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Biguidibela (mariposa desnuda)
Foto de Fundación UNAM.

Nos hemos vuelto altaneros, revolcándonos en nuestra idea de que somos superiores. A mansalva sobre usando los recursos del planeta, sometiendo a cada especie, llevándolas una a una a su extinción, perdidos en el fango de la más profunda soberbia.”

Con los ojos cubiertos de grises cataratas me tomaba del brazo con su paso parsimonioso cuidando no caer para cruzar la calle mojada. Su movimiento pausado rompía con el círculo vicioso de la vorágine de la ciudad. La prisa, el desgaste de cientos de vidas que parece que hacen, cumpliendo con algún programa establecido.

Del otro lado de la calle en una banca frente a la iglesia de Santa Catalina en Coyoacán Don Anselmo se sentó y me invito a que lo escuchara, mientras narraba con gran sabiduría mientras el ruido de los coches, se empeñaba en silenciarlo. Me quedaba poco tiempo como pasa siempre en la gran ciudad, pero decidí quedarme, cancelar la cita de las cuatro y cómo me pasa a veces me puse en modo de escucha desapareciendo el celular de mi vista y me perdí en sus palabras por un rato.

No te engañes, nuestra soberbia cobra sus fracturas en el planeta. Y aparece esto que está en las historias del consiente colectivo que por siglos nos advierten, nos enseñan y hemos olvidado. Pareciera que los aparatos electrónicos secuestraran la narrativa, contar historias, sorprendernos con los héroes y entrar en los altares de la magia que habla sobre duendes. Hemos perdido sin duda la capacidad de hilarnos a través de toda esa riqueza.

¿Conoces la historia de una criatura maravillosa que además de polinizar nos ha dejado un gran mensaje? Pues he aquí que de las criaturas qué hay en la naturaleza, hay una que siendo mamífero es el único que tiene alas. Por un tiempo llevo el nombre de biguidibela (mariposa desnuda). Y cuenta la leyenda que su absurda altivez, la llevo por un camino doloroso.

Nuestros ancestros cuentan que en el seno de la tierra de Oaxaca en un día de mucho frío, una criatura de alas extendidas subió a lo más alto del firmamento y miró al creador temblando diciéndole “Sr, tengo en mi cuerpo arrugado, un frío atroz.” El creador lo miro con ternura, pero al querer sacar plumas de la caja con la que había vestido a todas las aves, vio que no le quedaba ninguna.

Abrumado le dijo -baja y pídele una pluma a cada ave que veas y diles que te he mandado yo.- Obediente se puso a la tarea y revestido de un hermoso traje voló por lo alto llenando su corazón de gran agradecimiento.

Pero pasó que cuando casando llego a tomar agua de un lago cristalino miró su reflejo y quedó anonadado con lo que miró. ¡Era Hermoso, ! extraordinariamente bello. Se dedicó a viajar y a ser adulado. En un hermoso día de sol y lluvia, como un eco de su hermoso vuelo, creó el arco iris. Así imagino que al verlo, todo el mundo lo admiraría y lo recordaría. El, que se sentía todo belleza, se deleitaba mostrándose y alimentándose del asombro que generaba. Poco a poco fue entrando en la criatura una soberbia desmedida y comenzó a mirar a todos los seres, como poca cosa.

Con su continuo pavoneo, deploraba a los otros haciéndolos ver chiquitos, sin importarle sus cualidades o como se sintieran cada vez que los humillaba con su arrogante desdén. Un día, altanero se paró frente al colibrí y burlándose de él le espetó una mirada desidiosa: -¿En verdad te crees tan hermoso?… No llegas a ser dueño de una décima parte de mi belleza.-

Cuando el creador vio que la engreída criatura no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Al verlo tan perdido, le pidió que moviera sus bellas alas y mientras le fue desprendiendo una a una, sus hermosas plumas. Rogó y lloro como nunca lo había hecho, pero ya era tarde. Descubriéndose de nuevo desnudo, avergonzado descendió de nuevo a la tierra. La tristeza lo tomo y desde entonces ha permanecido con la piel desprovista de un hermoso traje. Al mirarse tan feo, se retiro a vivir en las cuevas más obscuras.

El todo poderoso al verlo tan desolado le regalo una compañera y pobló el mundo entero menos la Antártida. En lo profundo de las grutas olvido el sentido de la vista, para no mirarse y dolerse al recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió. Con el tiempo todos olvidaron su bello nombre y lo re nombraron; Murciélago (ratón ciego).

Cuando el dolor se transforma en experiencia permite que quienes han pasado por ahí cuenten su historia. Con esto quizá otros aprendan. Así que una vez que termino el desconsuelo de mirarse con desprecio, decidió hacer algo más.

Cuentan que de las cuevas en las montañas obscuras cuando el sol descansa, sale el murciélago a contar lo que aprendió. Sigiloso se acerca a quien duerme y se siente superior: -Aquel que está pegado a la tierra con vanidosas evasiones a las quimeras del orgullo, parece no conocer la humildad.

Es poniendo los pies descalzos sobre el planeta, que uno quizá se de cuenta que no puede tener dominio sobre sus semejantes. Quizá entonces le des menos importancia a tus posesiones, quizá puedas mirar lo que les hace falta a los demás. Es extendiendo la mano al menesteroso, que tal vez el corazón se te ensanche.

El humilde viene a servir no a ser servido. Es contrario al soberbio que mira por encima del hombro. Si lo sabré yo. Es la soberbia que tumbó mis bellas plumas, mi ceguera petulante quien me puso a donde estoy. Si de algo sirve mi penosa fisionomía, que sea para recordarte que la humildad permite a las personas ser dignas de confianza, flexibles y adaptables. Así adquieren grandeza en el corazón de los demás. Recobra el don, téjelo nuevamente como ropaje y yo regresaré cada vez que lo olvides y te lo susurrare mientras duermes.-

Don Anselmo termino de contarme la bella historia y me dejo pensativa. Me sonrió con sus pocos dientes y por un instante sentí esa comunión que habita entre aquellos que gozamos de la magia que se entrelaza en el lenguaje.

Ve y cuéntales a todos que creernos bellos, perfectos y creados a semejanza del creador, nos ha llevado a destruir lentamente nuestro hábitat. Diles que los murciélagos también están en peligro de extinción y que es por eso que ya no vienen a advertirnos sobre nuestro destino de seguir así. Seremos la última generación que pudo hacer algo, la última que dejara un cambio que permita a los que siguen vivir de otra manera.”

Así que hoy me doy a la tarea de robarme sus palabras y tejerlas sobre las mías, amalgamando un mensaje que emula los cuerpos arrugados de una criatura que cobra su dignidad por haber encarnado una lección.

Una leyenda transformada e hilada a capricho por DZ

*La etimología de la palabra humildad es “pegado a la tierra”. Vaya que nos hace falta pegarnos de nuevo.