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Amoriante

Los mitos y las leyendas siempre comienzan con alguien que las cuenta. Después se transforman, se amalgaman con el lugar a donde llegan, mojándose de nuevos simbolismos, curtiéndose  de mágico contenido.

Cada relato mítico, encierra una simbología profunda para cada cultura en la cual se presenta una explicación divina del origen, existencia y desarrollo de cada civilización.

Entonces para entender su profundidad los mitos los dividimos en categorías y decimos que unos son teogónicos, pues relatan el origen y la historia de los dioses. Otros son cosmogónicos que tratan de explicar la creación del mundo. Están los etiológicos que  explican el origen de los seres y de las cosas, los escatológicos que intentan entender el futuro y buscar los signos del fin del mundo.

Pero quizá los de tipo moral que aparecen en casi todas los continentes, son los que más controversia producen, pues en algunos lugares el concepto de bien se enraíza de una forma, mientras el  significado es tan distinto en otro lugar. Que decir sobre  la lucha contra el mal.

Pueden tener tintes religiosos, profanos o mixtos y está ensalada deja tantas veces, un halo de confusión.

Los mitos y las leyendas pertenecen a nuestra necesidad de darle un sentido mágico a la existencia, pero sobre todo nos dan un sentido de pertenencia que nos es necesario para enraizarnos.

Hay una figura que aparece en todo el globo terráqueo y en sus multifacéticas formas, van intrínsecamente cientos de significados. Son los dragones que  esencialmente hablan de la lucha,  de protección  y que son guardianes para algunas culturas o son un látigo que fustiga al hombre quemando sus aldeas. A mi me gusta verlos como seres cósmico cuya acción implica la muerte –o el nacimiento– de un orden universal.

En China hay una leyenda que habla de esa época,  cuando no había ríos ni lagos en la tierra, sino solamente el mar del Este y cuentan que entonces habitaban sobre sus aguas, cinco dragones. En realidad solo son cuatro pero yo cree un quinto desde niña y hoy me atrevo a amasarlo con la leyenda porque creo que le da un halo de completud. Así que pido disculpas para quienes los mitos son sagrados y me visto con el ropaje de la desfachatez para moldearlo a mi antojo.

Así resulta que existía un gran dragón enamorado del agua, un dragón amarillo enamorado de la tierra, un dragón negro que era el más rápido y estaba enamorado del aire,  un dragón perlado que estaba enamorado del fuego y uno muy peculiar de la especie de los Amoriantes del que muy pocos hablan, del color del arcoíris que se enamoró de los hombres cuando los vio por vez primera.

Los dragones estuvieron ahí desde siempre y pasados millones de años cuando el hombre ya era civilizado, un día que los dragones estaban jugando con las nubes,  Amoriante  miró hacia la tierra y vio una escena que lo perturbó muchísimo.

Abajo, en la Tierra, se veía una multitud ofrendando panes y frutas y quemando incienso, tenían las manos puestas a lo alto en forma de suplica. Entre el gentío se destacaba una anciana de cabellos blancos, arrodillada en el suelo con un niño famélico  atado a su espalda.

Con lágrimas en los ojos imploraba; “Dios de los Cielos, por favor, envíanos pronto la lluvia para que tengamos arroz para nuestros niños”.

Y es que no había llovido por largo tiempo. Los cultivos se secaban, la hierba estaba amarilla y la tierra se resquebrajaba bajo el sol ardiente.

“Morirán si no llueve pronto”. Dijo Amoriante.

Entonces propuso a los otros dragones “Vayamos a rogarle al Emperador de Jade para que haga llover”. Dicho lo cual dio un salto y desapareció entre las nubes. Los demás lo siguieron de cerca y todos volaron hacia el Palacio del Cielo.

El Emperador de Jade era muy poderoso, pues estaba a cargo de los asuntos del cielo y de la tierra. Sin duda no le agradó ver a los dragones llegar a toda velocidad, el se encontraba resolviendo millones de ecuaciones necesarias para el equilibrio entre los mundos.

“¿Qué hacen aquí?” Replicó enfurecido “¿Por qué no se comportan como es debido ?” Amoriante  se adelantó y dijo: “Los cultivos de la Tierra se secan su majestad. Le ruego que envíe pronto la lluvia”.

