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Cuatro casos aislados -diría el secretario de Gobernación- sucedieron en Iguala, Guerrero, durante el pasado fin de semana.

El viernes por la tarde, llegaron a la ciudad de Iguala cuatro camiones con alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, con el fin de colectar fondos mediante el boteo. Al parecer sus intenciones eran las de llegar a la ciudad de México para unirse a las marchas y manifestaciones del 2 de octubre. Luego de botear; para viajar más cómodos pretendieron tomar prestados, a como diera lugar, otros tres autobuses. Esto, al parecer, dio origen a que las policías municipal, estatal y federal los persiguieran durante más de dos horas. Al ser alcanzados, los normalistas fueron atacados a balazos. La agresión armada dejó un saldo de cinco muertos, 25 heridos -cuatro graves y el otro con muerte cerebral. Se desconoce el paradero de algunos estudiantes que huyeron. Sus compañeros no se ponen de acuerdo en la cifra, unos dicen que huyeron 77 a refugiarse al monte, otros que 57 se encuentran desaparecidos; también hay quien dice que existen 25 detenidos y 25 fugados. En lo que todos coinciden es que a las fuerzas del orden -las mismas que empezaron el desorden- se les unió un comando armado, civiles de origen desconocido, que arremetió contra estudiantes, reporteros, fotógrafos y habitantes.

En la madrugada del sábado, apareció un cadáver desollado perteneciente a Julio César Mondragón, alias El Chilango, estudiante de primer año de la precitada Normal Rural de Ayotzinapa.

Al parecer, la cacería de estudiantes ni a melón les supo a las fuerzas causantes del desorden y a sus compas -¿crimen organizado o paramilitares? Por eso continuaron con su labor de salvar a la patria de conspiradores y alborotadores. Así fue como divisaron un camión que se desplazaba por la carretera federal Iguala-Chilpancingo -en el que viajaban jóvenes. Sobre ellos dijeron “los acólitos de Satanás” -Gabriel Vargas dixit- y balearon el camión, que para su sorpresa no transportaba estudiantes sino futbolistas: el equipo de la Tercera División profesional Los Avispones de Chilpancingo, quienes no tuvieron chance ni de darles un piquete a sus atacantes. En la balacera perdieron la vida el jugador, menor de edad, David Josué Evangelista, así como el chofer del autobús, Víctor Lugo Ortiz, razón por la cual éste se desbarrancó. Dos taxis fueron alcanzados por el fuego cruzado (se llama fuego cruzado cuando los que disparan andan hasta bien cruzados de droga) y una mujer murió.

El edil

El que debería de estar enterado de los acontecimientos aquí narrados al momento de suceder y haberles dado seguimiento, así como tratar de atenuarlos, es el alcalde de Iguala, José Luis Abarca (JLA), el cual manifestó que él no estuvo enterado del enfrentamiento que tuvo lugar la noche del viernes y la madrugada del sábado en el municipio que gobierna -es un decir-, debido a que asistió a un evento de su esposa María de los Ángeles Pineda de Abarca, precandidata a suceder a su marido en la alcaldía el año próximo.

El edil perredista, luego del informe de su señora, se organizó, como es tradicional, un baile, esta vez le tocó al grupo Luz de San Marcos tocar para que los invitados movieran el bote. El alcalde Abarca así lo hizo y cuando se sintió cansado se retiró, porque él acostumbra levantarse temprano. De lo anterior me enteré por una entrevista que le hizo Denise Maerker.

En la mañana a Ciro Gómez Leyva le aseguró que no dio ninguna orden para actuar contra los normalistas, pues mientras ocurrían los hechos, él se encontraba con su esposa en una fiesta.

Sin embargo, al ser entrevistado por Joaquín López Dóriga cambió la versión. No le dijo que estuvo bailando. Sólo le comentó que estuvo una hora en el festejo y se fue con sus hijos a una taquería “ cuando recibo una llamada que había muchos jóvenes estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, cubiertos del rostro con pasamontañas, golpeando a la gente, o sea de los que se quedaron ahí bailando alrededor de 150 personas (qué a tiempo se salió) y arrebatándoles el bolso, entonces el bolso a la señoras, robándoles sus cosas. Entonces (ahí si va el adverbio) me comunico inmediatamente con el Secretario de Seguridad Pública Municipal (¿entonces, de quién recibió la llamada) es el comandante Felipe Flores y le digo: por favor (así se dan las órdenes) no quiero un solo golpe, no quiero ninguna agresión, dejen a esos muchachos porque sabemos Joaquín que ellos así son” (¿quiénes? ¿los estudiantes o los secretarios de seguridad?).

Más adelante le confió a Joaquín que ya instalado en su casa tuvo varias conversaciones con su comandante de Seguridad, que le comunicaba que a pesar de tenerse reportes de detonaciones en diferentes partes de la ciudad, no había nada oficial que lamentar: ni muertos, ni heridos, aunque el secretario de Gobierno del estado ya le había comentado la existencia de dos muertos. El alcalde platicó que se enteró de todo a través de los medios.

Terminó diciendo: “Yo voy a esperar hasta que me llamen para que me pueda presentar y saber cómo estuvieron las cosas: ahí tiene a los policías, yo creo que ellos pueden dar una declaración de qué fue los que pasó”.

¿Quién manda en Iguala? El que mucho Abarca poco aprieta.