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La serpiente

Dueña de un saber ancestral
se desliza ocultando cientos de historias;
antiguas leyendas de sabiduría universal.

Guardiana de secretos del tiempo,
donde resuena el eco de los ancestros,
teje realidades en un manto de misterios.

Oh serpiente, símbolo de cambio,
en tu piel se dibujan ciclos eternos.
Eres sombra y luz en el sendero,
un eco de vida de mundos internos.

Las personas que nacimos en 1941, 1953, 1965, 1977, 1989, 2001, 2013 y 2025, según el calendario Chino pertenecemos al año de la serpiente, y este ocupa el sexto lugar en el zodiaco de esta maravillosa cultura. Según su simbolismo, somos considerados astutos, enigmáticos, sabios, intuitivos, prudentes y elegantes. En algunas culturas, la serpiente es vista como entidad protectora, pues algunos creen que tiene la capacidad para cuidar de sus seres queridos y mantener un ambiente seguro.

Claro que me ilusiona saberlo y me empodera, pero cuando resulta que no me siento tan así, de inmediato se me caen los hombros y el peso de la idea cae sobre mis huesos. Al menos yo sé que puedo ser a veces así, pero muchas otras no, sostener esa idea loca de que uno debe siempre aspirar siempre a ser bueno, bello y bondadoso y que si no hay un castigo; es carga pesada. Porque en la polaridad también me habito, luchar a diario y pelearme contra eso, me agota.

Será quizá entonces qué si lo vivo como una dualidad que permita que esto pueda abrazarlo desde otro lugar, me puede cimentar desde un espacio más real y nutricio.

Así para los nacidos en el año de la serpiente, según los chinos, también aparecen la desconfianza y el rencor, el percibir enemigos y traiciones donde no los hay, llevando tantas veces a conductas paranoicas. Al parecer hay una tendencia a los celos y la envidia, volviéndonos tacaños y obsesivos. Sin duda hay cosas de esto que veo en mí.

Una especie de danza entre un lado amoroso y uno destructivo, un vaivén que mantiene de alguna forma el equilibrio. ¿Por qué soy como soy? ¿De dónde surgen estas conductas tanto nutricias como las que no lo son? He ahí el trabajo de una vida, encontrando como se tejieron dentro mio y que me pasa con ellas.

Desde hace algún tiempo, encuentro un paralelismo sobre las serpientes y culebras en muchas leyendas, cuentos y mitos de distintas culturas que abrazan un rico significado simbólico y por alguna razón, se lo hemos dado a este espectacular reptil. Podría ser que esta dualidad con la que las percibimos nos enfrenta a la vida, representando justo tanto luz como oscuridad. En la tradición de las religiones abrahámicas, el judaísmo, catolicismo e islam, su agencia le asocia con el pecado y la desobediencia. En cambio, en el hinduismo y el budismo, la serpiente tiene un simbolismo complejo y multifacético, que abarca desde el ser guardianes de sabiduría y protección, hasta la representación de la tentación y el materialismo.

Pero en las culturas mesoamericanas, la serpiente no es un símbolo unívoco de maldad. En algunas narrativas, puede ser vista como un símbolo negativo o asociado con el peligro, pero su representación más común es positiva, vinculada a la fertilidad, el agua y la sabiduría divina. La complejidad del simbolismo de la serpiente refleja las ricas creencias y cosmovisiones de las culturas mesoamericanas, donde cada interpretación depende del contexto cultural específico.

Más allá de su simbolismo, siempre me han parecido hechizantes las serpientes y culebras, forman parte de mis historias de niña, cuando mis pies pisaban el suelo de Managua, y me parecían tan grandes como las de muchas leyendas. De hecho, casi me muerde una talla X, conocida como Bothrops asper, terriblemente venenosa. Medía como dos metros, de cuerpo robusto con un patrón de manchas negras y amarillas a lo largo de su cuerpo. Recuerdo los gritos de un jardinero que gritaba “Buhka, buhka, Lalah mana, Lalah mana” (“!peligro, peligro, una serpiente, una serpiente! esto es en lengua miskita, hablada por algunos en esta zona de centroamérica).

Los Miskitos creen en una serpiente fueteadora, que habita en la selva y ataca a quienes caminan por su territorio. No muerde, pero utiliza su cola para golpear a sus víctimas, dejándolas marcadas y advirtiendo sobre los peligros de los chismes y conflictos en la comunidad.

Desde niña empecé a buscar mitos y leyendas sobre estos reptiles, y mi fascinación se llenaba de emoción cuando encontraba aquellas donde se convierten en bestias. Estas han acompañado a la humanidad de generación en generación, aportando un significado profundo en diversas culturas, representando una mezcla de simbolismo y moralidad junto a la interpretación de la naturaleza. Hoy se develan leyendas antiguas que se van mezclando con las nuevas, dejando una narrativa fascinante.

Buscando como suele pasarme tantas veces, me tope con Mamlambo, una deidad de la mitología sudafricana, específicamente de tradición zulú, conocida como la “diosa de los ríos”. Una criatura serpentina de gran tamaño, que puede alcanzar hasta 20 metros de longitud. Algunos dicen que su apariencia es terrorífica gozando de una cabeza de caballo, cuerpo de pez y el cuello de serpiente, dejando un rastro brillante por las noches de color verde.