“Muy bien, mañana enviaré la lluvia”, dijo el emperador, con un tono poco convincente, quizá en el fondo solo quería deshacerse de ellos. Agradecieron y regresaron muy alegres. Pero pasaron diez días y ni una sola gota de agua cayó del cielo. La gente sufría aún más, algunos comían raíces y otros comenzaron a comer arcilla, cuando ya no hubo más raíces.

Viendo esto, los dragones se pusieron muy tristes y se dieron cuenta, que solo ellos podían ayudar.

¿Cómo hacerlo? Mirando hacia el vasto océano, el Gran Dragón dijo tener la solución. “¿No hay muchísima agua en el mar en donde vivimos? Podríamos tomarla y arrojarla hacia el cielo, entonces caería como si fuera lluvia y se salvarían la gente y sus cultivos”.

“¡Buena idea!” dijeron los demás aplaudiendo. “Pero, advirtió el Gran Dragón, si el emperador se entera nos castigará”. “Haría cualquier cosa con tal de ayudar a la gente” dijo Amoriante.

“Entonces comencemos. Volaron hacia el mar para llenar sus bocas de agua, subieron al cielo y luego soltaron el agua que al contacto con el aire se volvió dulce y cayó sobre la Tierra.

“¡Llueve, llueve! ¡Los cultivos se salvarán!” La gente saltaba y gritaba de alegría. Las espigas de trigo y el sorgo se enderezaron.

Pero la desobediencia alcanzo a el dios del mar y descubrió lo que estaba sucediendo e informó al emperador.

“¿Cómo se atrevieron a dar lluvia sin mi permiso?” El Emperador de Jade estaba furioso y ordenó a las tropas del cielo que apresaran a los dragones.

Pronto fueron arrestados y llevados al Palacio del Cielo. Este ordeno al dios de las montañas:

“Ve y pon cinco montañas sobre los dragones, para que nunca más puedan escapar, semejante afrenta merece el peor de los castigos”. Pero resulta que el acto era tan bueno que aún encerrados, brotaron cuatro ríos, que corrieron atravesando las montañas y los valles, cruzando el territorio de oeste a este para llegar finalmente a su hogar, el mar. Así se formaron los cuatro grandes ríos de China: el Heilongjian (Dragón Negro) en el norte, el Huanghe (Río Amarillo) en el centro, el Changjiang (Yangtze, o Gran Río) en el sur y el Zhujiang (Perlado) mucho más al sur.

El quinto el Amoriante logró escapar, sus colores lo mimetizaron con el arcoíris y no pudieron encontrarlo. Escondido en el, cada vez que aparece es quien susurra al alma. En épocas de sequías cuando está se apodera de los corazones y se vuelven egoístas, el arcoíris se presenta y  los baña de puro amor. Los moja de pequeñas partículas de agua que forman flores si se observan bajo el microscopio. Los viste por un tiempo de ese ropaje que busca preservar lo bello y lo bueno. Pero este dragón solo es producto de mi imaginación, me gusta pensar que en verdad esta ahí.

Los mitos cambian sin duda el significado según la forma de abrazar al mundo y en occidente los dragones tomaron un simbolismo distinto,  escupen fuego, vuelan, amenazan las aldeas y encarcelan a las princesas, se utilizan como un elemento para asustar a los niños y son guardianes de los tesoros mas extraordinarios. Pero en oriente es un animal mítico benefactor de la humanidad  y símbolo imperial chino.

Hoy nos haría falta que Amoriante salga de su escondite, los hombres nos hemos extraviado, quemado y devastado nuestro planeta. Miles de seres no tienen acceso al agua dulce y millones de millones tenemos sed de abrir la mirada, para darnos cuenta que estamos en una crisis. Necesitaríamos que saliera a recordarnos, que no hay planeta B, que nos urge reaccionar pues seremos la última generación que pudo hacer algo.

DZ

Leyenda tejida a trozos, robada de la tradición china y amalgamada  con ojos de contemporaneidad. Amoriante es un invento mío, los otros cuatro sí son tejidos en el telar de los mitos chinos.