin aviso mandas hielo, cuando las flores están hermosas y se queman.

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Me parece que estás ocupado con demasiadas cosas. Tú ocúpate de atender tus asuntos y déjame a mí, que soy experto en la tierra.

Dios que conoce la soberbia del hombre, con una sonrisa pícara le dijo:

– Va, por una año te nombro ministro de agricultura.-

Así que impecablemente llevó a cabo la estrategia, apuntó cada detalle en un manual para seguirlo a la perfección. Exacta cantidad de lluvia, poco viento y solo para la polinización, subidas de temperaturas graduales y solo para beneficio de las plantas.

Llegó el tiempo de cosechar, nunca se habían visto plantas tan grandes y llenas de enormes frutos. Así que orgulloso el campesino llamó a Dios.

Al llegar vio los colores brillantes, la perfección era admirable, le aplaudió y con la paciencia que lo caracteriza le dijo – Hijo, que buen trabajo has hecho, en verdad has puesto una cantidad de esfuerzo admirable en todo ello, pero prueba tu cosecha….

Extrañado el hombre probó sus frutos y verduras y quedó asombrado de su sabor, todo era fofo, fibroso y carente de sabor…

Me da la impresión que en la vertiginosidad de la vida moderna, sobre todo en las ciudades, hemos ido perdiendo la esencia de los ritmos que marcan la naturaleza, llevándola a extenuarse. Nos convertimos en un mecanismo nocivo para el equilibrio de la tierra, seres que vamos perdiendo su esencia en pos de la comodidad y las demandas, generando entre muchas cosas, un desperdicio de un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo, que podrían alimentar a los ochocientos millones de seres humanos, que según las Naciones Unidas hoy sufren de hambre.

Desde luego a todo esto hay que sumarle las secuelas de COVID, que al menos en México, generó una alta vulnerabilidad debido al sobrepeso, a la obesidad y la diabetes, que tiene su origen en el alto consumo de comida chatarra y bebidas azucaradas. Podría ser entonces, que si somos lo que comemos después de todo.

Entre el último trimestre de 2021 y el primero de 2022, el aumento de la inflación comenzó al mezclarse con la cuarta ola de contagio y el costo de la canasta básica alimentaria, que en nuestro país se ubica, desde la crisis de 2008, por arriba del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), aumentando en niveles históricos, afectando el consumo de proteínas de origen animal, los cereales, las frutas y verduras; es decir, la base de dietas variadas, nutritivas y suficientes. No es de extrañarse el aumento de las ventas de empresas que venden refrescos y comida chatarra, que son más baratos.

Mientras con la cuchara doy vueltas el menjurje que tengo enfrente, un sin fin de elucubraciones entran a mi mente. Ni hablar, me la voy a terminar y comeré “dasura” como decía uno de mis nietos, aunque no me alimente, porque me duele desperdiciar. Me queda también esta sensación de saber que lo orgánico cuesta más caro y, que necesito encontrar el tiempo para seguir sembrando algunas cosas en mi jardín, cuidando de no traer tierra negra de los montes, que ya aprendí que eso genera un impacto ambiental.

Es increíble lo que una calabaza y una zanahoria gestan en mí, un sinfín de letras aglomeradas para darle cabida a una reflexión y, ahora a comer que en verdad soy afortunada.

Por DZ

Claudia Gómez

Twitter: @claudia56044195