Encontré que en 1997 quedó un registro de haberla visto, y los locales la definieron como un “reptil gigante” en el Río Mzintlava, cerca del Monte Ayliff en Sudáfrica. Durante este tiempo, se le atribuyeron varios incidentes mortales, terminando según esto, con la vida de nueve personas. Las explicaciones oficiales de lo sucedido involucraron a cangrejos, que habían devorado partes blandas de los cuerpos encontrados en el río.

Estas noticias corrieron rápido y pronto llevó a la creencia popular de que Mamlambo era responsable de “succionar cerebros” y “caras”, ganándose el apodo de “el Succionador de Cerebros”.

Hay muchos que defienden su lado bondadoso asociado con las aspiraciones de riqueza y prosperidad en la cultura Zulú. Su naturaleza ambivalente me encanta, puede ofrecer riqueza y poder, pero también puede traer destrucción y ruina.

Dentro de la tradición Zulú hay otra más llamada Inkanyamba igual de enorme, asociada con tormentas y agua. Cuentan que vive en un lago y tiene el poder de controlar el clima. Es vista como un protector de la naturaleza, pero destructiva si se le provoca.

Los Xhosa descienden de los Nguni del centro-norte, que luego pasaron a formar parte del reino Zulú (Nguni del Sur), creían en una criatura similar, que vivía en los ríos y en caso de ser atrapada, sería fuente de bienestar para su captor.

Entre los pobladores de Namibia también existe una más, una criatura, que se dice que mide unos siete metros de largo, objeto de numerosos avistamientos desde 1940, principalmente en la región de Karas, al sur del país. Es una serpiente con características extraordinarias, incluyendo una cresta luminiscente, cuernos y un cuello inflable, lo que la convierte en otro ser para mi colección.

Los agricultores locales afirman que esta criatura se alimenta de ganado, causando pánico en varias comunidades. Asocian sus poderes con tormentas y desastres naturales, lo que ha llevado a muchos a considerar a la serpiente como un símbolo de mal augurio.

Otra originaria del folclore sudafricano, es el Grootslang, una criatura que combina características de un elefante y una serpiente. Según cuentan los pobladores donde habita, fue creado por los dioses, quienes intentaron hacer un ser perfecto, pero fracasaron. Se cuenta que guarda tesoros en una cueva secreta y es temido y reverenciado por su inmenso poder. Una dualidad que representa la riqueza y el peligro.

Abada es honrada en la mitología de África Occidental, con un cuerno en la frente, similar al de un unicornio lleno de magia. Según narra la leyenda, tiene poderes curativos y su cuerno según creen, es capaz de curar enfermedades y traer buena fortuna. Dicen que muchos la han buscado y quizá el simbolismo esté relacionado, hacia lo que representa una búsqueda, tanto física como espiritual.

En Malawi, Napolo tiene muchas cabezas, habita en un pozo sagrado bajo las montañas. Se piensa que su movimiento causa inundaciones y deslizamientos de tierra. A pesar de su naturaleza destructiva, los habitantes han comenzado a utilizar esta leyenda para crear conciencia sobre el cambio climático y la protección del medio ambiente. Esta sin duda, se está colocando en el principio de mi lista de favoritas,

En la mitología yoruba de Nigeria, aparece Oshunmare una serpiente arcoíris, que simboliza la conexión entre el cielo y la tierra. Considerada un dios de la lluvia con poderes de fertilidad y renacimiento.

Éstas tan solo son algunas de las que encontré en África, pero hay tantas más en el resto del mundo. En ninguno de los casos hay evidencia científica que confirme su existencia. Lo que genera un arduo debate entre los que no lo creen, y aquellos que lo creen fervientemente.

La serpiente se ha convertido en un símbolo de advertencia y miedo a lo desconocido, un respeto hacia la naturaleza y las fuerzas desconocidas, que pueden afectar la vida cotidiana.

El próximo año es 2025 y es año de la serpiente de nuevo, será interesante ir tejiendo los eventos integrándolos a un mapa del mundo con una visión dual, entre oscuridad y luz. Quizá entonces, podamos comenzar a ver las cosas desde una perspectiva más completa y equilibrada. Es aprender a reconocer que tanto la oscuridad como la luz coexisten, aprendiendo a aceptar los opuestos como parte natural de la existencia. ¿Esto quiere decir entonces que esa parte mía donde habita la oscuridad me puede ayudar a conocerme mejor? Creo que sí. ¿Puedo estar más atenta a desde dónde y por qué hago lo que hago? Sin duda que si.

Amo las serpientes y culebras, son grandes maestras que me han permitido aprender más sobre mi mundo emocional.

DZ

Acaso nos volvamos más compasivos con nosotros y con los demás, entendiendo que la dualidad es inherente a la condición humana. Es ir más allá de las apariencias superficiales y ver la interconexión entre los polos opuestos. Así, la oscuridad no se percibe como algo negativo, sino como un aspecto necesario para apreciar la luz en su justa medida.

Quizá para este nuevo ciclo, se abra un puente para buscar un equilibrio entre los extremos, en lugar de identificarnos sólo con la luz o sólo con la oscuridad, aprendamos a fluir entre ambas, encontrando la armonía en la coexistencia de los contrarios. Es convivir con la incertidumbre y la paradoja, entendiendo que la realidad no siempre es blanca o negra, sino que tiene muchos matices de grises.

Es la posibilidad de volvernos más flexibles y tolerantes ante la ambigüedad. Conectamos con las capas más profundas de nuestra psique y de la existencia misma. Accedemos entonces a un nivel de conciencia más amplio, donde los opuestos se funden en una unidad primordial.