
El lunes pasado conocimos a Clara, de 32 años, atrapada en este vacío, un reflejo de una humanidad que busca propósito mientras las respuestas se pierden en la política, la economía y las religiones
En la Biblioteca del Tiempo, donde pergaminos antiguos y algoritmos digitales coexisten, Michel de Nostredame, conocido como Nostradamus, y Vadim Zeland se enfrentan a una pregunta urgente: ¿cómo enfrentar las crisis contemporáneas, cómo encontrar respuestas para un 2025 que abruma, agota y nos deja el cuerpo inflamado de cortisol por el estrés? Es un mundo de controversias climáticas, polarización social y el ruido de las redes que, como describe Byung-Chul Han, ha convertido la vida en una carrera sin fin, erosionando el sentido de comunidad.
El lunes pasado conocimos a Clara, de 32 años, atrapada en este vacío, un reflejo de una humanidad que busca propósito mientras las respuestas se pierden en la política, la economía y las religiones. En su sueño, ella se encuentra con la posibilidad de abrirse camino, hallando algo que le permita impulsarse; anhela salir del hastío.
Sobre una mesa de roble reposan “Les Prophéties” de 1555, los cuartetos crípticos de Nostradamus que capturaron un mundo asediado por la peste, y la trilogía de “Reality Transurfing” de 2005, donde Vadim Zeland, ex físico ruso, enseña a surfear la realidad con intención. Ambos buscan guiar a la humanidad a través de la incertidumbre, cada uno a su modo.
El silencio se quiebra cuando Nostradamus, con voz grave que resuena en los muebles antiguos, habla:
“Hombre de la era futura, tus escritos me intrigan. Mis visiones, dictadas por los astros, han mostrado guerras, plagas, el ascenso y la caída de imperios. Mis cuartetos, velados en misterio, guían al hombre al mostrar que el destino está tejido por hilos divinos. Pero tú, Vadim, hablas de moldear la realidad como si el cosmos fuera arcilla. ¿No es esto arrogancia en un mundo donde el hombre se ahoga en su ambición?”
Zeland, con una sonrisa apenas perceptible, responde:
“No es arrogancia, Michel, es valentía. Tus astros mostraron los caminos cuando el conocimiento no podía explicar los porqués de tanto misterio, pero hoy el hombre, con el abanico de información que existe, debe elegir cuál seguir. Mis enseñanzas no desafían el destino, sino que lo abrazan. El hombre no puede cambiar el tapiz, pero puede tejer los colores. ¿No sentiste, al escribir tus profecías, que el futuro era un rompecabezas donde se podían abrir muchos senderos?”
Nostradamus tamborilea su pergamino, intrigado. La idea de múltiples senderos resuena con sus visiones, fragmentos de algo mayor. Pero replica:
“Mis cuartetos son sombras de lo que será; su ambigüedad protege al hombre de la desesperanza. Tu mundo, Vadim, está perdido en un frenesí de pantallas y promesas vacías.” En su sueño, Clara siente el peso de su teléfono, como si las palabras de Nostradamus la alcanzaran. “¿Cómo puede tu ‘Transurfing’ sacar del vacío a quienes ya no saben escuchar?”
Continúa el próximo lunes.
DZ